"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

domingo, 10 de marzo de 2024

DETECTANDO Y GANANDO LA PARTIDA AL BURNOUT

"Aburrirse en el momento adecuado es signo de inteligencia"


Clifton Paul Fadiman (1904-1999) 

Escritor, editor y crítico estadounidense




Como cada noche, dejé que las lagrimas limpiaran el surco sucio, árido, seco y doloroso que el día había dejado en una mente que no paraba de centrifugar ideas, problemas, relaciones y voluntades dispares que en diferentes ámbitos necesitaban de alinearse en cierta medida para que el mundo avanzara. "En la dirección que yo quería".- acabé pensando una vez el torrente de las emociones había vuelto al reseteo diario, tan necesario para iniciar el proceso de descanso que amanecería en un nuevo día cargado de retos; la jornada siguiente.


Recordé con cariño a dos personas cercanas, una en el ámbito laboral y otra en el familiar, e intenté acercarme a lo que podían haber pasado, o estar pasando, debido a sufrir el todavía tan incomprendido síndrome del burnout.

Todo lo había revuelto la charla larga y productiva con Cris. Su experiencia y cómo lo contaba serviría y debería servir para que mucha gente fuera capaz de prevenir este mal que aunque algo invisible, nos rodea y en cierto modo nos amenaza a todos. Hablamos largo y tendido de salud mental.

¿Es posible mejorar la relación con nuestro entorno si no estamos bien con nosotros mismos?

Es cierto, solo hablamos y colgamos en red nuestros éxitos, pero Cris me preguntó qué pensaba sobre el tema del peaje emocional que pagamos en las etapas sombrías, oscuras. A ella le pilló de una manera inesperada. Se creía una superwoman, que venía de serie como una persona multitarea, que podía llegar a todo; pero pagó un peaje, tanto en la salud física como en la mental. Y no lo vio venir. 

Aun siendo entusiasta y sintiéndose en plena forma llegó una crisis aguda tras llenar su agenda a tope. Y define su momento de caída como en plenitud vital, contenta con ella y su entorno, cumpliendo sueños, viviendo bien y cómo quería. O eso creía...

El empoderamiento le empujaba a remangarse, solucionarlo todo. "Yo puedo".- siempre se decía. Detectas algo y piensas que es tu responsabilidad arreglarlo. "Si tienes un cáncer, tienes claro que necesitas especialistas médicos que te ayuden, pero ¿si tienes un problema de ansiedad que te está llevando por la calle de la amargura?".- me preguntaba.

Me explicó que no se entiende que le puedes decir a la mente que pare. Y además no sueles conocer a nadie que habiendo sufrido crisis de esa manera te lo haya contado para que lo reconozcas tú. Me dijo que no sientes que des el perfil para caer y sufrir ansiedad. No veía señales.

Me contaba que todos asumimos vivir deprisa, vivir en modo estrés,  creemos que es normal. "Ya descansaré y pararé luego. Y el cuerpo te para de verdad".- apostilló Cris.

Me indicó lo importante de compartir. Pero no la parte editada y sesgada que proyectamos en nuestras redes. Nada real. Nada de compartir solo lo bueno. Parar, me contaba, ese verbo tan poco usado en un mundo que nos han  vendido como frenético, el que hay que exprimir cada segundo, cada fotograma, siempre haciendo cosas. 

Recordé lo que les decía a mi hija y sobrina hace unos días. Por favor, dejar de hacer para ser... porque no somos "haceres humanos" sino "seres humanos".


La clave: desconectar para volver a conectar. Poner y conocer nuestros límites. Aprender a renunciar para vivir con serenidad. No vale todo. Debemos aprovechar el momento, sabiendo que el cementerio está lleno de superhéroes, que no venimos de serie como multitareas infinitas y podemos menos de lo que creemos.

Hemos normalizado vivir deprisa, con estrés. Y cuando no llegamos en lugar de pausar, buscar la tranquilidad, la serenidad y la pausa nos atiborramos a vitaminas (cuando no nos metemos drogas en forma de medicamentos para seguir cavando hacia dentro).

Se necesita reaprender. La tecnología nos ha ayudado muchísimo. Pero la inmediatez no es compromiso, ni triunfar es implicarse hasta perder la salud.

Me instó a profundizar en el arte de la asertividad. Controlar el número de cosas a decir sí. Cuesta decir NO, pero hay que renunciar incluso a temas que apetecen, porque a veces no es el momento.

Y Cris me dejó unas herramientas que le sirvieron para mejorar su calidad de vida y la gestión de su tiempo. 

Dejó de tenerlo todo digitalizado y comenzó a ESCRIBIR listas a mano que cambiaba, tachaba, y le hacían recapacitar sobre si debía afrontar las tareas o no. Qué se comprometía y qué no; si era el momento, si podía sin eliminar otros temas que también eras vitales para ella. Familia, amigos, deporte, y dedicación al aburrimiento (tarea que descubrió no tan improductiva, sino reconstituyente si cabe, tal como la había conocido en el pasado) pasaron a formar parte de su agenda.

Comenzó a delegar, pero delegar de verdad. Y a hacer equipo. Dejó de hacer todo. Y esto pasó por aprender de verdad de la buena a CONFIAR. Pasó del "solo tú puedes hacerlo perfecto y cómo quieres" al "hecho por el equipo, mejor que perfecto mientras me dejo la vida".

Y aprendió a DESCANSAR y a no hacer nada. No pasó nada. Se vio por primera vez en años tumbada, escuchando música, escuchando un río, pájaros y el viento moviendo hojas de árboles que no conocía, pero le donaban paz. No hacer nada era parte del entrenamiento, lo que llaman los deportistas el entrenamiento invisible. Porque el descanso es parte del entrenamiento. Y para ella la atención plena era estar en lo detalles del día a día. Y logró ir y vivir sin prisa.

Me indicó que aprendió a DISFRUTAR del proceso. Ponerse la comida en un plato en bonito. Darse crema con mimo. Entrenar gestionando las expectativas; si tenía ganas, perfecto, y si no, pues a entrenar sin ganas. Trató su vida gestionando y disfrutando de pequeñas victorias del día a día.



Para Cris la gestión emocional y la desconexión va más allá de quitarse el Instagram. Se trata de eliminar el centrifugado que nos atropella en la cabeza. Desconectar de los pensamientos intrusivos, recurrentes, malignos...

Comprender las emociones que no siempre nos llevan a la perfecta felicidad. Permitirnos estar tristes, permitirnos no estar arriba, porque no es posible un 100% de felicidad; y apoyarse en los demás, hablarlo con el entorno, normalizar la situación como primer paso para avanzar, y siempre firmes, sin miedo. No quitarte el ejercicio físico diario. Comer sin prisa. Todo forma parte del autocuidado. 

Si detectas que poco a poco no te apetece nada, estás apático, con ganas de llorar, te alta energía, duermes mal y te muestras irascible. Pues lo mismo toca pararse, reevaluar, pensar si vives el tipo de vida que quieres vivir, y sobre todo, toca pedir ayuda.

Y no olvidar siempre y lo antes posible contar con los nuestros y con los profesionales es vital para resetear y volver a vivir dejando atrás un viaje que toca cambiar de rumbo.

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