"Darle a cada día su propio afán,
pero también su propia sonrisa, su propio gozo,
su propio color, su propio aroma.
Eso es la inteligencia.
Porque una inteligencia que no nos ayude a vivir, no la quiero"
Antonio Gala (1930-2023)
Dramaturgo, poeta y novelista español
Hacía tiempo que Juan no se reunía con Mireia y como siempre, aprovechaba estos encuentros para adquirir algunos titulares que le sirvieran para seguir creciendo en el día a día como directivo.
Esta vez, hacía poco que había asistido al evento anual por antonomasia de su escuela de negocios, y repasó algunos detalles que se le habían quedado durante una de las charlas relacionadas con IA.
Le habló de recortar costes mientras aumentaba el volumen del impacto generado. Siguió indicándole la ahora posibilidad de equilibrar calidad y cantidad de recursos y datos de salida de una manera que hasta hace poco parecía imposible. Escalar vs personalizar ya no era excluyente. Pero, ¿es automático? La respuesta es no. Los directivos deben comprender las posibilidades y el potencial de la IA primero, para luego aprovechar todo ese potencial y ponerlo en práctica marcando la diferencia con competidores y además, el conocer la herramienta debe permitir actuar como humanos expertos y lanzar a una velocidad nunca conocida su visión estratégica de su negocio.
También le resaltó que no debe olvidarse el cómo protegerse contra sus limitaciones, y los peligros que conlleva lanzarse en sus brazos sin entender mucho del asunto.
Queda descartado que la IA minimice el número de directivos en las empresas; al contrario. Tomar decisiones desde el criterio humano, analizar e integrar esta tecnología en procesos de trabajo y gestionar equipos no se realiza mediante preguntas/respuestas de una máquina o pantalla. Y siempre queda la necesidad de garantizar que la información que alimenta a la IA es idónea y correcta, además de implementar los ajustes para que dicha información sea útil y dirija el negocio hacia donde se requiere. Y también es una función directiva difícil de sustituir decidir qué procesos de formación son necesarios a nivel empleado para que pueda trabajar y aprovechar todas las ventajas que la IA generan.
Mireia lo tenía claro y así lo indicó. No se trata de comprar la tecnología, echarla a andar y olvidarse. Hay que implementar, qué, para qué, cuándo, cómo, dónde... ajustar, supervisar y valorar desde el punto de vista ético de manera constante. Y ni que decir tiene que esta parte resta simplicidad al asunto de dirigir, porque reta al directivo a sobresalir más que nunca en áreas como pueden ser el análisis de datos, la creatividad y la resolución de problemas.
Resaltó que sí, que la IA genera y es capaz de trabajar con millones de datos en tiempo récord, pero quién si no los directivos deben interpretar los outputs y tomar decisiones estratégicas con los resultados de ese procesamiento brutal de los datos.
En cuanto a la creatividad está claro que los directivos y mandos, en cada empresa, debieran potenciarla para definir cómo coordinar IA con la fuerza laboral humana. Y no hay guion ni procedimiento basado en experiencias pasadas. Hay que innovar y crear, debiendo ser muy creativo para traspasar unos outputs de la máquina al terreno de lo práctico y de los resultados reales que acaben beneficiando al negocio.
En cuanto al factor de la resolución de problemas, enseguida el grupo que se había ido acercando a la charla con Mireia lo tenía claro (o no tanto), cuando estaban de acuerdo en parte a que no se podían tomar a pies juntillas las resoluciones de IA. Se trataron tanto los sesgos en los datos como los dilemas éticos. En lo que sí estaban de acuerdo era que esta tecnología había venido para complementar y/o mejorar a las personas pero no a reemplazarlas.
"Lo tengo claro".- terminó. "Hay que prepararse para un futuro en el que la dirección va a ser clave en la adopción de la IA y en ser garantes para que la integración de la misma beneficie a medio/largo plazo a la empresa en toda su extensión".
Se despidió Juan y volvió a casa pensando un poco en todo lo hablado mientras conducía, atravesando un Madrid ya iluminado, brillante, introduciendo un ambiente navideño aun estando todavía en el final de noviembre. Le golpeaba en su cabeza la palabra FORMACIÓN. Habilidades blandas como creatividad, inteligencia emocional y comunicación serían diferenciales en la nueva era de la IA. La tecnología mejoraría el mundo de los negocios, sin reemplazar nunca al criterio humano. Y el uso eficaz de esa potente herramienta dependería de la calidad y conocimiento del directivo. FORMACIÓN volvía a resonar mientras el semáforo contaba para cambiar el rojo por el verde.
Pensó en equipos híbridos de máquinas y personas. Estrategias muy flexibles y coordinadas. Aseguramiento de que se sepa analizar e interpretar de manera correcta las salidas de la IA, así como asegurar la información de entrada al sistema, sin sesgos ni errores fatales a la hora de elaborar soluciones de salida de más calidad.
Aprender para alinear objetivos, personas e IA. Ese era el reto y mientras unos duermen, como siempre, otros estudian y se separan en la carrera. Toca elegir la parte del cuadro en el que queremos que nos pinten. Esta decisión sí que depende de nosotros, y solo de nosotros.
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