"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

sábado, 23 de marzo de 2024

BATALLA ENTRE TÚ Y EL EGO

"El tabique que separa la sana autoconfianza 

de la insana arrogancia es realmente fino"


Haruki Murakami (1949-?) 

Escritor y traductor japonés


Últimamente sentía que el equipo estaba necesitado de dar buena imagen al exterior, carecía de humildad y a menudo caía en el puro ejercicio de la soberbia.

Vivir apegado en exceso a nuestros pensamientos, a nuestras necesidades, nos sitúa de manera fantasiosa por encima de los demás. Es verdaderamente una distorsión de la realidad que el ego domina y por supuesto, el hecho de conocerse a si mismo se complica por momentos.

Recordé una frase que me había perseguido desde aquel día en el que un compañero me comentó al respecto: "El ego necesita creerse superior para disimular su verdadero sentimiento de inferioridad".

Antes de citarles, repasé al equipo y vi personas dominadas por el ego, engañadas, que se creían superiores al no ver la realidad. Es como si tuvieran una máscara que necesita constantemente la aprobación de los demás, porque en el fondo lo que hay es temor. Es como que han ido tejiendo un personaje, alejándose de la sencillez y complicando sus vidas, con una falsa autoestima proyectada para que nadie descubra la inseguridad que realmente habita en su interior.

La iniciativa es nula cuando el ego arraiga, por lo que el terreno conocido y seguro será el hábito de vida, donde es aceptado, donde el piropo falso e interesado reverbera en los oídos del ególatra.

Al contrario, la persona con una autoestima verdadera no tendrá nunca miedo a explorar lo desconocido, independientemente de la no aprobación del ajeno, aceptando otras voces, otras ideas, pero sin molestarse en absoluto por lo que dirán o lo que no salga a la primera. Aprovechará para aprender, sin duda, sin rasguño aparente ni daño en lo que a su valía se refiere.

Pero el ego pide alimentación constante. Y si no, la persona se sentirá tímida, con rabia, con pena o incluso miedo. Se demuestra que es una falsa seguridad, como una coraza engañosa. El tema es que la identidad de uno mismo, en ese caso, depende de lo que los demás piensen de él.


Preparé la reunión con todos en una sala adecuada al número de asistentes; y no fallaron a la cita. Sabían que era importante para todos. Hacía tiempo que no les había citado con tanto tiempo y mediante esa carta personal que mandó el mensaje correcto y claro sobre la trascendencia de la reunión nadie falló.


Y allí estaban todos, juntos, preparados para iniciar la reunión:

- El jinete, copiando ideas ajenas para su propio beneficio. 

- El prestigioso, siempre buscando aplausos, reconocimiento en todo lo que dice o hace.

- El interruptor, nunca dejando hablar al resto, interrumpiendo sin respeto y sin empatía hacia el equipo.

- El envidioso, nada tolerante con los éxitos de las otras personas de la organización. Para él, la regla básica es la teoría de la escasez, la tarta discreta; trozo que se comen, trozo que no es para mí.

- El silencioso, callado, como muy atento y comprensivo, pero crítico e hipócrita. Trabajando de manera desleal y juzgando siempre a las espaldas, haciéndose pasar por amigo. Muy peligroso, por cierto, porque no lo ves venir nunca.

- El insaciable, tomando a toda costa siempre el control, procurando siempre ser el centro de atención.

- El sabelotodo, siempre teniendo la razón, dando consejos o explicaciones incluso en temas que no controla o no le han pedido ni siquiera su opinión.

- El sordo, hablando y hablando sin parar, sin escuchar. 

- El manipulador, apelando al engaño para conseguir beneficios y arrimando el ascua a su sardina.

- Y por último, pero no por ello menos importante, sino todo lo contrario, el orgulloso, manifestando su alta competitividad y nula aceptación de las derrotas, soberbio y bien alejado de la humildad, la solidaridad y el compañerismo.


El ruido del puente grúa pasando por la venta del despacho me sacó del pensamiento profundo, de repente. Estaba solo en mi despacho. En realidad, los diez compañeros en los que se representaba ese maligno ego estaban en mí. Sabía que convivían conmigo porque por miedo al fracaso no arriesgaba, y siempre quedaba "seguro" dentro de la zona de confort. A veces me veía a mí mismo diciendo cosas positivas sobre mí sin realmente creerlo, buscando la aprobación del prójimo e intentando atraer la atención del resto. Y sobre todo, excesivamente pendiente de la impresión que causo o pueden causar mis acciones y/o decisiones a los demás.



Me comprometí a cambiar. Debería poner el foco en el interior y no en el exterior. No debía pretender ser más, pero tampoco menos. Eliminar culpas, exigencias desorbitadas, perfeccionismo o la necesidad de siempre tener razón construyendo un camino también para la descarga de ese pesado ego. Disfrutar de las pequeñas cosas, apreciando la vida como bella y como el auténtico regalo, y practicaría la gratitud. Reconocer lo que otras personas han hecho por mi, y agradecer por lo que ya se tiene y no estar siempre disgustado y atareado por conseguir lo que falta. 

Y escuchar. Escuchar para abrirse a la experiencia del otro acallando al yo. Y pensar en modo "nosotros". Y forzaría el darse cuenta que el ser es sencillamente complejo, diferente y contradictoriamente similar, necesitándonos siempre los unos a los otros, evidenciando que el equipo siempre supera al individuo. 

Volví a casa pensativo, en paz, escuchando la esencia interior, de donde brota una buena persona que merece la pena, bloqueando al ego que todo lo nubla y saca lo peor de mí mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario