"Hemos modificado tan radicalmente nuestro entorno
que ahora debemos modificarnos a nosotros mismos
para poder existir dentro de él"
Norbert Wiener (1894-1964)
Matemático estadounidense
Sostenibilidad.
Esa palabra se me quedó grabada tras el discurso del Consejero Delegado después de tres horas de reloj de reunión del Comité de Dirección. Fue el centro de su exposición, y no quería que el foco de su estrategia girara a través de algo diferente que no fueran operaciones sostenibles.
Me fuí a casa pensando que podría ser demasiado tarde, por lo que a la mañana siguiente llamé a mi responsable de comunicación y le indiqué que necesitábamos comunicar qué la empresa era y cómo actuaba en torno a la sostenibilidad.
Me paró en seco. Me dijo que nos veríamos con el responsable de estrategia y antes de comunicar, debíamos pensar y ejecutar, para posteriormente o mientras se generaban las acciones, contar.
Si decidíamos ser y no quedaba otra, sostenibles, teníamos primero que ejercer como tal, para que la transparencia con la que comunicaríamos a los siete mares, fuera real y creíble. Siempre y en todos los proyectos que habíamos abordado, lo habíamos hecho así.
Nuevamente, no existían los atajos y se necesitaba ordenar el piensa, haz y cuenta; porque el cuenta, sin hacer y sobre todo, sin pensar, nunca era algo que había concluído con éxito, ni en nuestra empresa, ni en ninguna de las que habíamos conocido hasta la fecha.
Está claro que generar un discurso honesto sobre qué impacto tendrá en la empresa, en la sociedad, y en el medioambiente nuestra estrategía empresarial necesita mucho tiempo, decisión y una nueva mentalidad.
Por todo, antes de comunicar y de ejecutar, se debería pensar cómo debe ser nuestra estrategia, en cuanto a tres aspectos claves.
En primer lugar, virar en la misión pensando en qué criterios se ve afectada y qué valores nuevos aparecen en la organización.
También es muy importante conocer oportunidades y riesgos que aparecen respecto a la sostenibilidad que se requiere alcanzar, tanto a nivel de cadena de valor como en los aspectos principales del negocio.
Por último, ser capaces de pensar en qué incentivos se pueden traducir los buenos resultados, tanto para trabajadores como directivos; y saber explicarlo.
Y tras pensar, toca hacer. Evaluar dónde estamos, midiendo riesgos y atisbando oportunidades, dando paso a la identificación de las actividades relevantes que nos ayudarán en esta materia de vital importancia para la empresa. Marcar objetivos. Establecer el sistema de recopilación de datos, por ejemplo las emisiones de gases efecto invernadero, la huella de carbono, etc...
Nuevamente, como me pasó cuando nos tocó la implementación del sistema de calidad, y se volvía a poner sobre la mesa que era necesaria la involucración de la dirección, me di cuenta que era necesario el nombramiento de un responsable de sostenibilidad. No le faltaría corte, como decimos por aquí, ya que entre las funciones que se me ocurrían estaban la de impulsar a nivel transversal todos los objetivos propuestos, desarrollar y fortalecer la cuantificación del desempeño con indicadores justos y homogéneos, reforzar la evaluación continua de riesgos y su impacto en los distintos departamentos, y asegurarse que las expectativas de todos los stakeholders se incorporan en el proceso de toma de decisiones, en todos los niveles de la estructura de la organización.
Y si hacemos los deberes, primero pensando y después haciendo, toca comunicar a los diferentes grupos de interés en esta materia tan importante como es la sostenibilidad. Para ello, es necesario tener datos cuantitativos que ayuden a explicar los cualitativos.
Escuchar de forma activa a las diferentes partes, y ser de verdad transparente, sabiendo elegir los mejores canales para cada grupo, intentando reflejar la realidad de la empresa en cada momento es obligatorio. Y esta parte nos lleva a integrar sí o sí, los criterios de sostenibilidad y buen gobierno con el desarrollo de una cultura que sea capaz de perseguir esta estrategia como centro de todo.
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