"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

domingo, 23 de diciembre de 2018

CUENTO DE NAVIDAD 2018

 "Pienso que la Navidad es una fiesta necesaria; 
necesitamos un aniversario durante el cual 
podamos lamentar todas las imperfecciones 
de nuestras relaciones humanas. 
Es la fiesta del fracaso, 
triste pero consoladora"

Graham Greene (1904-1991) 
Novelista británico


Era un día de Navidad, no un día cualquiera.

Allí estaba, aunque le costaba respirar, continuaba tumbado en la cama con los ojos abiertos, escuchando la canción que día tras día le sonaba en su cabeza desde aquel maldito día. 

Cada día le pedía al Señor que le llevara con Ella, pero no debía ser su hora, ya que los días pasaban y allí estaba él, cada mañana, aunque le costaba respirar, tumbado en la cama con los ojos abiertos...



Sí, no podía olvidar aquel momento, al inaugurarse la jornada de ese día caluroso de Julio de este mismo año, cuando Ella se había marchado para siempre.




Cada mañana se sorprendía de no tenerla a su lado, pero una vez que entendía que nunca volvería, le costaba tirarse de la cama, por si otra vez la encontraba en el baño, con el camisón ensangrentado, debido a todo lo que había brotado de su cabeza tras golpearse con el bidé, una vez su corazón había explotado; era lo único que podía haber acabado con su vida, ya que no conocía otra persona con un corazón mayor y con tanta capacidad de amar. 

No tuvo tiempo de despedirse, y nada era ahora lo suficientemente valioso para seguir en este mundo. Sin Ella, era un fantasma viviente, sin motivo para continuar luchando. Pero hoy, el día de Navidad, tendría que hacer de tripas corazón e intentar que sus hijos y nietos disfrutaran de este día festivo. Sólo de pensar en lo que tendría que pasar en esta fecha tan señalada, le desgarraba el alma. Pero los jóvenes y los niños tenían que continuar creando su historia, y él tenía que actuar intentando no crear malestar en ninguno de sus seres queridos, al menos en los que estaban aún aquí. "Amor de mi vida, tú no eras la que debías haber partido".- pensó mientras retiraba la manta y se incorporaba, sentado en la cama, no sin esfuerzo.


Bajó a la cocina, y pasando por el salón decorado por su nieta Candela, miró al árbol vacío que nunca más tendría los regalos que siempre Ella dejaba sutilmente colocados una vez que él se retiraba al dormitorio cada Nochebuena, tras la cena que siempre celebraban en casa de su hijo Carlos, el segundo de sus cuatro "herederos".

Mientras estaba pensando que el árbol, sin regalos (si tu no estás, no tengo nada), era un detalle más de la tristeza y vacío que había dejado Ella, sonó el timbre de la puerta y el Abuelo, pausadamente, giró y se dirigió a abrir la misma. Era su vecina, Rosario, que le traía un chocolate calentito con churros recién comprados, como todos los años (pero hoy, ya no está Ella, pensó). Además, siempre le traía el periódico del día anterior, ya que el 25 no había prensa, le recordaba mientras le ponía todo en la mesa de la cocina.

No había terminado de desayunar cuando oyó abrirse la puerta, y enseguida apareció su primera hija, Carmina, la cual era la que se encargaba de darle un baño completito, calentito y con mucha espuma, como siempre repetía el Abuelo mientras disfrutaba del aseo matutino. "Y hoy, para comer con los dos hijos pequeños y sus cuatro nietos, no podía ser menos".- le decía su primogénita, luchadora incansable, con mucho sufrimiento a sus espaldas desde que Juan les había dejado (pero eso es otra historia), mientras le pasaba la esponja a estreno por los hombros y la espalda, suavemente, con mucho cariño (pero hoy, ya no está Ella).

Sentado en el sillón de orejas, su sillón, bien lustroso y con el traje gris marengo de la boda de Marisa, su hija pequeña, se quedó escuchando a Raphael, uno de sus cantantes favoritos, mientras repasaba la prensa que le había dejado su querida vecina. "Siempre sólo, qué vacío has dejado, bendita mía".-

Le había dejado el móvil en la mesita de al lado, a mano, porque como siempre en ese día, sus sobrinas del pueblo, sus amigos de la partida y sus compañeros de trabajo del restaurante dónde había pasado tantos años trabajando para sacar a la familia adelante, durante la mañana, irían llamando para felicitarles la Navidad. "Bueno, felicitarme sólo a mí, y no es precisamente una felicitación lo que el cuerpo me pide, porque a mí, me falta como el aire".- se repitió para sus adentros el Abuelo.

Uno a uno, todos, fueron llamando, y aunque no las tenía todas consigo el día anterior, ésto hizo que la mañana se pasara volando.

Ya a mediodía, llegó María con Justo, su noviete, a por el Abuelo para llevarle a casa de la tía Juli, que era la nuera que preraraba la comida de Navidad. La sonrisa del abuelito era fría, casi una mueca, pero María hizo cómo si no se diera cuenta y con su espíritu positivo fue todo el camino contándole todo lo que esa semana había acontecido en sus vidas llenas de ilusiones, metas y proyectos; ésta actitud hizo que el Abuelo pensara que tenía que participar sin hacer daño en todo lo que estos corazones llenos todavía de mucha vida por recorrer habían preparado. 

No les podía fallar.

Tras la comida, sus nietos Silvia y Miguel, los mellizos de Juli, se sentaron para tocar el piano, como todas las Navidades. Y empezaron a tocar la obra que habían compuesto el año anterior, precisamente para sus abuelitos. El corazón le dio al Abuelo un vuelco, ya que por un momento, cuando volvió la cabeza para mirar a los niños, de repente sintió cómo alguien le cogía la mano. Era Ella, estaba sentada a su lado, en la silla que al inicio de la comida estaba vacía, su silla... 

Y Ella le habló: "Abuelo, antes de venirte conmigo tienes que firmar la Paz, la Paz contigo mismo. Debes saber que los verdaderos regalos de la vida no son los materiales que ponemos cada año bajo el árbol de Navidad, son los detalles de los vecinos, los cuidados de tus hijos, las ilusiones y proyectos de tus nietos, las llamadas de tus sobrinas, amigos, compañeros; todo lo que hay de vida a tu alrededor, las acciones y obras que unos hacen por los otros, ésto es lo que de verdad merece la pena, lo verdaderamente importante".

Y todos vieron como el Abuelo lloraba, 
mirando la silla vacía que habían dejado en honor a Ella. 
Incluso les pareció que el Abuelo hablaba con Ella.


El día estaba terminando y  fue al volver a casa, al pasar por el salón, cuando el Abuelo reparó en el árbol. No estaba vacío, como lo había dejado, no. Estaba cargado de imagenes en forma de recuerdos en cada una de las bolas brillantes; imagenes de su vecina Rosario, sus sobrinas, sus compañeros de partida, sus colegas del trabajo, sus hijos e hijas, sus nietos y  nietas y en la estrella superior, la que más brillaba, estaba Ella, radiante, como realmente era y siempre había sido, como seguro le recibiría en cuanto estuviera realmente preparado, en Paz, en Paz consigo mismo.

Subió a la habitación, se puso el pijama que Ella le reservaba sólo para las grandes ocasiones, para cuando dormían fuera porque estaban de viaje o tenían que pasar la noche en casa de alguno de los "herederos", y se metió en la cama arropándose con la manta, no sin esfuerzo.

En su cabeza le resonaba la canción, su canción, y por fin sabía que estaba preparado, estaba plenamente feliz. 

Cerró los ojos y se despidió de este mundo ya que sin duda, era la fecha para reunirse con Ella.


El Abuelo descansó para siempre, nunca más despertó, pero viajó en Paz consigo mismo.

Era un día de Navidad, no un día cualquiera.

2 comentarios:

  1. Precioso el cuento. Os deseo mucha salud a toda la familia y mucho ánimo para afrontar las cosas dífiles de la vida.

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  2. Conmovedora como siempre, tu cita anual con el Cuento de Navidad, cita que como sabes todos tus seguidores esperamos con ilusión. Salud, optimismo y Feliz Año Nuevo Edu, para ti y toda tu familia.

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