"Para ser humilde se necesita grandeza"
Ernesto Sábato (1911-2011)
Escritor argentino
Yo no lo sé todo, no soy excepcional, no tengo todas las respuestas, no soy un héroe, pero para liderar en este mundo actual necesito, sobre todo, ser humilde.
Ese era Jaime y la manera que empezó a comentarnos cómo había vivido la transformación de su empresa desde las trincheras, trabajando como uno más con toda su gente.
Parecía que empezábamos de nuevo, una semana después, en lo del nivel 5, la humildad, etc...
Mientras yo pensaba en el Covid-19, en la guerra de Ucrania, en Hamás, Gaza e Israel. La disrupción tecnológica, pandemias y guerras por aquí y por allá, pero cerca de casa, mientras que personas de África suben como pueden a pateras para buscar un rayo de esperanza en países que sin que ellos sean conscientes tampoco es que sean la panacea.
En las empresas tampoco es que se vivan momentos de mar en calma, nunca nadie está conforme, independientemente de la situación. Si hay poco negocio o de mala calidad, vendrán ERTES, despidos, concursos de acreedores, y temas complicados que en algunos casos sobrevuelan las mentes de directivos, mandos y operarios. Si hay mucho, desequilibrios entre carga y capacidad, ineficiencias, déficit entre la mano de obra necesaria y la ofertada por los mercados, retrasos, roturas de stock, comunicaciones y procesos improductivos; también pensaba en micro, en cómo existe paro en la zona mientras no se encuentra lo que realmente se necesita; cómo aparecen dudas en el aumento necesario de inversión en tecnología, maquinaria y oferta mientras, en lo macro, se observa que el mundo se pelea por desgarrarse a sí mismo, sin respetar las fronteras, los territorios y lo que es peor, las vidas de las personas humanas que se supone que es el principal y mayor valor de organizaciones, empresas o países.
Para cuando el liderazgo se postula como lo más importante y necesario, me revienta la pregunta en la cabeza: ¿alguien confía en los líderes que deben marcarnos el paso?
Ahora lo entiendo algo mejor, pero por momentos no sabía si Jaime hablaban en voz alta, en general, hablaba de sí mismo, de lo que era, de lo que debería ser o de lo que le gustaría ser. Pero nadie le interrumpía o le paraba. Todos escuchábamos.
Definitivamente creo que sin confianza no hay liderazgo, y sin liderazgo no hay cambio. Y no se construye confianza desde la autoridad y la cadena de mando, sino desde la autenticidad y con verdadera humildad. El líder se hace desde el respeto, y el respeto se gana con la auténtica humildad, porque tan importante es conocernos a nosotros mismos desde las fortalezas como desde el lado de las limitaciones o debilidades. Y autoconocerse de verdad se inicia desde un origen íntimo y transparente cargado de verdadera humildad.
La charla continuaba, mientras que mis pensamientos iban y venían...
Convencido de mis limitaciones, pido ayuda a los demás y reconozco las contribuciones de mi equipo. Solo puedo transformarme y transformar mi entorno sabiendo que sé muy poco, y aprovechando la fuerza y el talento a sumar de cada uno de los miembros de mi equipo.
Y acompaño la humildad con voluntad de acción; solo así navego hacia el éxito. Y el éxito no es mío, sino de todos, y así se lo hago saber, por lo que el equipo se muestra siempre comprometido con la tarea, con la organización y con el propósito. Sueño o vigilia. Realidad o pretensión. Todo da vueltas. Nada importa si nadie queda. El centro son las personas.
Si el cambio se afronta con flexibilidad y capacidad de aprendizaje, y el aprendizaje es un acto de humildad, esta característica debe ser necesaria. Conocer todas las respuestas no es el plan, sino saber hacer las preguntas adecuadas a las personas correctas.
Líderes imperfectos, auténticos, y por supuesto sintiéndose cómodos con sus imperfecciones. Difícil de admitir y pocos aparecen desnudos para que los radiografíen, les diagnostiquen y los salven de luchar solos contra gigantes; o caer contra molinos.
Si hablamos de eficacia debemos hacer un ejercicio primero de autoconocimiento profundo que nos permita conocernos en cuanto a nuestras limitaciones y debilidades, y obrar de acuerdo a las mismas, por supuesto.
Y se centró en la productividad de la organización, apuntando desde el punto de vista del liderazgo humilde. Y lo explicó en tres pasos.
El primero; un líder humilde, verdadero, siempre es capaz de contagiar. Y el contagio da paso de un individuo humilde a una humildad colectiva.
Después, esa humildad que ha traspasado la unidad y se ha convertido en colectiva genera un enfoque de promoción colectiva. No existen los pensamientos en clave individual sino que los intereses del equipo sobrepasan el interés personal. Los equipos están completamente abiertos al cambio, a la ayuda (pidiendo o prestando) y a una mayor capacidad de aprendizaje.
Y el paso final derivado de una apertura y capacidad de aprendizaje individual y colectivo termina generando una verdadera mayor productividad. Sí, al contrario de entender la humildad como debilidad, lo que verdaderamente ocurre es que los líderes y las organizaciones tienen premio, son más productivas, y acaban generando una oferta sostenible y diferencial.
Para terminar le preguntamos qué caracterizaba a un líder humilde, o dicho de otra forma, como lo detectaríamos, a lo que nos respondió de la siguiente manera:
El líder humilde tiene una conciencia profunda de sus habilidades, la capacidad de reconocer sus errores, sus deficiencias y sus límites. Siempre está abierto a nuevas ideas, atendiendo en todo momento a sugerencias contradictorias. Su enfoque no es exclusivo sobre sí mismo, sino que tiene en cuenta su entorno y a su equipo, y tiene la capacidad en todo momento de apreciar la contribución de los demás.
Antes de despedirse nos invitó a generar confianza y cercanía. Escuchad. Nunca olvidéis de dónde se viene. Valorar el esfuerzo de los que os ayudan a avanzar. Ser respetuosos con el resto. No solo con los vuestros; sino con competidores, adversarios y enemigos; el respeto debe ser vuestro mantra. Conocer cada rincón de vuestra organización y no dejar de pasear, remangarse y compartir.