"La historia es un incesante volver a empezar"
Tucídides (460 AC-396 AC)
Historiador ateniense
No era un día cualquiera para Jana. Estaba sentada frente al portátil en el despacho de su casa, pero se sentía mejor que nunca, ya que después de varios años la decisión de estar en el hogar una semana completa tras la vuelta de vacaciones de verano, antes de volver a la oficina, le había sentado muy bien.
Era consciente que mañana tocaba tomar tierra, pero la semana de organización, planeamiento, ordenación de ropas, utensilios de viaje y tareas pendientes que se había marcado tanto en el hogar, como un par de temas que había programado para estudiar del trabajo, más estratégicos, le habían ido preparando para un aterrizaje suave y sin quebrantos.
Sabía que todo había ido bien durante su ausencia, ya que no había perdido el pulso a lo que iba acaeciendo en la empresa; nunca le había faltado un toque de algunos de sus colaboradores que habían surfeado muy bien todos los temas y cuando la habían necesitado allí había estado ella, resolutiva pero sin intromisión alguna, respetando a los mandos tal y como se lo merecían.
En fin, todo estaba listo para que el estrés de dejar maletas, enseres, y el hogar desordenado no turbara la vuelta. Revisó la lista, y menos una visita periódica a su médico y un par de cenas que aún le quedaban con familiares y amigos todo estaba en su sitio.
Dedicó un par de horas a fijarse objetivos para un par de meses en adelante en esta importante etapa que sería el nuevo curso. Escribió dónde había dejado temas inconclusos y determinó lo que quería conseguir en otros tantos, incluyendo una lista de recursos que necesitaría y una aproximación en plazos, porque como ella siempre decía, el qué debe ir acompañada de un con qué, y también un cuándo.
Se pesó, y vio que todo había ido bien, pero que debería intensificar un poco el cuidado de su dieta, volviendo a la rutina, y aumentando los ejercicios físicos diarios, para lo que se planeó una hora al día que por su bien no debería saltarse desde el mismo lunes, o sea mañana mismo, que era la fecha en la que le tocaba volver sí o sí al temido día a día.
Se saltó la siesta y se propuso no tomar café en la cena, más que nada para prevenir una noche que se iniciara algo nerviosa, y que no le permitiera conciliar un sueño que debería ser vital para entrar en la semana con un excelente pie. No esperaba un día sencillo, por lo que cuanto más descansada llegara mejor y de manera más enérgica podría afrontar el mismo.
Ordenó las tareas a corto y puso la lista por orden, dejando en un principio las más sencillas y básicas, de tal manera que fuera rodando la jornada, la semana, y poco a poco, colegas y clientes fueran entrando en la dinámica sin avasallar. El ritmo hay que ir cogiéndolo de manera progresiva, y no debe entrarse al sprint de inicio, sin un calentamiento adecuado. Además, el ir cogiendo confianza le iría llevando a afrontar problemas y tareas más delicadas e importantes.
Decidió comer con un par de colaboradores con los que tenía un proyecto de gran importancia para la empresa, y de esta manera podría conocer el estado del mismo y repasar los puntos aplazados, recogiendo el feedback de lo que necesitaban de ella, lo cual le serviría para ajustar parte de su agenda en las próximas semanas.
Repasó los compañeros que estarían todavía de vacaciones, los que volvían cuando ella, y los que ya habían terminado su periodo de vacaciones hace unos días, decidiendo que invertiría unos minutos en conversar con ellos, entendiendo que un buen ambiente tras las vacaciones en el entorno laboral era fundamental en términos de productividad. En ese momento recordó que no era la única que había descansado, y que volvía al tajo, por lo que que el resto estuviera en su misma situación haría que la puesta en marcha, tirando de empatía, fuera más sencilla si se iniciaba trabajando en equipo que de manera individual.
Bajó del despacho, se puso a las órdenes de su pareja como pinche en la cocina (le gustaba ser la ayudante cuando él hacía la paella fin de verano, como todos los años), descorchó una botella de vino y dio gracias a Dios por haber podido disfrutar con amigos y familia de las vacaciones y también, por qué no, de tener fecha y hora para volver a trabajar, lo que significaba que podría comenzar a llenar la hucha que le permitiría volver a disfrutar el año siguiente de un periodo estival al menos igual al que acababa de terminar.
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