"No somos las mismas personas que el año pasado,
tampoco lo son aquellos a los que amamos.
Es extraordinario que, cambiando,
podamos seguir amando a alguien que también cambió"
William Somerset Maugham (1874-1965)
Escritor británico
Ya habían pasado casi 10 meses desde que sus nuevos jefes, como propietarios, desembarcaron en la empresa de mi amigo Jose Carlos.
Eran lógicas sus preocupaciones del principio, pero ahora se le veía más seguro y como me dijo durante la comida, la propiedad y el negocio se habían adaptado de forma recíproca, generando una situación de estabilidad en la empresa y gestión de la misma.
Como refirió, le daba mucha importancia a la involucración del presidente del consejo, que había participado activamente en todo el proceso inicial, de "engrane" entre gestión y gobierno.
Por su parte, como director debía obtener buenos resultados, pero a la vez debía ser capaz de adaptarse y aprender, muy rápido, qué querían, qué intereses tenían y cual era el estilo de sus nuevos "jefes". Era muy similar a cuando aterrizó en esa empresa familiar, 14 años atrás, etapa durante la que le tocó además de un sobreesfuerzo para aprender mucho sobre el mercado en el que competían, afrontar el reto con una sensibilidad especial para comprender los valores de la propiedad y cómo era la forma de hacer negocio de los socios.
Ya no tenía edad para andar jugando al gato y al ratón, sobre todo porque sabía que el éxito de su empresa pasaba por que los nuevos propietarios conocieran y comprendieran el negocio de la empresa que acababan de adquirir; por ello, me contó que no escatimó tiempo y esfuerzo en acelerar que sus jefes aprendieran. Tenían que saberlo todo y cuanto antes, mejor.
Me di cuenta que el papel como director general, en estas circunstancias, a la hora de educar y comunicar era decisivo. Por un lado, determinar las nuevas líneas de gobierno que marcaban la nueva propiedad, mientras por otro, transmitir con ilusión e inspirar todo lo relativo al nuevo proyecto empresarial.
Fue acertada la figura elegida como presidente, una vez tomada la propiedad de la compañía. Primero, se esforzó en entender el negocio, enfocándose en hacerlo funcionar correctamente (entendiendo que se incorporaban a una empresa en movimiento), y Jose Carlos nunca se sintió solo ni alejado de sus jefes, identificando juntos las líneas de actuación más adecuadas a la situación generada con el cambio de dueños.
Mi amigo me comentaba que había sido un tiempo en el que había sentido mucha responsabilidad para que todo volviera a adecuarse y en definitiva, funcionara. Le constó mucho, pero al ser la parte que no cambiaba del negocio, tuvo que defender el mismo más allá de los resultados a corto, que en una primera instancia era una parte fundamental de las exigencias del consejo de administración.
También reconocía que tras un primer mes con algunas dudas, el listado que generaron tanto en la parte de tareas ejecutivas como en las de gobierno permitieron redefinir objetivos y tener un plan para que la etapa de cambio que les había tocado vivir fuera un paso hacia adelante, generando un proyecto rentable y sostenible.
Antes de despedirnos, como resumen, estábamos de acuerdo que era fundamental no olvidar que todo en la empresa va más allá del ámbito meramente contractual. Una empresa son PERSONAS, relaciones sociopolíticas, económicas y todo, todo, se basa en la confianza entre profesionales. Y la confianza se entiende mejor en términos de medio/largo plazo que entre presiones cortoplacistas.
El éxito, como conclusión, lo basó en que tanto sus jefes como él mismo, se habían cargado de paciencia y habían conseguido encajar sus ideas de manera conjunta para conducir lo que él denominó como "la nueva empresa".
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