"Los cielos nunca ayudan al hombre que no quiere actuar"
Sófocles (495AC-406AC)
Poeta trágico griego.
René, con 84 años de edad, murió en París el pasado 19 de enero. Nadie se paró para conocer qué le ocurría a ese famoso fotógrafo suizo.
Por miedo, por prisas, por apatía... No importa el por qué, el ser humano en general representado por los transeúntes que pasaban por la zona, mirando hacia otro lado, no se paró a socorrer a uno de tantos anónimos (famoso o no), ya que principalmente lo que más nos importa en estos días somos nosotros mismos, sin entender que siendo sociales necesitamos al otro, y salvar al otro es un paso a mantenernos en pie, tanto como conjunto como de manera individual.
Al final, cuando alguien se dignó a avisar a emergencias y la ambulancia llegó, nada se podía hacer, René estaba muerto. La causa: hipotermia severa. Solo el "tiempo" lo hubiera salvado del "tiempo".
Pero nadie actuó. Todo el mundo paseaba por allí mirando hacia otro lado.
Mientras Jose Manuel leía esta noticia reflexionaba sobre la situación actual. Se quedó solo un rato en su despacho, en silencio, pensando cuántas empresas golpeadas por La Covid, la crisis de los semiconductores, el problema de suministro mundial, etc... podrían morir y no precisamente por el golpe recibido.
Porque lo difícil no es diagnosticar que una empresa está en problemas, sino actuar para en primer lugar cortar la supuesta hemorragia y posteriormente operar y solucionar todo lo que ha provocado el mal de la misma.
Pensaba en los viandantes de París, pasando de largo, e incluso en alguno de ellos saltando por encima del pobre fotógrafo.
Era similar a lo que puede ocurrir en tantas empresas en las que nadie se ve responsable y aunque parezca que hace bien su trabajo, cumpliendo técnicamente con su puesto, tras ver como algo no va bien, simplemente miran hacia otro lado y pasan los días, las semanas, e incluso los años...
Antes de marcharse a casa, José Manuel reenvió la noticia a sus colaboradores más cercanos.
Al día siguiente tuvo una serie de reuniones, intentando comunicar que necesitaba que nadie de su equipo fueran metafóricamente esos administrativos, ingenieros, soldadores, comerciales o directivos que corriendo hacia sus casas, al gimnasio, al bar o al teatro, dejaran en la acera, tirada, moribunda, a esa empresa con necesidad de auxilio.
No se trata de acertar siempre, ni siquiera de que cada decisión sea refrendada con un éxito asegurado, pero lo que nunca debería permitirse es pasar de largo, mirar hacia otro lado, en definitiva, basar nuestra vida en la inacción.
La vida no tiene precio, y cuando se actúa desde cualquier posición, por muy humilde que sea, es posible salvarla. Solo se trata de dar ese plus que se necesita, sobre todo cuando cualquier idea, cualquier mensaje que se mande o cualquier llamada puede hacer que la ambulancia llegue a tiempo, y el paciente se salve.