"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

domingo, 26 de abril de 2020

¿CLIENTE O ANTICLIENTE? UNA PEQUEÑA HISTORIA POST-CORONAVIRUS

"No puedes esperar construir un mundo mejor 
sin mejorar a las personas"

Marie Curie (1867-1934) Física francesa.



Carlos estaba en su despacho, solo, esperando a que llegara el cliente de Miguel, que le había dicho que estaría por allí sobre las 11 de esa mañana silenciosa, todavía rara (cómo la definía él desde la vuelta) y con la típica curiosidad de cómo sería la primera visita desde ese día "cero" que había comenzado esa semana.

Entendía que todo iría bien. El mundo había cambiado radicalmente tras la pandemia, y el cliente era de los de siempre. Miguel siempre lo había tratado directamente ya que era especial, les decía a sus compañeros. Pero hoy tuvo que delegar esta misión en su jefe desde casa, todavía convaleciente tras el contagio y gracias, recuperándose tras su paso por la UCI; cosa que no podía decir Rosa, su mujer, a la cual el maldito virus se la llevó en menos de tres días, tras el ingreso de ambos aquel fatídico 18 de marzo, día del padre en nuestro país.

Todo fue bien al inicio, cuando Carlos repasó las especificaciones del producto, los distintos accesorios y todo lo relativo a cómo se realizaría la conexión de equipos y le enseñó el vehículo base sobre el que se realizaría la fabricación del producto final.

Pero el tema se torció cuando explicó el retraso debido al parón provocado por la pandemia y el estado de alarma, en la que sólo se permitió en todo el país continuar con las actividades esenciales, en base a luchar contra la epidemia e intentar frenar la famosa curva (de contagios y sobre todo, de muertes). Carlos esperaba encontrar un cliente que entendiera la situación, que preguntara por cómo estaba su "amigo" Miguel y que fuera consciente de que incluso éste había perdido a su esposa.

Pero todo lo contrario, don Luis, como le gustaba que sus súbditos, perdón, sus empleados y proveedores le llamaran sólo estaba interesado en que la fecha de entrega de su unidad fuera respetada, como si nada hubiera pasado en el país, digo perdón, en todo el mundo.

De su boca sólo salían amenazas y posibles consecuencias de penalizaciones económicas, si no se le indicaba lo único que quería oír, que no era otra cosa que la unidad estaría completada y entregada la fecha del contrato generado allá por la segunda semana de febrero.

Carlos le intentaba, con la incomodidad que la situación disponía, mascarilla y guantes incluídos, explicar que durante el inicio de marzo habían tenido que despedir a más de 30 personas, que 16 compañeros habían sido dados de baja tras contagiarse en un intento de mantener la fábrica a pleno rendimiento para cumplir precisamente con clientes como él, y que al final, por fuerza mayor, la empresa había sufrido un revés y un paro obligatorio, cómo todo el país, por cierto.

Pero nada le valía a don Luis y lo que parecía de inicio un cliente (ángel) sólo se quedó en un anti-cliente (demonio). Carlos despidió al personaje de la manera más educada que la situación le permitió, intentando que no se notara en mucho su estado de ánimo, más que enojado muy, pero que muy entristecido por la situación.

Revisó las posibilidades de llegar a la fecha del contrato inicial, coincidiendo con su equipo de planificación que no sería posible de ninguna de las maneras. Si que haciendo un turno especial, sin arriesgar posibles nuevos contagios, por supuesto y adelantando en una fase final, a otras unidades que los clientes habían permitido frenar el proceso (de muy buena lid, por cierto), en lugar del retraso de tres semanas, éste podría quedarse en sólo una.

Decidió indicárselo por teléfono, y tras comunicar la mejor fecha de entrega posible, le dio a Don Luis la posibilidad de indicar si quería continuar adelante con el contrato o suspenderlo por completo, sin más, de tal manera que pudiera encargar la unidad en otro fabricante o simplemente no adquirir el producto (por si no le hiciera falta tras el desastre que el COVID-19 había generado en la demanda de su servicio). Eso sí, tendría que decidirlo e indicárselo por escrito al día siguiente, para poder cumplir el minucioso nuevo plan.

El final de lo que aconteció lo dejo a vuestra libre imaginación, es lo de menos. Lo que si me gustaría es dejar algunas preguntas que Carlos y su equipo, tras el suceso, discutieron como último punto en la reunión semanal de crisis que tenían todos los lunes, tras revisar las métricas del cuadro de mando nuevo que habían generado para controlar el mermado negocio que el maldito virus había dejado en su empresa.

En la época del post-coronavirus:

¿Necesitamos clientes que expriman o clientes que colaboren en nuestra cadena de valor?

¿Las relaciones empresariales se convertirán en más humanas o serán estrictamente intercambios económicos, sin más?

¿Cuál es el perfil del cliente que interesará a cada uno de nuestros negocios para hacerlos duraderos, estables y rentables?

¿El anti-cliente desaparecerá tras el golpe del COVID-19 o la débil memoria de los humanos hará que sigan existiendo y campando en todos los sectores?

¿Merece la pena crecer y crecer, independientemente de la calidad de los clientes, o sería bueno frenar y generar relaciones en lo que lo humano, le esencialmente bueno del humano, prime sobre el resto de relaciones entre las partes?

No era un punto de los que se pueden medir con métricas de las tradicionalmente usadas en el mundo de los negocios, pero resultó una parte de la reunión de lo más enriquecedora para Carlos y su equipo, eso sí que os lo puedo asegurar.

Y vosotros, ¿qué preferís? ¿Cliente o anti-cliente? Ya me contareis.


domingo, 19 de abril de 2020

"BALI, BALI".- DIAGNÓSTICO Y AISLAMIENTO

"En circunstancias especiales, 
el hecho debe ser más rápido que el pensamiento"

Hernán Cortés (1485-1547) 
Conquistador y descubridor español


Esa tarde me tocó media hora de bádminton y otra media hora de tirar unos tiros en la canasta del patio.

Después, sobre las 20:00 horas, tras aplaudir en la ventana con todos los vecinos, otro de los rituales diarios que se han instalado en el hogar, mientras que mamá y Carmen se quedaron hablando en la tertulia de las ocho, me tocó bajar con papá a la video-call que todos los días tenía con varios amigos de su grupo.

Por suerte, la mamá de uno de ellos, que había estado unos días hospitalizaba ya estaba en casa.

Me quedé a su lado, escuchando, aunque no entendía muchas cosas de las que comentaban, me gustaba aprender palabras nuevas y por qué no decirlo, alguna que otra palabrota o insulto mientras hablaban de personas que yo no conozco.

Cuando terminaron de hablar, nos quedamos en el patio, ya casi sin luz, sin hablar, en silencio.

De repente, le pregunté a mi padre qué significaba "bali, bali". Pero no lo sabía. Lo buscó en internet y resultó ser "rápido, rápido" en coreano.

Me dijo que eso era lo que habían hecho en Corea del Sur una vez iniciada esta pandemia, allá por enero.

¿Y qué han logrado?.- le pregunté. 

Una mínima tasa de mortalidad fue su respuesta.

Tasa, mortalidad, vaya palabros que me ha soltado el señor, pensé sin decirle nada, por supuesto.

Mi papá buscó en el portal Johns Hopkins y me indicó que la tasa en ese país era de 0,45 muertos cada 100.000 habitantes a fecha del 19 de abril.

Le pregunté por eso de la tasa en España y no me contestó. Vaya, con lo que sabe mi padre y le he pillado. Je, je...

Pero lo que más me llamó la atención es que en lugar de contestarme repetía cómo hablando sólo para él dos palabras que tampoco me resultaban muy familiares:

Diagnóstico y aislamiento.

Diagnóstico y aislamiento.

Diagnóstico y aislamiento.

Y así es como la curva, maldita curva, es y será tan distinta dependiendo de si la estrategia ha sido rápida y resolutiva o lenta y fatal...

¿Qué ocurrió?.- me atreví a preguntar cuando quedaban no más de 10 minutos para pasarnos a preparar la mesa para la cena.

Pues hijo, que "bali, bali" investigaron y detectaron el origen del contagio en su país. 

Dieron con quientes formaban parte de ese núcleo y con los que habían estado en contacto. 

Hicieron muy "bali, bali" 200.000 test de manera casi inmediata. Analizaban 20.000 personas por día, nada más y nada menos.

Además, "bali, bali", lo hicieron de manera gratuita, con la ayuda de cuatro compañías privadas, pagadas por su gobierno que garantizaba la eficacia de los test y su abastecimiento.

"Bali, bali" instalaron grandes laboratorios en centros comerciales y otras áreas de fácil acceso para que las personas pudieran ser testadas incluso sin bajarse del coche. Así, protegieron a su personal sanitario que no estaba en riesgo, convenientemente equipada con EPIs y no tenían que trasladarse a domicilios en los que podría contraer el virus en cuestión.

Y así obtenían el resultado en aproximadamente 5 horas. Si es positivo, cuarentena.

De esta manera, "bali, bali", sólo el 10% de los infectados necesitó atención hospitalaria.

Se cerraron escuelas, clausuraron negocios con necesidad de mucha aglomeración, eventos públicos y se incentivó el tele-trabajo (cuando era posible), sí, pero nunca han llegado al bloqueo de movimientos y cuarentenas generales (recuerdo, de gente no contagiada o portadora de anticuerpos, pero en ambos caso negativas de cara a contagiar).

"Bali, bali".- repetía yo mientras mi padre seguía diciendo cosas que a veces entendía, a veces no. Cuánto me gustaba esa palabra. Seguro que cuando tuviera que hacer una redacción la usaría. "Bali, bali".

Y mi padre seguía a lo suyo:

Incluyeron los datos de las personas analizadas en una aplicación, que indicaba los lugares con mayor concentración de contagiados, de esta manera si no estabas contagiado podías consultar la APP y no pasarte por allí, lo cual es bastante lógico.

Eso sí, no faltaron las críticas de los de la protección de datos, los de la privacidad, etc...

Y es que ya estamos de vuelta con lo del valor de la pérdida de libertades, privacidades, y todo lo que conlleva económicamente detrás (por cierto).

Pero ¿cuánto vale una vida? o mejor dicho, ¿cuánto vale la vida de tu mujer, de tu marido, de tu padre/madre o de tu hermano/hermana?

¿Privacidad o seguir vivo?.- ¿Qué prefieres, amigo?

Esa fue la clave, en la que nosotros, en España y otros países no estamos, por cierto. 

Rápido, rápido, conociendo el grupo foco inicial, y generando test en la zona de una manera extraordinariamente rápida.

Por cierto, ¿Dónde están los test? Lento, lento.

¿Dónde está el origen o foco en nuestro país? Lento, lento.

Lento, lento, así estamos, y así seguiremos.

No se por qué mi padre lloraba, pero no era el momento de hacer más preguntas. Me cogió de la mano, preparamos la cena y después, me comí la mejor tortilla francesa con queso de mi vida, que es lo que cuando toca siempre me hace, y creo que lo único que sabe cocinar...


domingo, 12 de abril de 2020

LA FUTURA SOCIEDAD "AGILE" QUE ESCRIBIRÁ UN MUNDO MEJOR

"A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo 
una gota en el mar, 
pero el mar sería menos si le faltara una gota"

Madre Teresa de Calcuta (1910-1997) 
Misionera de origen albanés naturalizada india



Releyendo sobre organizaciones "Agile" y cómo éstas deberían ser, me rondaba por la cabeza cuánto y qué se podría aplicar para esta nueva era que nos tocará escribir a toda nuestra generación, con las que vienen, tras este pulso que nos ha donado la vida.

Es momento de reinventarnos radicalmente como sociedad. No son tiempos de egoísmos, sino de personas solidarias y de buena gente.

La nueva era definirá cómo estaremos organizados y cómo consumiremos y abrazaremos nuevas maneras de relaciones, las cuales envolverán nuevas metas, nuevos principios y valores, así como nuevos liderazgos basados en el amor por los otros desprendiendo una sincera confianza.

Muchos son los principios que modelarán nuestro futuro, pero es muy probable que todos puedan resumirse en tres leyes básicas que deberán ser muy tenidas en cuenta, antes de liberarnos a nuestro ser, salir a la calle y reunirnos fuera de las pantallas, con los nuestros, con toda nuestra red.

En primer lugar, no podemos afrontar los mastodónticos problemas o los muy complejos sin una buena dosis de encajarlo desde lo pequeño. Lo individual, al igual que nuestro aislamiento, suma y mucho. Salvar vidas y hacer feliz al prójimo va de trabajar en pequeño. Por eso, a esta ley la llamaré LA LEY DEL PEQUEÑO EQUIPO. 

Toda nuestra vida debería ser trabajada en pequeña escala, con ayuda a veces de equipos autónomos y multifuncionales que piensen en conseguir ciclos cortos y relativamente pequeñas tareas, las cuales puedan volcarse en conseguir aumentar la calidad de vida de nuestro entorno, de personas próximas, y que por efecto contagio, si todos nos abandonamos a la solidaridad que nos exige nuestra efímera existencia, a todas las personas de este pequeño mundo global.

Se trata de fragmentar esos mega-problemas en mini-componentes, piezas manejables.

Por otro lado, al igual que una organización "Agile" se centra en los clientes, LA LEY DE LA GENTE, en la nueva sociedad cuyo camino está aún por recorrer, hará que todo el mundo se obsesione por generar valor en las personas; la sociedad, tras el varapalo, tendrá en su horizonte la clara visión de buscar lo que necesita su prójimo, y cumpliendo con darle lo que éste requiere, generará valor añadido y aportará su granito de arena al bien en el mundo. La familia deberá ajustar todo (principios, valores, sistemas de relación, comportamientos, etc...) para que la convivencia, la solidaridad y el dar antes de pedir, genere crecimiento, alegría y felicidad en el que lo necesite. Además, lo superfluo deberá ser desterrado de nuestras vidas.

Al contrario de ejemplos actuales que estamos viviendo a día de hoy, intentando quedarnos con material sanitario que no es nuestro (países y gobiernos completos), la tercera ley promoverá que veamos al mundo como UNO. Se puede bautizar como la LEY DE LA RED, y no es sino todo lo contrario a levantar muros, reforzar las fronteras y afianzar el egoísmo por raza, país o clase social...

Esta ley inspirará a la buena gente a ver el mundo como una organización única, como una red interactiva, transparente, confiable y fluida de ciudadanos libres dispuestos a colaborar por y para una meta común que destroce las manos de tantos que aplaudirán, tras ver tanta colaboración desinteresada. La solidaridad creada por la necesidad de la crisis,  de la Pandemia 2020, pasará a ser un hábito no de los héroes y heroínas de hoy, sino de la humanidad al completo. 

Y no significa que la organización de la sociedad deba de dejar de ser jerárquica allí donde se requiera. Pero sí que en cada problema, en cada desafío, la jerarquía deberá ser empoderada según conocimientos y competencias en lugar de basada en la autoridad. Los problemas deben resolverse desde el conocimiento, y no desde el poder (a veces excesivamente ignorante).

La humanidad, tras la lección aprendida, debe operar bajo el espíritu de la Unicidad, deseando tener una comunicación dinámica e interactiva para lo bueno, generándose conocimiento dentro y fuera de nuestro entorno, dónde todo el mundo pueda y deba hablar con todo el mundo y las ideas, las propuestas y los avances puedan llegar a cualquier parte y venir desde cualquier lugar. De esta manera, las decisiones estarán tomadas en base a quién está mejor situado (por conocimiento) para tomarlas, no por ostentar el sillón que las circunstancias hayan dispuesto. 

La red, de esta manera, no será con forma definida, sino que irá conformándose a medida que los problemas y la vida lo requieran. La sociedad no peleará por imponer su sistema favorito de poder político, sino que la flexibilidad que un mundo cambiante requiere será respondida por un sistema de gestión camaleónico simplemente basado en la generosidad y el conocimiento de todas sus partes.

Merece la pena anotar que no se trata de tener procedimientos y leyes rígidas que quedarán obsoletas cada semana, por no decir cada día, sino que el nuevo mundo de la Sociedad "Agile", siguiendo las tres leyes del pequeño equipo, de la gente y de la red conseguirá crear nuevas sendas, nuevas relaciones y convertir a todas las personas de este mundo, nacionales o foráneos, independientemente de sus creencias y valores, en auténticos amigos de nuestra red, de nuestro mundo.


martes, 7 de abril de 2020

MIEDO, PACIENCIA Y FLEXIBILIDAD PARA UN MUNDO NUEVO

"Intentar, desafiar, persistir, perseverar, ser fiel a sí mismo, 
pelear a brazo partido con el destino, 
dejar asombrada a la catástrofe cuando ve qué poco miedo nos da, 
ora enfrentarse al poder injusto y ora rebelarse contra la victoria ebria, resistir, 
plantar cara: ése es el ejemplo que necesitan los pueblos 
y la luz que los electriza"



Victor Hugo (1802-1885) Novelista francés.


Era mi primera salida tras el aislamiento preventivo. Nada era igual que aquel miércoles, tres semanas atrás, cuando volvía del trabajo y vi como aunque estaba prohibido, padres y niños jugaban en los columpios del barrio de mi madre. No se daban cuentan, no tenían miedo, pero estaban contagiándose entre asintomáticos y algún abuelo, hoy desde el cielo, estará cuidando de que la prudencia y la responsabilidad haya sido la lección que en el mejor de los casos, hayan aprendido de este capítulo.

Nada era igual a lo anterior. Calles vacías, mascarilla, guantes. Pero sobre todo, mi sensación de MIEDO.

Es un sentimiento que normalmente ocultamos, en circunstancias del "pasado", y que hoy es bueno para mucho y debemos saber cómo convivir con él para bien de nuestro "presente" y nuestro "futuro".

Aceptarlo y mirarle a los ojos es lo que nos hará fuertes. Elijamos del miedo la parte que nos salvará la vida y desterremos la que frene nuestro talento y nos impida caminar hacia nuestra nueva vida, nuestro nuevo camino, que será no otro que no quedarnos paralizados.

Mientras cogía un carro de la compra, convenientemente higienizado por una chica amable, con mascarilla y con guantes, pensé cómo mi miedo lo había traído la incertidumbre del momento. El trabajo, los planes con la familia, la planificación de ese viaje con los amigos, la salud de nuestros más débiles familiares cercanos...

Si se prolonga, esa incertidumbre provocará tristeza y estrés, ulceras y depresiones. Algo hay que hacer, pensaba mientras paseaba por pasillos vacios, sin gente. La humanidad tiene que salir de esta, como salió de muchas guerras, distintas sí, pero guerras; me repetía mientras recorría el pasillo de los lácteos.

Y no digamos de la fuerza negativa que puede resultar de un mix entre incertidumbre y falta de información. Como humanos, antes de pensar sentimos, por lo que el miedo provocado por la falta de información (o desinformación) nos hace la vida más compleja. Por eso, meditaba deambulando por el supermercado, que debemos aprender (y enseñar el que pueda a los suyos) a gestionar la vida con miedo, pero esa parte que no mata la creatividad ni pone en peligro la productividad. Ese miedo que nos reta para sobrevivir, para afiliarnos a un grupo sin dejar de ser nosotros mismos, ese que nos acurruca al calor del rebaño, pero nos hace únicos en nuestras formas de pensar. Ese que con precaución te permite ser libre.

Y hoy estamos también golpeados por el confinamiento, y las nuevas reglas de convivencia. El cambio, madre de todos los miedos, el cambio. No paraba de pensar en lo que encontraremos, estando seguro que será un mundo nuevo. Personas nuevas, conductas nuevas, relaciones nuevas. Por desgracia, no veremos pasear a personas que veíamos en nuestras salidas. Ya no están. 

El temor a asimilar el cambio nos romperá los esquemas. Y estaremos perdidos, habiendo perdido el control sobre nosotros, sobre los nuestros. Capacidad de aprender. Capacidad de adaptarnos. Saldrá nuestro miedo y despertará en nosotros inseguridad...

Ni que decir tiene, que los cambios obligados de hábitos aportarán a la receta más incertidumbre. Los hábitos pasados permitían a nuestro cerebro generar comportamientos inconscientes; mientras, nos dedicábamos a generar temas más importantes, sin perder mucho tiempo en cuestiones diarias, automáticas. 

¿Pero que ocurrirá cuando toque cambiarlos?

El mundo futuro nos promoverá cambios, los cuales serán como atacar los intereses de las personas. Y la parte del cerebro que se encarga de la parte emocional no dudará en recordarnos que antes vivíamos mejor. 

                                     Más relajados. 

                                                                                            Menos alerta.

El mundo futuro no permitirá que los cambios se asienten. Siempre será recordado el 2020, y con él la posibilidad de que un nuevo ataque o quebranto de nuestra paz llegue sin sorpresa. Y que vaya en contra de nuestros intereses, incluso que nos quite de en medio...

El nuevo mundo deberá crearse para que inculque respeto, pero no miedo. Debe inspirar confianza, de lo contrario generará intentos de limitar lo global, reforzando lo local y creando más fronteras de las que hoy, por desgracia, ya hay.

Hoy es necesario vivir en cuarentena, aislados de manera preventiva por responsabilidad, guardar colas a metro y medio antes de entrar al supermercado, contando los que pueden estar dentro, siguiendo las normas. Pero, ¿mañana?

Mañana tenemos que ver cómo se configura un ecosistema que promueva el pensamiento individual. Siguiendo normas, sí, pero con la flexibilidad que la vida requerirá para seguir abriéndose paso, libres, solidarios, más humanos.

El mundo perfecto no será similar al mundo real que nos espera fuera. En ese momento necesitaremos ciudadanos en la sociedad del futuro con capacidad de iniciativa y orientados a lo nuevo; adaptado a sus nuevos familiares, a sus nuevos amigos, a sus nuevos vecinos y a sus nuevos compañeros de trabajo...

"Todo lo que ocurrirá no está escrito".- y seguía pensando en cómo la aventura del nuevo mundo, que aún está por diseñar, nos ofrecería estabilidad de mercados financieros, flujo de personas viajando para trabajar y para descansar o noches de verano en la terraza disfrutando de buena compañía.

Cómo aportaremos visión estratégica en casa o en el trabajo, esa es otra cuestión que me rondaba mientras hacía mi primera compra, en el pasillo de los productos de limpieza. 

El mundo futuro nos inculcará que no se podrán hacer nuevos experimentos. El eso no se toca, eso no se coge, eso no se abraza, apártate metro y medio, permítame que no le de la mano... Provocará mucho daño al sistema de innovación de la humanidad, por miedo al qué ocurrirá si.

Porque el mundo iba de compartir, de experimentar, de probar, de tocar, de abrazar, de querer estar cerca...

No será fácil vivir los primeros minutos, los primeros días, cuando se levante el telón de la nueva obra. Pero tendremos que salir, adaptarnos al cambio de manera continua y esa parte será la que nos haga libres, autónomos y nuevamente felices.

Para terminar, pensé cómo se podría llegar a un mundo nuevamente feliz, por lo que imaginé que habría que repensarse un proyecto de vida nuevo, distinto, pero con futuro cargado de esperanza e ilusión. Por otro lado, tendríamos que buscar a líderes potentes y no egoistas, dispuestos a dirigir por un bien común y para nada en su interés; líderes valientes y que nos lleven a buen puerto ilusionándonos, inspirándonos.

Si pudiera hablar con ellos les pediría coherencia entre lo que predican y sensibilidad hacia las emociones de su pueblo, su gente. Empatía, mucha empatía pedía una buena amiga hace unos días en un grupo y no le faltaba razón. Pero nosotros nos hacemos el cargo y sentimos por todos los que se han ido y los que están hoy luchando. Pero ellos...

Y como guinda, antes de ir hacia la caja, con esa mampara transparente que nos separa de las personas y que a la vez les protege de cualquier contagio, dejádme rematar todo lo nuevo con una propuesta a modo de deseo, y este no es otro que todo lo que se construya desde hoy se haga con comunicación, comunicación y comunicación. Mucha y de la buena. Mucha y de calidad. Mucha y veraz. Mucha y a tiempo.

Y recordad, está en juego nuestras vidas, nuestro futuro y nuestra libertad. Sed pacientes para en su momento, sed flexibles.