"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

domingo, 11 de agosto de 2024

DE LA IDEA AL EMBALAJE. TODO ES IMPORTANTE, E INCLUSO VITAL

"Lo importante no es llegar sino ir"


Robert Louis Stevenson (1850-1894) 

Escritor británico


Juan le preguntó a su padre el por qué le había puesto a diseñar el proceso de embalaje durante el verano, que se aburría y parecía como que le había dejado un tema menor, así como para entretenerse. Estaba estudiando tercer curso de ingeniería y quería participar en la parte de diseño de producto o incluso colaborar con los técnicos del proceso de producción en la empresa familiar que algún día sería suya.

Emilio, que así se llamaba su padre, no dudó en llevarlo aparte y aclararle el motivo y sobre todo, la importancia del trabajo encargado.



Le contó a su hijo lo que le ocurrió en su momento a un empresario, muy conocido en su pueblo natal, el cual tenía por aquél entonces un negocio de pastelería industrial al por mayor. Su éxito le hizo disponer de sus propias gallinas que ponían huevos como materia prima que le garantizaba unos bizcochos de lo mejor de la región que lideraba.

Dentro de su proceso, los huevos, tras un pequeño y breve almacenaje, pasaban a una nave de al lado cercana a la granja y eran parte del proceso de producción, sin necesitar nada especial a resaltar para cambiar de una ubicación a otra. Sabían que tenían un buen producto, pero esa materia prima era parte, en gran medida, del éxito de la firma.

Tras un estudio por parte del equipo de ventas y un compañero, algo inquieto, que formaba parte de la dirección de producción del empresario citado, se detectó una gran oportunidad para vender y diversificar, generando beneficios para la firma en forma directa e incluso mejoras, sinergias y un aumento de productividad en el propio negocio principal de la pastelería.

Y comenzaron a vender y distribuir, no solo esos famosos pasteles, sino huevos para su industria e incluso para otras industrias que necesitaban ese subproducto para sus procesos de fabricación. 

Sabían que vendían calidad, pero no esperaban el revés, que en forma de reclamaciones, les llegó casi al tiempo de comenzar a entregar sus primeros pedidos. 

Resulta que un alto porcentaje de huevos llegaban y directamente eran rechazados por los equipos de recepción de los diferentes clientes; rotos, contaminados, e incluso en mal estado al haber pasado un tiempo considerable a la intemperie, en lugar de almacenados en un sitio adecuado al material y al tiempo de permanencia de tránsito y espera a la entrega en destino.

El equipo de ingeniería y producción no sabían el por qué de está reclamación en masa, y cómo atajar el problema de inicio. Estaban convencidos que sus gallinas ponían un material de primera, y revisando su proceso, seguían teniendo un gran producto de salida que seguían triunfando en sus diferentes canales de distribución. 

¿Por qué ese fracaso de esa materia prima si incluso era una parte mucho más pequeña y controlada de sus procesos?

Estaba claro, le dijo Emilio a Juan, habían infravalorado, e incluso despreciado, unas importantes y vitales fases del proceso de producción, a veces olvidadas en los equipos de diseño y proceso de fabricación. ¿Qué sabían de embalaje? ¿Qué sabían de almacenaje por grandes periodos o intermedios para consolidaciones y posteriores destinos? ¿Qué sabían de transporte de ese material solo trasladado de manera interna entre naves hasta la fecha?

Se formaron, informaron e incluso contrataron personal para diseñar todo el proceso, incluyendo embalaje y transporte. Repasaron y generaron un proceso tras un estudio del "viaje del cliente", su nuevo cliente, entendiendo la necesidad de proteger, embalar y generar unas premisas y especificaciones de producto que incluían todo lo necesario para que la materia prima de sus nuevos clientes llegara perfecta en tiempo y forma, sin más.


Juan era muy inteligente, y ahora lo entendía todo. Sabía que su padre estaba intentando generar un nuevo negocio con una parte de sus fabricados, que hoy formaban parte como subcomponente de su producto final, pero mañana podría ser parte del núcleo de su negocio, siendo un producto final más exportable, más repetible y sobre todo, más escalable. Los medios de producción eran de lo mejor de su sector, pero el producto de salida no había necesitado poner el foco en el embalaje y el transporte; hasta ahora. 

Hoy, si querían generar un nuevo negocio, necesitaban aprender de lo ocurrido al empresario, aprender de la caída y de la experiencia previa, valorar en su justa medida la importancia del diseño de un buen embalaje y proceso de transporte, y desarrollar una cadena de valor completa que no fuera rechazada, no tanto por el producto en sí, sino por la baja calidad de entrega resultante de una mala elección y pobre diseño del embalaje necesario para que en destino todo llegara en perfecto estado de incorporación a las líneas de fabricación de los potenciales clientes.

No hizo falta más explicaciones de Emilio. Juan, influido por la visión de su padre, no solo trabajó motivado el resto del verano, sino que durante el curso continuó liderando el equipo encargado de la parte de embalaje y transporte, desarrollando y optimizando todo lo que esta fase del proceso requería. Era una persona inquieta, siempre disfrutaba y vivía en forma aprendizaje, y su actitud tras esta charla no solo le valdría para ganarse la confianza de su padre y de una parte del equipo, sino que conocida su involucración en todas las tareas que le encomendaban estaba sembrando, sin duda alguna, un liderazgo que en un futuro próximo, cuando tocara, ejercería en el negocio familiar de manera firme y decidida.





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