"No me importa lo mucho que hablen mis ministros,
siempre que hagan lo que yo les digo"
Margaret Thatcher (1925-2013)
Oficialmente estoy de vacaciones, si. La verdad es que aunque el verano de esta forma se hace largo, todo llega, y te fuerza a disfrutar más, ya que te hace pensar que además te lo mereces y todo.
Y una vez llegado el momento del descanso no queda otra que intentar cargar al completo esa batería que, aunque aún no haya dejado sin función alguna el cuerpo/mente, sí que había comenzado de unos días a esta parte a brillar con menos intensidad, incluso dejando algunas actividades sin uso (como la cámara de fotos de mi móvil), todo ello para al menos continuar ejerciendo las tareas principales y no fallar en esos servicios mínimos que necesitan todos y cada uno de las personas que conforman nuestro entorno.
Intentaremos volver al 100% para afrontar este difícil final de año que se nos avecina, porque me temo que deberemos estar alerta y dar lo máximo para ayudar en la ardua batalla que nos tocará lidiar ante tanta incertidumbre y alta velocidad de los cambios. Ni que decir tiene, que a estas alturas ya no queda la menor duda que no es cuestión de sectores, países, productos, sino una globalización total sin marcha atrás que nos obliga a no cesar en dar nuestro mejor, en todos los frentes, para siempre....
Pero pasemos de la filosofía a la práctica, adentrándonos en el caso de la semana. El "líder de máquinas", así lo he bautizado tras salir de la reunión esta misma mañana, y no exagero, os lo juro.
Y es que deberíais haber visto cómo aunque estábamos presentando un nuevo producto a un importante cliente que había aterrizado en la empresa con "tres profesionales tres", dos de ellos no constaban ni de palabra, y casi ni de omisión.
El líder, ¡vaya eclipse!, mientras hablaba, hacía que el tamaño de los mandos intermedios fuera disminuyendo, poco a poco; y al final, cuando intentabas durante la exposición tratar de cambiar la mirada de uno a otro, para que todos fueran partícipes y tuvieran la oportunidad de cuestionar sus dudas, sus miradas clavadas en la mesa y arrugados sobre ellos mismos, me provocaban un estado de ansiedad a la vez que tristeza, haciéndome entender parte de cómo estas criaturas hacen y gestionan sus tareas cuando toca tomar decisiones sin la presencia del supuesto mentor.
Debido a su forma de actuar, hablar, escuchar (por decir algo) me he centrado en intentar explicarle todo directamente a él, pero no ha conseguido llevarse consigo el mensaje ya que basándose en su experiencia pasada, él ya tenía sus conclusiones antes de que la reunión hubiera comenzado. No ha sido posible hacer que viera el valor añadido de la propuesta, ni siquiera ha dado la opción de poder disponer una contrarréplica a sus ideas preconcebidas.
Pero no dudéis, que cuando él se ha descuidado un poco, he conseguido que los muñecos, por arte de magia, cobraran vida. Tal vez funcionan con un sistema de distanciamiento hacia el jefe, puede ser, y una vez vueltos al mundo de los humanos, me han comunicado su interés en lo presentado, ya que entendían que puede solucionar alguno (no todos, por supuesto) de sus problemas, y por lo tanto cubrir unas necesidades hasta la fecha no totalmente satisfechas.
Al final, el objetivo es el objetivo, y toca enviar una buena presentación del producto e intentar que prueben una unidad en forma de prototipo, ya que será la mejor fórmula de demostrarles que es posible aumentar la productividad de sus procesos con la ayuda de nuestra solución.
Para terminar, comentar que la empresa es grande, muy grande, y no tiene malos resultados; pero tengo claro que con algunos retoques en el estilo de liderazgo de la alta dirección iría mucho, pero que mucho mejor.
Para muestra, un botón y me permito sugeriros que dediquéis 4 minutos a ver el siguiente vídeo que evidencia todo lo escrito y si no cae en saco roto podréis usarlo como ejemplo varias veces al día desde el momento que lo veáis.
Nota: Dichosos los que tienen la suerte de disponer en el organigrama, por la parte superior, a líderes con trato humano, que permiten la creatividad, y que dejan crecer a los suyos en circunstancias como la de hoy, haciendo que su equipo genere valor para y con él, y provocando a la vez que el nivel de la empresa adquiera una magnitud superior gracias a las posibilidades de todos y cada uno de sus componentes y no sólo a la divinidad de los responsables situados en la cúspide y por ende, entronizados.