"Me gusta la gente sentipensante, que no separa la razón del corazón.
Que siente y piensa a la vez.
Sin divorciar la cabeza del cuerpo, ni la emoción de la razón"
Eduardo Galeano (1940-2015)
Escritor y periodista uruguayo
Rita recibió la llamada de su jefe justo antes de la reunión con su equipo. Al principio, tras colgar, no fue capaz de girarse hacia la pantalla de ordenador, ni tan siquiera soltar el bolígrafo con el que se había preparado para tomar notas en la libreta donde reflejaba todo lo que la jornada le iba deparando.
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Víctor era visceral, y a pesar de su carácter, hoy dirigía una empresa que, como él decía, había salido de la nada, con un grupo de amigos volcados en sacar un proyecto adelante, en un principio con el objetivo de comer y vestirse, tras haberse quedado sin trabajo, por allá por la crisis del 93.
Hoy era diferente. Los trabajadores solo pensaban en irse lo antes posible a casa, su gimnasio, sus paseos con los amigos, la bicicleta y el perro; eso sí, siempre con tiempo para las dichosas redes sociales (incluido en el horario laboral) y alguna que otra partida a la "Play".
Pero volvamos al tema.
Al terminar la reunión con uno de los departamentos de su negocio principal, Víctor detectó un problema en el equipo de Rita. No dudó en llamarla, en caliente, y sin anestesia alguna la amenazó incluso con la pérdida de su empleo; sí, a ella, a una de sus mandos intermedios más válidos de los últimos años. Incluso en tiempos de pandemia había demostrado una fidelidad y compromiso con y para la empresa por encima de directivos fundadores, cosa que había valorado en público en varias ocasiones.
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Rita estaba hecha un flan. Acertó a leer la agenda de lo que le quedaba de jornada y tras volver a leerla por tercera vez, decidió anular dos reuniones que tenía, una interna y otra externa, debido a la importancia que para ella y la empresa tenían. Por un lado, no se sentía preparada para defender con un miembro de su equipo un plan nuevo de ajuste, complejo y además aderezado con unos cambios de procedimientos que la situación requería. Por otro, la reunión con uno de los principales proveedores de materias primas era vital para la organización. Venían a negociar las condiciones del próximo trimestre; precios, rappel, depósitos, etc... y ella estaba atrapada en una preocupación extrema por la amenaza de su jefe, que actuaba como una espiral negativa y no le permitía enfocarse en cualquier otro tema que no fuera Víctor y la llamada.
El intelecto de Rita estaba bloqueado. La ansiedad le había provocado un parón de sus aptitudes de funcionalidad intelectual, y cualquier tema que le requiriera un esfuerzo mental estaba pausado, nada que decir en cuanto tareas complejas como motivar a su equipo para una mayor involucración, a pesar de la situación actual, ni menos negociar con uno de los Top 3 de sus proveedores soporte, tal como Rita y su equipo los llamaban.
Víctor no le dio más vueltas a la llamada, simplemente siguió su jornada como si no hubiera pasado nada, pero no se podía imaginar lo que su impulso había provocado en su organización.
En este sentido, como aprendizaje, la pausa meditada ante una mala noticia, unos malos datos, o incluso detectar una mala actuación en alguien de nuestro equipo, puede significar un buen plan de cómo, dónde, cuándo y con quién se debe afrontar esa situación.
Una vez planificado todo, se puede establecer una reunión con la persona adecuada y evaluar la situación, definiendo un plan que permita la adecuación, la ejecución y la mejora del hecho.
En cambio, la actuación "sobre la marcha", puede provocar un pequeño tsumani, que aun teniendo una consideración de leve o minúsculo, a veces, y sin darnos cuenta, puede estar limando en el subsuelo una erosión nada buena para el devenir de cualquier organización.
A tener en cuenta que la magnitud de las preocupaciones que generamos en nuestro equipo es directamente proporcional a la posibilidad de fracaso en la ejecución de sus tareas.
Además, provocar estados de ánimo negativos hacen que nuestra memoria actúe sesgada, y eleve los recuerdos negativos eliminando todo lo bueno que hemos o han hecho por nosotros, generando una mayor probabilidad de contraernos en la toma de decisiones más complejas y arriesgadas. Y nuestro día a día, es eso, una toma de decisiones arriesgadas constante, que la ansiedad y la preocupación provocada por la dirección debido a impulsos puntuales solo derivarán en retrasos, procrastinación y en el caso de tener que tomar esas decisiones en un estado emocional adverso, generarán una alta frecuencia de errores insoportables de cara a la salud de la empresa o negocio.
Para terminar, un pequeño consejo y aviso para navegantes. En vuestro día a día, mirad más por la parte emocional, sin descuidar la técnica, por supuesto, porque una parte afecta a la otra, y sin lugar a dudas, sin corazón sano no hay cerebro que devuelva acierto, y no fallo, y nada que decir a los que necesitamos dar en la diana, cada día más, en este mundo incierto, vertiginoso y entregado a un cambio voraz que si no eres capaz de mimetizarte en él, tal como es, acaba engulléndote como el mar a ese cuerpo cansado, derrotado, consagrado sin más a la resaca incansable...