"Aprender sin pensar es inútil.
Pensar sin aprender, peligroso"
Confucio (551 AC-478 AC)
Filósofo chino
La Semana Santa tocaba fin y tuve la suerte de compartir una tertulia muy amena y diferente tras la comida de este Domingo de Pascua.
Diego se unió a la mesa por casualidad. Me lo presentó un amigo común el Domingo de Ramos. Era profesor en la universidad, estaba solo y pidió permiso para sentarse un rato con nosotros.
Comenzó comentando por qué defiende el sentimiento de culpa, algo raro como tema de debate pero que nos hizo prestar atención al resto de comensales. En este siglo que se intenta enseñar que no nos debemos de sentir culpables, hagamos o no hagamos algo, intentó hacernos ver que no es tan grave, sino todo lo contrario.
El humano erra por naturaleza, por lo que el que no se arrepiente de nada no debe de sentirse muy humano, continuó. Y la perfección no existe, al menos en el terreno ajeno a lo divino, en el que nos movemos todos los presentes...
Diego comentaba que al menos hay que sospechar del que no se arrepiente nunca. Y pasó a hablar sobre aceptación.
También lo de aceptarse tal y como eres, puede llegar a ser peligroso. No todo está bien y no debemos aceptarnos al 100%. Se trata de optimizar y transformarse, por lo que no podemos aceptarnos y conformarnos de lo que somos y de cómo somos. Y es que todos estábamos de acuerdo que esforzarse es un proceso de mejora continua, que parte de una imperfección para ir mejorando lo presente. Si se está vivo, hay que aspirar a seguir mejorando, aspirar a construir un yo mejor, aspirar a ser nuestro propio instrumento de inventar nuestro yo futuro, para que nuestro camino hacia la vida sea un proceso de construcción.
Culpa, aceptación y esfuerzo. Diego era un filósofo y estaba dándole sentido a un Domingo de Resurrección en el que habíamos celebrado el revivir de nuestra fe dando certeza a un camino hacia la salvación eterna.
La ética es un cultivo del carácter en el que a través de la costumbre vamos perfeccionándonos paso a paso, acercándonos a lo que queremos o debemos ser.
Resurrección es Vida, Esperanza, por lo que debemos ser dignos de ser confiables como líderes o maestros en dónde nos toque servir. Se debe ser autoexigentes, eso sí. El pensamiento crítico debe ser cultivado y siempre hay que someterse a examen, sospechando de cuales son nuestros principios gestores de nuestro propósito.
Y pidiendo otro café nos instó a celebrar la diferencia. Todo el mundo quiere ser diferente, pero al no pensar con autonomía y no desafiar las verdades que la sociedad y las redes sociales nos imponen, todos tendemos a parecernos mucho. Se trata de ser atrevidos y valientes a la hora de afrontar lo que se nos autoimpone.
Y Diego llegó a un tema fundamental para crear el futuro de nuestras casas, nuestras familias y nuestras empresas. Nos hizo reflexionar de cómo alargamos la figura del joven. Los adolescentes se están construyendo, pero qué ocurre con jóvenes de 25, 30 ó 35 años, los cuales deberían ser personas preparadas para construir una vida plena desde esa fuerza vital que da la juventud.
Los jóvenes son ciudadanos plenos, profesionales completos que deben ser los motores de nuestra sociedad, y no vagones arrastrados por máquinas experimentadas, sí, pero con tecnología del pasado que aunque necesaria como complemento no pueden seguir dirigiendo solo desde su prisma el camino hacia el futuro.
Diego comentó bastante sobre el tema de la valentía. Para él, el cobarde suele ser muy egoísta y conservador a la hora de proteger lo que tiene. El valiente es diferente, lo mismo porque no tiene nada que perder. La desafección con la vida, con lo que se tiene, nos convierte en valientes, y volvimos a recordad la fiesta de Pascua. Ni la vida propia vale tanto. Hay cosas que son mucho más importantes que nosotros mismos.
La valentía debe ser una actitud civil prioritaria, no una más. El valiente es aquél que teme lo que hay que temer. Distinguir entre cometer injusticia a padecerla. El miedo debería ser a hacer algo malo, no a que nos ocurra. Debemos vivir teniendo miedo a las cosas que podamos hacerle a nuestro entorno, a las personas que nos rodean y no a las que podamos recibir.
Y habló de democracia. Asumir que nuestras convicciones pueden exponerse a concurso público; serán criticadas. Y algunas no sobrevivirán. Ser valiente es atreverse a matizar, atreverse a no tener opiniones fijas, atreverse a cambiar de opinión.
Diferencia, juventud y valentía. Otro paquete dejado por Diego antes de continuar charlando afablemente en un domingo excelente, broche de la Semana Santa.
Qué caro está esto de pensar. No debemos trabajar en oponerse el uno contra el otro. Pensar no es pensar contra el prójimo, no es una batalla de tú y el contrario.
La oposición no es nada valioso, sin más:
Desmontar es sencillo.
Criticar es sencillo.
Romper es fácil.
Lo difícil es crear y desmitificar el prestigio de la crítica no constructiva. Porque eso lleva al odio gratuito.
A Diego le interesa el que propone, el que construye, los que inauguran un camino transitable y elimina al que bloquea opciones que proponen otros. El refuerzo de lo que yo creo, validado en redes por algoritmos para sentirnos cómodos, es una pobreza del pensamiento.
Someter a crítica nuestras convicciones es enriquecedor. Se trata de saber si nuestra experiencia y nuestro aprendizaje nos capacita para cambiar o mejorar nuestra opinión. El fracaso de un mentor, un líder o un maestro no es otro que su equipo o alumno no haya cambiado nada de lo que opinaba sobre algo antes de un trabajo, una clase, una conversación.
Y nos habló sobre la belleza del pensar. Se trata de crear condiciones y construir espacios para pensar de otra manera. Los espacios del silencio serían buenos. Se necesita tiempo y silencio para pensar de forma aislada. Y se están perdiendo estos espacios para cultivar la reflexión serena. En la actualidad se nos mide por producción acelerada de manera permanente.
Y crear necesita tiempo; tiempo en barbecho.
¿Qué has hecho hoy? Nos preguntan y nos autopreguntamos al irnos a casa, todos los días, todas las semanas...
¿Y cuántos minutos has pensado? Esta pregunta se hace menos.
¿Se puede tender a la mejora sin pensar? ¿Qué dirían nuestros jefes si nos quedáramos en casa y le dijéramos que es para pensar?
Y habló de nostalgia. Parece que lo retro está de moda. Y parece ser que nos da tanto miedo el futuro que nos condiciona para protegernos en el tiempo que fue. Se trata de seguir esperanzados en el tiempo que ya pasó. Pero para Diego la pregunta es por qué echamos de menos lo pasado o lo que nunca vivimos.
Por último, puso sobre la mesa el debate sobre la necesidad de la filosofía y la ética como un buen invento histórico. Comentó que en el siglo IV antes de Cristo ya se trataban estos temas, concluyendo que una vida sin examen no merece la pena ser vivida. Preguntar y dar respuesta es necesario, y no hay una solución mejor para vivir y explorar cómo vivir de manera más feliz y más justa. La ética nos interroga por lo que somos hoy y lo que podríamos llegar a ser, evidenciando la distancia que hay entre el acto y la potencia, siendo la mejor manera de recorrerla entender y estudiar la tradición filosófica.
Y agradeciendo nuestro tiempo y el haberle dado sitio en nuestra mesa, se despidió indicándonos que era vital guardar memoria para saber copiar parte de las soluciones, pero ambicionar cierta creatividad para alumbrar respuestas nuevas a circunstancias que son nuevas.
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