"Si no necesitas trabajar para comer,
necesitarás trabajar para tener salud.
Ama el trabajo y no dejes que nazca la mala hierba de la ociosidad"
William Penn (1644-1718)
Religioso británico
Bien podría haber sido la frase de cabecera que hoy abre nuestra entrada de nuestro protagonista. Y es que Romano es una persona que deja sentencias, y sobre todo, enseñanzas por minuto, a aquel que tiene la suerte (la gran suerte) de disfrutar de su proyecto, sus palabras, sus gestos, incluso diría yo de sus estratégicos silencios...
Habíamos quedado para la jornada de mañana del día siguiente, pero no dudó en invitarnos a cenar para que él (y su alumno) pudiera conocer al posible cliente que nos había contactado; y no fue en vano, ya que nada mejor que una ronda inicial de conocimiento previo antes de saltar al ring a lo que se puede denominar "trabajo".
¿Sólo esa fase?.- nos cuestionaba durante el entrante nuestro anfitrión. Para él, y creerme que a sus 85 años y una larga trayectoria en el sector de la automoción italiana, de todo esto del mundo de los negocios sabía algo; según sus comentarios, la parte de oficina, negociación y presentación de producto, era una mínima parte del trabajo y sabiamente, nos indicaba que desde que se había puesto la cita de la reunión, cada equipo, seguramente de diferente manera, estaba eso, trabajando por y para el proyecto.
Volviendo al hotel, a unos 10 minutos de distancia a pie del restaurante, me explicaba cómo era de importante para él la parte filantrópica a la que estaba dedicando un segmento de su vida, plena, pero llegando al final por la edad y conocimiento que atesoraba. En mi cabeza fluía esa idea de filantropía y me agrandaba el corazón, mientras caminábamos, conocer que era posible, en estos días, entre nuestro mundo, a personas que estaban dispuestas a hacer cosas por los demás, incluso a veces, a costa del interés propio.
Y es que Romano, al constatar que nadie, ni el gobierno estatal ni el regional, iba a hacer nada por llevar ese gas natural a su localidad natal, allá en los mismos Dolomitas, decidió apostar por llevarlo él, a su coste, simplemente para evitar el malvado efecto de la combustión de otros combustibles ejercido sobre la nieve y las montañas de su escenario natural favorito. Allí tenía, en su oficina, dos grandes pósters de las grandiosos picos nevados, bellos, con su poblado ejerciendo de testigo de ese cielo limpio y sin polución.
¡Gracias Romano, gracias por tu visión, gracias por tu pasión!
"Eduardo".- me decía mi tranquilo, pero apasionado caballero. -"Tenemos que dejar nuestra huella en este mundo".
Por otro lado, remontándome un poco atrás, durante la cena (por la altura del postre), nos explicaba que su pupilo, sentado con nosotros a la mesa y siempre, digo siempre, presente en todas las reuniones en las que estaba el maestro, era parte del plan. Los japoneses de la firma de coches que habían sido sus socios cuando se hizo con la importación de la marca para toda Italia, le habían enseñado que una de las cosas que tiene que hacer un patrón, sobre todo al final del viaje, es dejar todo el conocimiento adquirido a lo largo de una vida, en las manos (y la cabeza) de directivos jóvenes, a ser posible, para que lo mejoren. Es un legado que no se puede desperdiciar dejándolo ir a la tumba, como los tesoros de los egipcios.
El alumno, joven y muy inteligente, ya me había explicado que de lunes a viernes, pasaba todo el día con Romano; desde que se levantaba, hasta la cena. Su misión era ser su sombra: aprender, aprender y aprender. Eso sí, las tardes eran más largas debido a que él no podía tener la "siesta" que el capo se tomaba tras el almuerzo; tiempo que él dedicaba a escribir y poner orden a todo lo aprendido durante la mañana. Se juntaba todo; mucho conocimiento y experiencia con ganas de transmitir y una esponja al otro lado, ávido de sapiencia.
Para terminar, y como tercer gran hito aprendido en mis dos jornadas con Romano, me quedo con la lección que nos resumió durante el desayuno, mientras que nos contaba cómo le fue un una reunión decisiva, con los amigos los Japoneses. Para él, después de trabajar serio, había tenido siempre mucha importancia la SUERTE, y por que no decirlo, el TEMPO.
Y es que en aquella ocasión, durante el almuerzo final del vicepresidente de ventas de la marca japonesa en Italia, tras la que el equipo de selección del importador se volvería a Japón para tomar la decisión entre los dos finalistas, surgió ese punto de suerte, en el debido momento, que después, durante la firma del contrato, fue referido.
Se hallaba el directivo de más rango de la expedición japonesa contando sus historias, primero de niño. Le contaba cómo en el río cerca de su casa, existía un pez japonés, el cual subía y bajaba una parte de la longitud del afluente, siempre con precisión, tanto en tiempo como milimétricamente en longitud. "Un pez japonés".- pensamos el resto de comensales. El Vicepresidente le contaba al maestro italiano cómo con una cuerda, un palo y un sutil nudo, flip... los niños, enseñados por sus padres y abuelos, los cazaban (o pescaban).
Las historias iban fluyendo y como casi siempre, en aquella época, llegaba el tema de la II Guerra Mundial. En esta ocasión, el directivo japonés hablaba de una batalla concreta y de un familiar cercano, el cual murió en la misma actuando como solían los famosos "kamikaze". Mientras, Romano, algo despistado de la conversación, intentaba meterle mano a un pescado, oriundo de japón, de tal manera como un secretario le había explicado. La cabeza era un manjar, según nos explicaba Romano, pero tuvo la mala/buena suerte que de forma simultánea al final del relato, dos grandes espinas se le clavaban en el cielo de la boca; por otro lado, el vicepresidente, solemnemente, explicaba cómo su ser querido caía muerto en la batalla, debido a su función dentro de la jerarquía japonesa. Inmediatamente a esta historia, dos grandes lágrimas (debido principalmente al dolor), caían también solemnemente de los ojos de Romano, entendiendo el japonés cual grande era la humanidad del capo italiano, y pensamos nosotros, dando por finiquitado por este hecho el proceso de selección del importador.
"Las lágrimas habían decantado la balanza a favor de la firma de nuestro anfitrión".
Nada más que añadir de estas grandes enseñanzas que he tenido la suerte de recibir. Sólo espero que podáis reflexionar que en la vida se necesitan muchos actos de filantropía, trasvase sincero de experiencia y conocimiento y para triunfar, por qué no, un momento de suerte.
Esta semana os dejo un vídeo para que profundicéis, si queréis en la vida de mi amigo, Romano:
“la straordinaria vita di Romano Artioli”
Historias pasadas de "lasemanadeedusanchez": Os dejo, en el siguiente enlace, lo que pasaba por este blog hace 3 años para los que se han incorporado tarde y también para los amigos nostálgicos que les gusta recordar.