"Ningún grupo puede actuar con eficacia si falta el concierto;
ningún grupo puede actuar en concierto si falta la confianza;
ningún grupo puede actuar con confianza
si no se halla ligado por opiniones comunes,
afectos comunes, intereses comunes"
Edmund Burke (1729-1797)
Político y escritor irlandés
Está claro que lo que mueve hoy en día una empresa son sus trabajadores del conocimiento. Se trata de las personas de la organización cuya productividad está orientada hacia el incremento del valor de la información que se genera a través de los datos recolectados en esta revolución industrial 4.0 en la que estamos inmersos.
Peter era un experto en equipos de alto rendimiento, y estaba totalmente convencido que la productividad de los especialistas no dependen tanto de su conocimiento individual, sino de la coordinación de cada esfuerzo individual en el seno de un grupo con conocimientos transversales y especializados.
Como dijo el día de su presentación, la unidad de trabajo no será el individuo sino el equipo.
Trabajaba desde las reuniones, como la forma más rudimentaria de equipo de trabajo, hasta el montaje de redes de trabajo, teleconferencias, conexiones con chats internas y las no menos importantes redes informales. Estaba obsesionado con el trabajo en equipo por encima de cualquier actuación estelar individual.
Durante su primeros días en la organización nos demostró como el nivel de un equipo no dependía tanto de la suma de los coeficientes intelectuales de los miembros de los mismos, sino de lo que él denominaba inteligencia emocional común.
Se trata de elevar el coeficiente intelectual del grupo a través de tener una gran armonía social. Esto es, disponer de una capacidad para armonizar es vital porque, manteniendo constantes las habilidades técnicas del equipo y el conocimiento de sus miembros, lo que hace diferencial a un equipo sobre otro es cuando logran trabajar en armonía. Nos demostró cómo un equipo de estas características se comporta de una manera más productiva, diestra y eficaz respecto a otro compuesto por estrellas individuales cuyos talentos, en una primera instancia, son iguales o superiores.
Lo tenía claro y siempre lo decía: Un grupo, una vez que las partes aportan determinados talentos, no pueden ser más inteligentes que la suma de las partes, pero, en cambio, sí que pueden al final obtener resultados como si fuera un grupo mucho más estúpido. Esto se provoca si las dinámicas de grupo en lugar de sumar y potenciar las diferencias, restan y minimizan cada uno de los talentos y habilidades que componen el mismo. La dirección y los egos tienen mucho que ver con todo esto.
No hay sitio para profesionales controladores y dominantes. Se trata de conocer lo que es apropiado y lo que no, lo que toca en este juego de toma y daca que es el de las relaciones sociales en el trabajo. Tampoco sumaban nada los que denominaba como "pesos muertos"; o sea, los individuos que no participan.
En definitiva, eliminaba en sus equipos a los dos extremos: los ansiosos por participar y controlar y los que pasan desapercibidos porque no aportan.
En cambio, el alto rendimiento de los equipos que lograba formar Peter venía definido por la capacidad de sus miembros para generar un estado de armonía que en lugar de producir simplemente tareas, lo hacía fluir sin fricciones interindividuales y siendo capaces de conseguir que la estrella fuera el grupo, y no tuviera nombres ni apellidos.
Pero según me contaba, siempre las personas que formaban estos buenos equipos tenían unas características comunes muy marcadas además de tener un gran conocimiento y experiencia. Solían ser trabajadores que han establecido, dentro de la organización, sólidas conexiones en su departamento y con el resto de la empresa, ya sean redes de comunicación, de experiencia, y lo que es más significativo, de confianza.
No me quedaba todo esto muy claro y le pedí a Peter que me indicara de qué características me hablaba y para explicármelo me indicó que me fijara en uno de nuestros principales jefes de equipo, el señor Matías. Era un profesional que había conseguido desde hace tiempo coordinar eficazmente a su equipo; era de los mejores en conseguir el consenso antes de liarse a buscar el objetivo; era único para ver las cosas desde la perspectiva de los demás y muy bueno en la persuasión y en promover la cooperación, así como un maestro en evitar los conflictos. Siempre que le preguntabas cómo iba su equipo no tardaba en contestar con un "como la seda". Un autentico líder al servicio del equipo y de su empresa.
Lo teníamos claro, cada vez más las habilidades básicas de la inteligencia emocional serán vitales para el buen funcionamiento de nuestras empresas. No se trata de estrellas, sino de generar mejores habilidades para un buen trabajo de equipo, una colaboración entre individuos mejorada y un continuo aprendizaje de cómo brillar de manera colectiva. El factor decisivo es el conocimiento, hoy por hoy, por lo que la forma de colaborar será una autentica ventaja, si se hace bien.