"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

martes, 7 de abril de 2020

MIEDO, PACIENCIA Y FLEXIBILIDAD PARA UN MUNDO NUEVO

"Intentar, desafiar, persistir, perseverar, ser fiel a sí mismo, 
pelear a brazo partido con el destino, 
dejar asombrada a la catástrofe cuando ve qué poco miedo nos da, 
ora enfrentarse al poder injusto y ora rebelarse contra la victoria ebria, resistir, 
plantar cara: ése es el ejemplo que necesitan los pueblos 
y la luz que los electriza"



Victor Hugo (1802-1885) Novelista francés.


Era mi primera salida tras el aislamiento preventivo. Nada era igual que aquel miércoles, tres semanas atrás, cuando volvía del trabajo y vi como aunque estaba prohibido, padres y niños jugaban en los columpios del barrio de mi madre. No se daban cuentan, no tenían miedo, pero estaban contagiándose entre asintomáticos y algún abuelo, hoy desde el cielo, estará cuidando de que la prudencia y la responsabilidad haya sido la lección que en el mejor de los casos, hayan aprendido de este capítulo.

Nada era igual a lo anterior. Calles vacías, mascarilla, guantes. Pero sobre todo, mi sensación de MIEDO.

Es un sentimiento que normalmente ocultamos, en circunstancias del "pasado", y que hoy es bueno para mucho y debemos saber cómo convivir con él para bien de nuestro "presente" y nuestro "futuro".

Aceptarlo y mirarle a los ojos es lo que nos hará fuertes. Elijamos del miedo la parte que nos salvará la vida y desterremos la que frene nuestro talento y nos impida caminar hacia nuestra nueva vida, nuestro nuevo camino, que será no otro que no quedarnos paralizados.

Mientras cogía un carro de la compra, convenientemente higienizado por una chica amable, con mascarilla y con guantes, pensé cómo mi miedo lo había traído la incertidumbre del momento. El trabajo, los planes con la familia, la planificación de ese viaje con los amigos, la salud de nuestros más débiles familiares cercanos...

Si se prolonga, esa incertidumbre provocará tristeza y estrés, ulceras y depresiones. Algo hay que hacer, pensaba mientras paseaba por pasillos vacios, sin gente. La humanidad tiene que salir de esta, como salió de muchas guerras, distintas sí, pero guerras; me repetía mientras recorría el pasillo de los lácteos.

Y no digamos de la fuerza negativa que puede resultar de un mix entre incertidumbre y falta de información. Como humanos, antes de pensar sentimos, por lo que el miedo provocado por la falta de información (o desinformación) nos hace la vida más compleja. Por eso, meditaba deambulando por el supermercado, que debemos aprender (y enseñar el que pueda a los suyos) a gestionar la vida con miedo, pero esa parte que no mata la creatividad ni pone en peligro la productividad. Ese miedo que nos reta para sobrevivir, para afiliarnos a un grupo sin dejar de ser nosotros mismos, ese que nos acurruca al calor del rebaño, pero nos hace únicos en nuestras formas de pensar. Ese que con precaución te permite ser libre.

Y hoy estamos también golpeados por el confinamiento, y las nuevas reglas de convivencia. El cambio, madre de todos los miedos, el cambio. No paraba de pensar en lo que encontraremos, estando seguro que será un mundo nuevo. Personas nuevas, conductas nuevas, relaciones nuevas. Por desgracia, no veremos pasear a personas que veíamos en nuestras salidas. Ya no están. 

El temor a asimilar el cambio nos romperá los esquemas. Y estaremos perdidos, habiendo perdido el control sobre nosotros, sobre los nuestros. Capacidad de aprender. Capacidad de adaptarnos. Saldrá nuestro miedo y despertará en nosotros inseguridad...

Ni que decir tiene, que los cambios obligados de hábitos aportarán a la receta más incertidumbre. Los hábitos pasados permitían a nuestro cerebro generar comportamientos inconscientes; mientras, nos dedicábamos a generar temas más importantes, sin perder mucho tiempo en cuestiones diarias, automáticas. 

¿Pero que ocurrirá cuando toque cambiarlos?

El mundo futuro nos promoverá cambios, los cuales serán como atacar los intereses de las personas. Y la parte del cerebro que se encarga de la parte emocional no dudará en recordarnos que antes vivíamos mejor. 

                                     Más relajados. 

                                                                                            Menos alerta.

El mundo futuro no permitirá que los cambios se asienten. Siempre será recordado el 2020, y con él la posibilidad de que un nuevo ataque o quebranto de nuestra paz llegue sin sorpresa. Y que vaya en contra de nuestros intereses, incluso que nos quite de en medio...

El nuevo mundo deberá crearse para que inculque respeto, pero no miedo. Debe inspirar confianza, de lo contrario generará intentos de limitar lo global, reforzando lo local y creando más fronteras de las que hoy, por desgracia, ya hay.

Hoy es necesario vivir en cuarentena, aislados de manera preventiva por responsabilidad, guardar colas a metro y medio antes de entrar al supermercado, contando los que pueden estar dentro, siguiendo las normas. Pero, ¿mañana?

Mañana tenemos que ver cómo se configura un ecosistema que promueva el pensamiento individual. Siguiendo normas, sí, pero con la flexibilidad que la vida requerirá para seguir abriéndose paso, libres, solidarios, más humanos.

El mundo perfecto no será similar al mundo real que nos espera fuera. En ese momento necesitaremos ciudadanos en la sociedad del futuro con capacidad de iniciativa y orientados a lo nuevo; adaptado a sus nuevos familiares, a sus nuevos amigos, a sus nuevos vecinos y a sus nuevos compañeros de trabajo...

"Todo lo que ocurrirá no está escrito".- y seguía pensando en cómo la aventura del nuevo mundo, que aún está por diseñar, nos ofrecería estabilidad de mercados financieros, flujo de personas viajando para trabajar y para descansar o noches de verano en la terraza disfrutando de buena compañía.

Cómo aportaremos visión estratégica en casa o en el trabajo, esa es otra cuestión que me rondaba mientras hacía mi primera compra, en el pasillo de los productos de limpieza. 

El mundo futuro nos inculcará que no se podrán hacer nuevos experimentos. El eso no se toca, eso no se coge, eso no se abraza, apártate metro y medio, permítame que no le de la mano... Provocará mucho daño al sistema de innovación de la humanidad, por miedo al qué ocurrirá si.

Porque el mundo iba de compartir, de experimentar, de probar, de tocar, de abrazar, de querer estar cerca...

No será fácil vivir los primeros minutos, los primeros días, cuando se levante el telón de la nueva obra. Pero tendremos que salir, adaptarnos al cambio de manera continua y esa parte será la que nos haga libres, autónomos y nuevamente felices.

Para terminar, pensé cómo se podría llegar a un mundo nuevamente feliz, por lo que imaginé que habría que repensarse un proyecto de vida nuevo, distinto, pero con futuro cargado de esperanza e ilusión. Por otro lado, tendríamos que buscar a líderes potentes y no egoistas, dispuestos a dirigir por un bien común y para nada en su interés; líderes valientes y que nos lleven a buen puerto ilusionándonos, inspirándonos.

Si pudiera hablar con ellos les pediría coherencia entre lo que predican y sensibilidad hacia las emociones de su pueblo, su gente. Empatía, mucha empatía pedía una buena amiga hace unos días en un grupo y no le faltaba razón. Pero nosotros nos hacemos el cargo y sentimos por todos los que se han ido y los que están hoy luchando. Pero ellos...

Y como guinda, antes de ir hacia la caja, con esa mampara transparente que nos separa de las personas y que a la vez les protege de cualquier contagio, dejádme rematar todo lo nuevo con una propuesta a modo de deseo, y este no es otro que todo lo que se construya desde hoy se haga con comunicación, comunicación y comunicación. Mucha y de la buena. Mucha y de calidad. Mucha y veraz. Mucha y a tiempo.

Y recordad, está en juego nuestras vidas, nuestro futuro y nuestra libertad. Sed pacientes para en su momento, sed flexibles.


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