"Hay dos maneras de vivir su vida: una como si nada es un milagro,
la otra es como si todo es un milagro"
Albert Einstein (1879-1955)
Científico alemán nacionalizado estadounidense.
Se despertó otra vez, sobresaltada, totalmente empapada en sudor por culpa de ese sueño que le hacía revivir la maldita experiencia, como todas las noches de este último año; pero sabía que hoy era diferente...
No tenía fuerzas para levantarse por lo que permaneció un buen rato con la cara aplastada contra la almohada y cuando se giró, los ojos enrojecidos de Sandra vieron lo de todas las mañanas, una parte de la cama fría, vacía; una parte de la cama dónde tenía que estar él...
El sueño se repetía siempre desde aquel martes, 24 de diciembre de 2019. Pero hoy era un día especial, jueves, Nochebuena del 20, primer aniversario de lo que nunca debió pasar y por decisión propia, tocaba reunirse de nuevo con su familia, el detonante de aquel terrible suceso; por desgracia, no podía ser con él. En esos momentos, traspasada por el dolor, no sabía si sería capaz de aguantar la jornada, aunque para superar todo el infierno que la vida le había deparado, según su amigo y psicólogo Juan Miguel, debía pensar en rehacer su vida, continuar realizando todo lo que a ella y a él, a veces juntos, otras separados les hacía sentirse vivos; un escalofrío le recorrió todo su cuerpo de golpe, de los pies a la cabeza, y nuevamente se descompuso llorando, como todas las mañanas. Pero hoy era distinto...
El sueño siempre le devolvía a la mañana del 24, siempre tan real, como si estuviera viviéndolo en directo.
Sonaba el despertador; tras apagarlo, al girarse en la cama hacia la parte en la que tenía que estar Roberto, se encontraba las sábanas arrugadas, todavía calientes, pero él no estaba allí.
De repente, oía ruidos en la cocina; claro está, allí lo tenía haciéndole el desayuno como los últimos 4 años, desde que decidieron unir sus vidas, la mañana de NocheBuena. "Hasta que la muerte nos separe".- resonaba en su cabeza. Sin saber por qué, esta frase le venía como de otra parte, como si alguien ajeno a su consciencia le recordara que no estaba lejos ese momento.
Entraba en la cocina y se daban un beso en los labios, cortito, algo frío y distante, debido a la discusión vivida durante la cena de la noche anterior, y Sandra le echaba un vistazo a los fogones y la repisa para asegurar que todo estaba en marcha (las tostadas, el aceite premium de su gran amigo de Jaén, el tomate natural triturado recién preparado y esos huevos con beicon que se permitían tomar, como pecado bienal, sólo en esas fechas y durante la semana que pasaban en verano en casa de los padres de ella).
Tras volver del baño se sentaban en la mesa alta de la "isla" de la cocina, como siempre cuando desayunaban sin prisa, pero pronto la discusión se tornaba de nuevo muy seria y subida de tono. Sandra no se "bajaba del burro" (de su posición de la noche anterior), y seguía describiendo a sus dos cuñadas (conviene recordar en este punto, que tras la muerte de la madre de Roberto cuando él tenía 6 años, las dos hermanas mayores habían actuado como "sus mamis", como él las llamaba siempre que se veían), con características y adjetivos cada vez más dañinos e inaguantables a oídos de un hermano pequeño. Porque "el pequeño" de la casa, aunque tenga ya mediados los 30 años, siempre seguirá siendo eso, "el pequeño".
No estaba dispuesta a pasar otra NocheBuena como las dos anteriores y, por supuesto, no iría ni un minuto antes de tiempo a la casa de su suegro, para no tener que ver más de lo necesario ni a sus hermanas, ni por supuesto a los maridos de las mismas. E iba a la cena, por el padre de Roberto, eso que le quedara claro.
Tras mucho aguantar, Roberto se levantaba de la mesa, y sin mediar palabra, con un gran disgusto y muy, pero que muy nervioso, salía hacia la cochera (donde tenía el mono, los guantes y el casco, además de la moto) y se iba de la vivienda, sin rumbo, pero huyendo de una mañana que debería haber sido el inicio de un gran día.
Ella se quedaba recogiendo la cocina, no menos nerviosa y enfadada que él, pero sin ningún remordimiento del disgusto que desde ayer a la noche, le había regalado a su pareja; eso sí, era el ser más querido para ella, con el que había decidido formar una nueva familia, a más de 600 kilómetros del hogar donde había nacido y crecido.
La mañana avanzaba y Sandra, aunque le había escrito varios Whatsapp y le intentó llamar en dos ocasiones, no recibía respuesta, ni por voz, ni por escrito de parte de Roberto.
Hasta que pasadas las 13 horas, el teléfono sonaba...
Desde el hospital "Navidad Centro" le preguntaban si era la mujer de Roberto S. F.
El accidente había sido sobre las 11:30 horas y el camión no había podido esquivar al motorista en esa fatídica curva, el cual, sin explicárselo muy bien, circulaba en el carril contrario a su sentido de marcha, adelantando de una vez a más de tres vehículos, los cuales iban no excesivamente juntos.
Necesitaban que fuera a reconocer el cadáver...
El corazón le golpeaba de dentro hacia fuera, como un martillo que quisiera salir del cuerpo sin importarle que la carne y los huesos estaban intentando retenerlo en su interior. Caía de rodillas, con un grito de dolor que la despertaba otra vez, sobresaltada, totalmente empapada en sudor por culpa de ese día, ese martes 24, NocheBuena del 2019, del cual hace hoy justamente un año, el cual le hizo vivir la maldita experiencia que le arrebató a Roberto. No sabía si podría perdonarse a si misma, pero tenía que aprender a disfrutar de la compañía de sus cuñadas y sus respectivos, como a él le hubiera gustado que hubiera hecho cuando todavía estaba con ella, cuando todavía estaba vivo. Porque hoy era diferente...
No tenía fuerzas para levantarse por lo que permaneció un buen rato con la cara aplastada contra la almohada y cuando se giró, los ojos enrojecidos de Sandra no vieron lo de todas las mañanas, esa parte de la cama fría, vacía; la cama estaba arrugada y todavía mantenía algo de calor, como si él hubiera estado durmiendo a su lado, hasta hace bien poco.
Oyó ruidos en la cocina y sin sentir ningún miedo sino al contrario, como esperando un milagro, saltó de la cama y bajó sin dudarlo corriendo a la parte baja de la vivienda. Ni se le pasó por la cabeza que alguien ajeno, con malas intenciones, podría haber entrado en la casa; tampoco era una opción estar soñando todavía; algo en su interior le decía que le esperaba algo bueno.
Y el milagro estaba en la cocina. Era Roberto preparándole el desayuno, como todos los años en esa fecha. En ese momento miró el calendario que tenían en la puerta del frigorífico y para su sorpresa, no estaban en el 2020, sino en el 2019, martes, el día de NocheBuena. Inmediatamente, saltó sobre él y le dio un abrazo que casi lo dejó sin respiración, comiéndole literalmente a besos, como si lo de ayer, la discusión, no hubiera existido. La sorpresa de Roberto era mayúscula.
Esta vez no fue al baño para volver y sentarse a la mesa. Sandra subió las escaleras de tres en tres, gritándole que se preparara rápido, que iba a hacer las maletas para irse directamente a casa del abuelo (ya no era el padre de él) y así poder disfrutar más tiempo de toda la familia, con él (que estaba vivo), no sólo la cena, sino todo lo que quedaba de día, y el día completo de Navidad.
Mientras preparaba todo llamó a sus cuñadas para que no tardaran en llegar a la casa; tenían que ir juntas a comprar hasta el último detalle para la cena y disfrutar de cada minuto: mientras compraban, mientras cocinaban, mientras recordaban los momentos en los que habían estado juntos, en familia. No se le quitaba de la cabeza que el tren sí que puede pasar dos veces, pero hay que ser capaz de rectificar cuando no le damos importancia a lo que de verdad la tiene, no siendo otras cosa que las personas que tenemos a nuestro lado. Y si las queremos, debemos ampliar nuestro cariño y nuestro tiempo, recurso tan escaso, a querer hasta el infinito a las personas que ellos adoran. Sólo así conseguiremos su felicidad plena, y por supuesto, la nuestra.
Su corazón bombeaba felicidad, y había descubierto que la Navidad existía, y los milagros también. Hoy tenía claro que no estamos aquí para quedarnos, por lo que debemos valorar verdaderamente lo importante. No nos tomamos en serio la muerte, sólo a veces cuando nos toca de cerca y no podemos remediarlo, por lo que por egoísmo, materialismo y muchas más cosas terrenales desperdiciamos la vida; la vida con los nuestros, que son muchos y son, por supuesto, Mucho.
Bajó con Roberto de la mano hasta el garaje, sonriendo, llorando de plena alegría digiriendo el momento más feliz de su vida. "Hoy vamos en el coche".- le dijo mientras le guiñaba un ojo, "y a la vuelta de las fiestas, recuerda que tenemos que vender la moto".
Historias pasadas de "lasemanadeedusanchez": Os dejo, en los siguientes enlaces, lo que pasaba por este blog cada Navidad, con los diferentes cuentos, que año a año, hemos disfrutado unos escribiendo y otros leyendo.
Muy emotivo, a la par que realista Edu, sin duda una puerta para la reflexión que cada uno de nosotros deberíamos atrevernos a atravesar. Gracias por lo que aportas a tantas personas, aunque tú no seas muy consciente de ello. Un Abrazo y Feliz Navidad!.
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