"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

domingo, 23 de junio de 2024

DIRIGIENDO UNA ORQUESTA LLAMADA EMPRESA

 "Lo que hace un collar no son las perlas, sino el hilo"

Camilo Durán Casas. Periodista.



Ricardo es músico, y entiende mucho sobre relaciones en la empresa y otros temas tan importantes como la comunicación interna. Entrega a través de técnicas a grupos que tienen dentro de la organización un fin común y sobre todo ayuda a empresarios y directivos a liderar mediante un acompañamiento basado en cómo el dirige su orquesta. No es de los que quieren transformar el mundo, no, sino de los que hacen cosas para ello.

Navegamos un rato, tras un paseo por Ruidera, por la terminología musical que hay dentro de las empresas. Me habló de la necesidad de la armonía de los objetivos, del ritmo de la organización o de producción, del manejo de los tiempos en todo proyecto, de cómo deben sintonizar y entenderse los diferentes músicos (ay, perdón), los diferentes empleados de la empresa, y mucho más temas que iban saliendo en la paz de un chiringuito al lado de la tranquila y mansa laguna.

Ambos estábamos de acuerdo que la música es sonido organizado, pero una obra bien tocada y una organización bien llevada deben de tener algunos toques más de enlaces preseleccionados, para que no sea robótica, sino que lo inesperado tenga cabida en lo estrictamente formal.

Si se trasciende a lo esperado con normalidad, lo nuevo siempre será muy bien o al menos mejor recibido. Por ello tiende su mano para que nos afirmemos en el proceso de violar las expectativas y nos dejemos cautivar por la creatividad.

Y no, la música no es solo para elegidos, al igual que el talento para la empresa no llega solo en el ADN al nacer. La educación, desde el pasado, tiene culpa de habernos ido robando la creatividad al abrigo del castigo cuando se falla. Y esta tendencia llegó y no es fácil derrocarla en la empresa.

Un amigo de Ricardo, Alfredo, siempre comenta que no piensa en notas cuando está en el escenario, sino en crear una experiencia para su público. Y me decía: "¿qué opinas si la gente en lugar de solo centrarse en solucionar problemas fuera desarrollando una habilidad de crear experiencias para empleados, compañeros o clientes?"


Nada que decir hoy, en un mundo que no nos dan de comer, no nos invitan a un evento, no nos llevan a una tienda a comprar ropa, sino que nos invaden siempre mediante un envoltorio de experiencia, incluso si lo que queremos o necesitamos es la esencia de un buen café tras la comida.

Leonardo, otro director de orquesta conocido de Ricardo, le marcó con un pensamiento. Para este señor, nada existe salvo que se pueda compartir. Y siempre, llevándolo al extremo, le habla de amor y de amar. Ama a los músicos y ama al público para el que toca. Amar a los empleados y a los clientes; suena fuerte. Y de ese sentimiento aflora la generosidad, y la pasión por lo que se hace, con quién se hace y para quién se hace.

Ricardo siguió charlando para que entendiera que el director nunca hace nada, no toca ni una sola nota. Su poder real es empoderar a cada músico para que interprete de 10 su papel, sin apagar al compañero, sin brillar de más cuando no toca para no cegar al que tiene que mirar, ser o estar esta vez por encima porque toca su solo, su parte importante de la obra. Por eso, como directores no solo tenemos que empoderar por teoría, sino preguntarnos cómo podemos dar el poder, en la medida que toque, a cada colaborador en nuestro departamento, en nuestra empresa.

Carlos, que pasaba por allí y se unió a la tertulia, nos indicó a ese respecto que no debíamos obsesionarnos ni avasallar al personal con responsabilidades con las que a veces no se encontraban cómodos o incluso no se sentían preparados. Se trata más bien de permitirles participar cuando tocaba, en el lugar y en el momento adecuado, y hacerles partícipes de la obra no como subordinados sino como iguales.

Se trata, en esencia, de no decir lo que hay que hacer, sino diseñar y crear conjuntamente cada paso, cada etapa del proyecto, dejando a cada empleado una parte del terreno que pueda ser zona para no entremeterse, ni nada ni nadie; su zona privada de actuación.

No es fácil de conseguir, pero decía Ricardo que llega un momento que en lugar de dirigir la obra lo que se percibe  es que el conjunto de empleados son los que te llevan a ti en volandas; no hay individualidades, sino que el equipo se funde un uno contigo.

En lugar de ir hastiados a trabajar, deberíamos tener la sensación parecida a cuando estás con un libro y no puedes dejar de leer y leer. Mediante la fortaleza de un gran propósito, el know-how permite mover los procesos hacia delante, como nadie lo sabe hacer, y lo que es mejor, ni de lejos imitar. Y es el espíritu que hay que encontrar, el alma de la organización que promueva tanto en empleados como en clientes que quieran quedarse en/con la organización. Seguir para siempre leyendo este libro, bebiendo de esta fuente.




Antes de despedirse me indicó que era el tiempo de la búsqueda y el compromiso de un talento que nos ayudara a marcar el compás, el takt time del negocio, ayudara en el reparto de armónicos, procesos más creativos, generosos para con sus iguales, empoderados en la misión de la empresa con una zona privada que les permitiera crear, ser ellos mismos y sentirse parte de un plan mayor para su bien y el del conjunto del negocio.

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