"Justicia es el hábito de dar a cada cual lo suyo"
Ulpiano (170-228)
Jurista romano
Sandro me había dejado algo preocupado la semana pasada cuando salió de mi despacho, tras la reunión semanal.
Solo había pasado una semana desde su vuelta de vacaciones y no entendía el por qué ahora revindicaba ese aumento de salario, y me hablaba con insistencia de equilibrio y justicia, comparándose por primera vez con dos de los compañeros del Comité de Dirección.
Habíamos quedado para hablar una vez pasara el mes de agosto, pero mi cabeza seguía dando vueltas a cómo gestionar la complejidad de las relaciones humanas (y a lo mejor no tan humanas) en todos los niveles jerárquicos de la empresa, pero sobre todo en el nivel directivo, donde no solo tenemos que cuidar tareas y responsabilidades, sino también egos, y no pocos, que implican mucho más que resultados en el corto y potenciales beneficios en un medio/largo plazo.
Recordé, desde la tranquilidad del fin de semana, el experimento de Frans de Waal, el cual había instalado dos jaulas con dos monos capuchinos, de tal manera que ambos veían lo que pasaba en la jaula del otro. Adiestraron a los monos para que les dieran piedras que habían depositado en la jaula, de tal manera que por cada piedra ofrecida a los científicos ellos recibían un trocito de pepino. Los dos monos contentos; daban piedra, recibían pepino, comían alegremente y esto se podría haber repetido hasta el infinito y más allá.
Pero el experimento pasó a la siguiente fase, con un pequeño gran cambio. Ahora, cuando uno de los monos daba amablemente una piedra a su cuidador, éste recibía una uva en lugar del trocito de pepino. Todos nos podemos imaginar cuánto de sabrosa más está la uva que el pepino y a continuación, la reacción del otro mono, testigo de todo lo ocurrido, cuando entregó su piedra y en lugar de la uva recibió el pepino.
Pues sí, el mono que había estado más que contento con sus trocitos de pepino, se enfureció con la nueva situación, la cual no le afectaba de forma directa pero sí por comparación con su colega de la jaula de al lado. Tiró el pepino a su cuidador, saltó, gritó y se puso a chillar a voz en grito, enloquecido por esa afrenta recibida sin previo aviso, con alevosía y nocturnidad, podríamos decir si el experimento hubiera sido entre humanos.
Me preguntaba, sumido en mis pensamientos, si la igualdad era un valor universal e intemporal, y si solo los humanos somos capaces de no repartir todo a partes iguales, eso sí, siempre en casos aceptados por formar parte de masas humanas multitudinarias (país, empresa, red social, etc...), más allá de grupos que consideremos reducidos.
Volviendo a Sandro, no se me puede olvidar la reunión que tuvimos para su incorporación a nuestra unidad de negocio. Hace ya cuatro años, y por aquel entonces quería volver a casa, estar más cerca de sus hijos y a la vez, poder tener tiempo para dedicarle a su padre, en una situación delicada. Sacrificaba salario, viajes y un proyecto más internacional a cambio de tranquilidad, cercanía a la familia y un estrés laboral inferior que a decir verdad, el provocado por su anterior etapa le estaba llevando a incluso algún que otro problema de salud. Por no decir nada sobre su cada vez más distanciamiento con su pareja, lo que no ayudaba mucho al resto de inconvenientes citados.
Pero nuestra política de transparencia a nivel de dirección le había enseñado "las uvas" que otros compañeros recibían, y que comparadas con sus "trozos de pepino", acordados y que le habían parecido justos en su momento, ahora, eliminando los motivos por los que había llegado a ese acuerdo, le parecían una total injusticia.