"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

domingo, 7 de noviembre de 2021

LO LÓGICO, LO REPETITIVO, QUE LO HAGAN LAS MÁQUINAS

"Se mide la inteligencia del individuo 

por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar"


Immanuel Kant (1724-1804) 

Filosofo alemán



Sandra es una experta en esto de la Inteligencia Artificial y nos dejó claro que no todo lo que viene es tan terrorífico como lo pintaban en Terminator, o al menos no de momento. Eso sí, tendríamos que tener cuidado de hacia dónde y qué límites tendríamos que disponer las personas que, al final, son las que deciden dónde situar la raya que no se debe traspasar.

Internet fue una auténtica revolución, pero hoy, el auténtico protagonista de la nueva era no es sino la IA, con beneficios en todos los sectores, que ya vamos disfrutando, y con un exponencial crecimiento que supera con creces lo que nuestro intelecto individual es capaz de digerir.

A nuestro alrededor vemos cómo las máquinas realizan tareas que hasta no hace mucho, ayer, lo hacían siempre humanos: parte de la conducción de nuestros vehículos, búsquedas en la red, y por ejemplo, el trabajo que cedemos a nuestras asistentes favoritas Alexa y Siri no dejan de ser tareas que de manera natural trasladamos, a la vez que les donamos nuestros valiosos datos personales, dicho sea de paso.

Y me puedo imaginar que esto no irá a menos, y en nuestra vida cotidiana las máquinas irán dejándonos las tareas que por suerte, son eminentemente humanas.

Repasamos con Sandra que la inteligencia artificial puede ser de cuatro tipos: reactiva, con memoria limitada, con capacidad de aprender y por último, la inteligencia artificial autoconsciente. Esta última, con conciencia de sí misma y capaz de tomar decisiones, verdaderamente a mí me da respeto.

Dicen que se trata de mejorar nuestro cerebro humano mediante un aumento de rendimiento y una liberación de tareas repetitivas, memorísticas y multiplicar por 10 un coeficiente intelectual, elevándolo por encima de mil, pero, ¿Cuál sería el uso que esta humanidad, con una historia de crecimiento entre guerras y conflictos, y sobre todo, siendo la especie que con mayor ahínco amenaza su propio hogar, el planeta que lo acoge?

En un mundo conectado y creciendo exponencialmente el control de nuestros datos, el principal objetivo debería ser que lo humano esté siempre por encima del data, la IA, la realidad aumentada y el famoso Cloud.

Y en un mundo todavía de humanos, debemos asegurar que la ética en general, y la ética digital en particular nos proteja, haciendo que la tecnología permanezca fuera del alcance del lado "oscuro". Le llamó la tecnología buena (Sandra, me refiero). Factores como la privacidad, la autonomía, la delegación, la diversidad, la democracia práctica y la visión de lo bueno debería ser parte de la programación de una inteligencia artificial con el humanismo por bandera. Y esta parte, sin normativa, políticas oficiales que aseguren un buen diseño y marcos normativos internacionales derivaría en un caos con tendencia al mal. Los malos ganarían.

La inteligencia artificial genera mucho bueno, pero debe ser confiable, con riesgos acotados y centrarse en el ser humano, para mejorarlo como especie, incidiendo en la sostenibilidad, seguridad, inclusión y fiabilidad de la tecnología en sí misma.

Me fui pensando en qué debería aportar la gente, el Capital Humano, ese capital que marca la diferencia en tantas y tantas empresas. Nada de lo que hacen bien las máquinas me valdría para lo que sería necesario buscar en las personas de la organización, eso lo tenía claro. ¿Entonces? 

Mi cabeza aterrizaba en la búsqueda de características eminentemente humanas. Esa era la clave, buscar personas que hicieran excelentemente lo que de verdad hacemos mejor; y todo recaía en la inteligencia emocional, en lugar de la artificial. Debemos buscar y hacer crecer en nuestras organizaciones la habilidad de comprender, usar y gestionar nuestras propias emociones. Atrapar y resistir el envite del estrés, comunicar de manera efectiva, empatizar con socios, compañeros, proveedores, clientes y competidores, abrazar los grandes retos que la vida nos depara y sobreponerse al conflicto. 

Y todo esto, por cierto, las máquinas no lo tienen ni lo tendrán dentro de sus tareas. La inteligencia emocional construye relaciones duraderas, el éxito en la vida y en el trabajo, así como la consecución de las metas personales y de carrera que nos marcamos. La calculadora no hace de nosotros una mejor persona o un mejor profesional, sino que es una herramienta más que nos libera de tiempo para pensar, decidir, delegar y actuar.

Sentir, intuir, decidir tomando decisiones éticas y actuar en consecuencia es y será parte de la humanidad, y nunca habrá Terminator que nos quite este privilegio, avance lo que avance la IA. 

El resto, digitalízalo, automatízalo, robotízalo. Lo repetitivo, lo lógico, que lo hagan las máquinas.

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