"El que en un arte ha llegado a maestro puede prescindir de las reglas"
Arturo Graf (1848-1913)
Escritor y poeta italiano
Gerardo era para mí uno de los mejores comunicadores que había conocido en mucho tiempo. En principio, y siempre me lo recalcaba, a la hora de conversar con otra u otras personas, ponía todos sus sentidos en la escucha plena. Me decía que el ser humano tiende a estar pensando en qué responder y casi siempre interrumpe al que está hablando en lugar de centrarse en escuchar lo que le están intentando contar, enseñar o simplemente decir.
Es un gran error, porque acabamos en lugar de conversando teniendo monólogos en grupo en el que nadie saca nada en positivo de nadie. Soltamos nuestra charla, todos, y nos vamos.
La conversación de ese sábado versó sobre comunicación, e intenté entender por qué Gerardo era tan bueno.
Me quedé, en primera instancia, que para él era muy importante comunicar ideas de manera genuina y autentica. Es decir, no debemos tratar de ser otra persona, sino ser uno mismo el que está transmitiendo la idea, el mensaje. Si lo que sale de nuestra boca lo hacemos de tal manera como imitando a otra persona, los receptores se dan cuenta, y dejamos de ser creíbles. Y por lo tanto, el mensaje es el que se recibe como poco creíble.
También hay que comunicar siempre desde un punto de vista de vulnerabilidad, me decía. El ser humano es vulnerable por naturaleza, por lo que si comunicamos en un entorno de imperfección, en lugar desde un posicionamiento de Dios Perfecto y Todopoderoso, ayuda muy mucho a que el mensaje cale de verdad. "Desde la superioridad del ser sin fisuras no pueden salir mensajes que ayuden al pueblo imperfecto e inferior".- reflexioné tras este consejo.
También tenía claro que comunicar está muy alejado de ser una ciencia exacta, por lo que lo acercaba más a un arte. Formalizar ideas era una posibilidad pero en realidad cada uno, según sus habilidades, debe construir su propia versión del arte de comunicar. Su estilo, su manera, sus truquillos, en definitiva, su propio arte.
Me adelanté y le dije algunos ejemplos de personas que conocíamos que parecen nacidos para precisamente bordar el arte de comunicar, como si hubiesen nacido con un don, comunicando de manera natural y consiguiendo que el resto les atienda, les entienda, y le sigan. Y no me llevó la contraria, porque sí me ratificó que hay algo siempre de talento natural, pero me corrigió indicando que los buenos comunicadores, la mayoría, se hicieron a base de golpes y experiencia.
El gran comunicador se ha ido esculpiendo al igual que una escultura de mármol que arranca de un bloque inicialmente sin vida. La constancia del artista y los golpes de cinceles, gradinas, punteros, escalcificadores, martillinas, etc... dan paso desde una forma geométrica básica como un dado o prisma cuadrangular a otra figura bella, que describe una historia o inmortaliza un hecho, grupo o una única persona con vida, con alma.
Y así se moldea y se modela cualquier técnica, tarea o especialidad en la vida. Ensayo, prueba-error, paciencia, repetición y pasión.
Las herramientas del buen comunicador son mejorar su habilidad de comunicar comunicando, prestando atención a como comunican otros, pidiendo feedback cuando conversan e informan, escuchando donde mejorar, afinando desde la humildad. Para ellos es muy importante mejorar su comunicación preguntando a la otra parte que le expliquen cómo les llegó lo que les acaba de contar. Porque la mayoría de las veces lo que quiere decir no llega al receptor, y ese conocer el por qué del ruido provoca, si eres humilde, que la siguiente vez lo hagas mejor para que el mensaje cale en la otra parte limpio, puro, tal y como quieres que llegue.
Antes de despedirse, me dijo lo siguiente: "la gente no recuerda las palabras que les decimos, o las cosas que les mostramos. Lo que verdaderamente recuerdan las personas es lo que les hicimos sentir a través de nuestra interacción".
Me recomendó entonces, hablando de como lo de hacer sentir es realmente lo que marca, que intentara siempre ser consciente de que en el otro lado hay un ser humano, sentir empatía por el prójimo y tratar de ponerme en su lugar para intentar a través de la forma de comunicar visionar cómo les haré sentirse tras escuchar mis palabras.
Me quedé satisfecho con la charla, como siempre que conversaba con Gerardo. Entendí que mirando cómo conversaba, habiendo escuchado sus consejos e intentando aplicar todo lo que pudiera, además de ensayando y experimentando mucho, podría ser más efectivo en sembrar una nueva idea o ideas en las personas y posiblemente no hacer la vida de las personas más larga, pero sí más ancha.
Y se marchó Gerardo; genuino, auténtico, vulnerable, artista y empático. En definitiva, mi inspiración a la hora de intentar ser en un futuro una mejor persona, un mejor profesional y un mejor comunicador.
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