“Nacemos para la sinergia, al igual que los pies, al igual que las manos, al igual que los ojos, al igual que las hileras de dientes superiores e inferiores. Trabajar uno contra el otro no es natural, y estar molesto y dar la espalda es contraproducente”
Marco Aurelio (121-180)
Emperador romano.
El todo es más que la suma de las partes.
Sí, lo había oído muchas veces pero a la hora de llevarlo a la práctica, nuevamente la imagen de la tarta a repartir aparece en mi cabeza y me tortura.
Negociación, quién parte y reparte... siempre, si no te da por pensar fuera de la caja, se llega a la conclusión que uno + uno = dos.
Pero nada más falso que esta suma aritmética, que olvida que la relación entre las partes es en sí misma una parte más y eleva el resultado por encima de las puras matemáticas. Eso sí, necesita de un gran esfuerzo para que sin darnos cuenta, se nos escape por el sumidero. Y es que para que se quede entre nosotros hay que adentrarse en un viaje cargado de incertidumbre, el cual no sabemos donde nos conducirá. Y no solo a nosotros.
Espíritu aventurero, descubrimiento y creatividad; todo esto y más se requiere, además de una enorme seguridad interior en nosotros mismos y confianza, mucha confianza en la otra parte. Salir de casa, dejar el pueblo y adentrarse en el campo, o mejor aún en la selva, zonas totalmente desconocidas y nuevas para los que necesitamos generar más, que deberíamos ser todos, por otra parte.
Sí, ¿pero cómo?
En estas estaba cuando me llegó un ejemplo, e intenté aprender con lo que Esteban me contó:
Creó un grupo de trabajo. Les enseñó que la sinergia es estimulante. La creatividad es estimulante. Les pidió apertura y comunicación.
Les instó a visionar la ganancia importante que el camino les aportaría, el éxito común como premio, el progreso en su departamento, en su empresa, en su creación, . Y lo vieron como alcanzable y real, por lo que decidieron correr el riesgo que esa apertura y comunicación les suponía.
Y todo empezó por conocerse entre sí, abrirse al otro, con relaciones sinceras, transparentes y sin tapujos. Y las relaciones produjeron un respeto tan sumamente alto que los desacuerdos se trataban, en lugar de mediante herramientas defensivas y reproches, con esfuerzos brutales orientados a comprender a la otra parte.
Pasaron de la falta de confianza, con una actitud de defensa y autoprotección que produce resultados de gano/pierdo, a una posición intermedia de total respeto hacia la otra parte. Eran relaciones entre personas maduras, inteligentes, profesionales, que interactuaban con diplomacia, pero sin empatía. Faltaba todavía algún paso más, ya que se respetaban pero evitaban la confrontación si no había acuerdo inicialmente. Esta situación no generaba todavía posibilidades creativas de valor añadido por encima de la suma de las partes; o solo un mínimo de valor, ya que al menos no destruían ni restaban.
Y esto pasó cuando la confianza entre los diferentes actores del grupo fue alta y verdaderamente sincera. Unos creían en los otros, se inspiraban en la especialidad que les había llevado a liderar sus equipos y a demostrar el por qué eran los mejores en su campo. Entendían primero, desarrollando una cultura que no se basaba en la protección, sino en el aprendizaje. Era la culminación de que sí era posible la generación de la ansiada sinergia.
UNO + UNO = TRES
Producir soluciones mejores, por encima de las originariamente alcanzadas de manera individual por las personas, por los departamentos o por las empresas que forman un consorcio o alianza, merece la pena. Se disfruta de una manera auténtica de una creatividad inusual y de unos resultados que añaden valor y posibilitan la buscada diferenciación. La selva no atrae por incierta y peligrosa, el camino reta a atravesar lo desconocido, pero quedarse al abrigo no es opción, y por suerte, cada vez somos más conscientes de ello. ¿Te animas a explorar?
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