"Es lícito violar una cultura,
pero con la condición de hacerle un hijo"
Simone de Beauvoir (1908-1986)
Novelista e intelectual francesa.
Volvía a casa pensando, tras una dura semana, cómo si lo verdaderamente importante para que una empresa marque la diferencia son sus personas, la mayoría de las veces no se las toma como el núcleo de todo, y sí como un recurso más que penaliza la cuenta de resultados cuando el negocio no va del todo bien.
¿Son los valores compartidos hasta la fecha, las prácticas diarias de todos los componentes de la plantilla y la implementación práctica de normas y procedimientos asentados suficientes y necesarios para llegar hacia donde apuntan nuestros líderes?
¿Se puede ejecutar esa visión, tan bonita en la web y en la cabecera de la sala de reuniones principal, a modo de orla, con esa cultura y esos equipos de trabajo?
¿Saben los directivos que la cultura de su empresa da forma a todo su entorno de trabajo y crea los programas de trabajo que ayudan a lograr los diferentes objetivos del negocio?
Pues bien, a saber que la cultura no es sonreír y tomar cervezas juntos, con el jefe o sin el jefe, sino que es aquello que en la empresa consigue reunir a tres elementos de gran importancia para un negocio sostenible.
Objetivos, valores y puntos de contacto entre empleados.
En primer lugar, la cultura siempre apunta a que cualquier acción, decisión o tarea esté orientada a la consecución de los objetivos de negocio de la empresa. Por ello, es de vital importancia conocer los objetivos y cómo se ha decidido alcanzarlos.
La cultura, por otro lado, pone a flote y de manera transparente los valores que sirven de brújula a la empresa. Y los valores se aprecian en cómo son compartidos por el equipo directivo y sobre todo, cómo éstos predican con el ejemplo.
Y el tercer elemento son cada uno de los puntos de contacto entre empleados de la empresa y entre empleados y terceros; piensa en cómo son los programas de trabajo, las comunicaciones, los comportamientos y la claridad en la toma de decisiones, así como el empoderamiento de los diferentes niveles y el nivel de delegación. Todo irradia cultura; buena o mala, clásica o disruptiva, arriesgada o moderada, táctica o estratégica; cualquiera es válida según la meta, el momento, la empresa o el sector, pero en cualquier caso, las diferentes interacciones describen lo que se cuece dentro de cada receta, y cómo huele a la cultura cocinada a fuego lento a lo largo de los años, o de las décadas...
Es curioso, cómo directivos de hoy, a continuación de indicar que el mundo ha cambiado mucho, y muy rápido, además de confirmar que seguirá cambiando, más y más rápido, cuando toca decidir hacerlo distinto, con gente distinta, y salir al ruedo, la fuerza de la cultura que les ha llevado hasta aquí les empuja a decidir que lo mejor es continuar haciendo lo que hacían, con la gente que tenían, eso sí, esperando obtener los resultados de éxito del pasado, que tras evaluar entorno, sector y el mundo global, nada tiene que ver y es capaz de pasar por encima de ese pasado victorioso, casi teñido de blanco y negro, con visos de documental lejano y en ocasiones retro y por qué no, curioso a la vez que arriesgado.
Cultura corporativa sí, pero adecuada a los objetivos, a los valores que tocan y a las personas de hoy. Se necesita invertir en un liderazgo que incentive a cada miembro del equipo en prosperar, ya que su mejora será la que sume valor a la empresa. También es necesario conseguir que el equipo se comprometa con el trabajo bien hecho, aquel que le acerque a los objetivos y que a la vez les haga sentirse apoyados. Todo esto contribuye al éxito de la empresa.
Cultura corporativa sí, pero la que promueva un espíritu de compromiso y colaboración entre empleados. Qué no se base en retención de talento, sino en que el talento, mientras está en nuestra casa, haga todo lo posible por generar el máximo valor a la causa. Y que se sientan empoderados e importantes, el tiempo que estén, sintiéndose parte del avance hacia la consecución de una misión, como parte de una cadena en la que todo eslabón cuenta, y mucho.
Cultura corporativa sí, pero eficiente. El caldo de cultivo deber permitir a todo empleado hacer su trabajo con el mayor impacto en la cadena de valor, pero a la vez con el menor esfuerzo posible. Un entorno, unos valores y unos procesos que permitan generar más con menos, generando una productividad máxima, una satisfacción general y un crecimiento tanto a nivel de la organización como a nivel personal.
Tocaba descansar unos días, y volver cargado de energía, ideas y ganas de afrontar muchos nuevos objetivos en un curso complejo y apasionante por escribir. Pero estaba contento, pues las reflexiones le habían aclarado que trabajar en las raíces del nuevo plan, del nuevo mapa, deberían ser un buen inicio para cimentar lo que en un futuro próximo sería un nuevo hogar para muchos inquilinos que hoy ya están con nosotros, nuevos que se incorporarán a la causa, y porque la vida es así, algunos que saldrán del proyecto a cocinar sus propias recetas u otras que les aporten, según su criterio, más y mejor...
No hay comentarios:
Publicar un comentario