"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

domingo, 28 de noviembre de 2021

TIEMPO DE PODAR

" La tarea del educador moderno no es podar las selvas, 

sino regar los desiertos"


Clive Staples Lewis (1898-1963) 

Escritor británico


Margarita cogió la copa y le indicó que saliera con ella al jardín. La verdad es que en un principio Román no fue capaz de entender los motivos por los que se paró ante el grupo de cerezos y madroños, alineados en el fondo, donde habían dispuesto un pequeño columpio y dos bancos con mesas a modo de zona para merendar los días de primavera y verano.

Era una mañana fría, de otoño tirando para el invierno, raso el cielo y con poco incentivo para paseos, pero cuando la jefa te daba una orden tocaba obedecer; como decían en la oficina, "no da puntá sin hilo", esta señora.

Había unas tijeras, un pequeño potro de 6 escalones, un rastrillo, una pala y una carretilla. La miró extrañado, pero le dejó tranquilo cuando le indicó que no le había citado para trabajar en el jardín, y además aprovechó para indicarle que nunca le mandaría nada que necesitara una mínima habilidad manual.

Le explicó que no existían reglas generales para la poda, ya que cada árbol tiene sus propias características y necesidades. Es además necesario reconocer el estado de las diferentes ramas y brotes, conocer cuales de ellos son productivos y realizar un trabajo limpio, con herramientas bien afiladas y desinfectadas que eviten dañar la planta.

Podar es una de las etapas más importantes para mantener un árbol sano, además que un árbol sin esta valiosa intervención puede perder su capacidad productiva.

Le recordó que el otoño es un buen momento para la poda, por lo que no se puede perder el tiempo cuando llega esta época del año. 

Le indicó, mientras caminaban en el pasillo que bordeaba la finca, acompañados de unos hermosos manzanos, que es muy importante esta operación generando grandes ventajas: 

- Permitirá generar una disciplina en la estructura.

- Dará forma y tamaño adecuado.

- Mejorará la cosecha de años venideros, tanto en calidad como en cantidad.

En estas estaba, hablando como si estuviera sola, mirando a los árboles de vez en cuando, como cantando mientras paseaba con Román cuando se volvió, le miró muy seria, y le advirtió: "pero la poda no es fácil y una mano inexperta puede hacer mucho daño a la planta, por lo que se necesita experiencia que al final con el tiempo se va cogiendo".

Es un proceso que depende de lo que quieras obtener; mayor cosecha, madera más sana...

Como todo en la vida, depende de resultados a corto o a medio/largo plazo. Hay que decidir, después planificar, y por supuesto, ejecutar.

Ya iba dándose cuenta de que todo iba relacionado con la reunión que el otro día habían celebrado en la sede central, sobre el plan 2022. Le siguió hablando, ya camino del pabellón donde estaban el resto de invitados y donde tomarían el almuerzo; que los cortes deben de ser limpios para facilitar la cicatrización, que había que desarrollar nuevos tejidos, cortar por encima de una yema o un nudo, ramas orientadas con el resto del árbol, ramas que van a su aire, ramas superfluas...


Como podéis imaginar, en cuanto Román entendió el objetivo de su charla intentó desconectar, sus palabras sonaban como en sueños, perdiéndose en la distancia, y como ya había recogido el guante de lo que Margarita quería para que su jardín creciera fuerte, frondoso y sobre todo, con futuro, decidió sentarse lejos de la mesa presidencial y disfrutar de un buen día de campo, entre compañeros, y sin embargo amigos.

domingo, 21 de noviembre de 2021

COP26 Y LA EMPRESA: DOS MUNDOS PARALELOS

"Probablemente se ha hecho más daño a la Tierra en el siglo XX 

que en toda la historia anterior de la humanidad"


Jacques Yves Cousteau (1910-1997) 

Marino e investigador francés



El mercado les había avisado durante un tiempo, varias veces habían estado al borde del precipicio, pero ahora todos lo veían venir. 

Era un Consejo de Dirección con numerosos directivos variopintos, diferente background y distintos niveles de desgaste ante vivencias anteriores, varias crisis y alguna que otra larga etapa de crecimiento sostenido.

De sobra sabían que tenían que cumplir con sus compromisos, pero para ello deberían actuar con determinación y arriesgarlo todo. 

Durante varias jornadas se fueron proponiendo medidas en cada una de las áreas, pero en el ambiente siempre quedaban dudas de si la magnitud de las mismas y el no definir al detalle lo necesario para actuar pudiera generar un problema mayor que el que verdaderamente hoy tienen, en lugar de solucionar todo lo que se les viene encima.

Y las medidas, las cuales se iban poniendo en marcha poco a poco, comenzaban a desnudar una realidad nueva para los directivos y mandos; la mayoría de las medidas tienen un coste a corto plazo que empieza a dudarse que se pueda asumir por parte del negocio principal.

Los bandos iban separándose y cada vez estaban más claras las posiciones de los dos equipos, los cuales, aun sabiendo que remaban en el mismo barco, día a día iban defendiendo posiciones más alejadas. Se comenzaba a discutir sobre la dicotomía de las medidas necesarias vs. el alto desembolso a corto; esa esa era la cuestión a resolver sin dilación. Y esos costes retratan en cualquier compañía si el gobierno corporativo está dispuesto a pasar por el quirófano aun sin ver de manera tangible que pudieran existir órganos vitales dañados o en peligro de empezar a contaminarse.

En verdad, algo se vislumbraba en el horizonte en cuanto a compromisos de áreas antes muy conservadoras. Disposición a cambiar tarifas, disminuir porfolio, distribuir de manera diferente turnos y promover unos incentivos más razonables a la par de dinámicos según la situación coyuntural de empresa, sector o economía en general. 

Todo lo anterior empezaba a escucharse en diferentes departamentos, reuniones, e incluso en los pasillos. Pero las acciones no se tocaban en el nivel de lo que reconocemos como día a día. 

Decidir y actuar. Eso es la verdadera estrategia, y no el papel que todo lo aguanta. Pero antes de la toma de decisiones que duelen, todos miran de reojo a sus colegas para conocer hasta donde están dispuestos a arriesgar el resto por el bien común. El que cede mucho es criticado porque posiblemente había guardado un colchón y siempre trabajaba cómodo, sin elevar mucho el listón; mientras que otros no pueden más y llevan varios años con la lengua fuera y ahora no saben de donde sacar para apoyar a la causa.

De todas maneras, tras observar las propuestas en perspectiva, a vista de dron, destaca algo poco habitual, ya que algún directivo se ofrece a apoyar a otro más débil o dañado.

Por otro lado, si miramos hacia atrás, en perspectiva,  las reuniones terminan con compromisos que por falta de tiempo, cambio de planes sin previo aviso o presupuesto limitado entre otras cosas, al salir de la sala de reuniones si te he visto no me acuerdo. Los recelos aparecen ante las propuestas de ayuda, sobre todo para los que perdonan pero no olvidan. Y créanme, de este perfil no faltan en todas las organizaciones.



En definitiva, cuando el apoyo cuesta tiempo, dinero, o ambas cosas, las personas, los departamentos y las empresas flaquean y se escapan. Y aquí es donde se hace necesario un plan de incentivos y reglas de juego más claras que motiven a los diferentes actores a realmente impactar en los cambios que su proyecto necesita, ya sea en casa, en el barrio, en la empresa, en la ciudad o incluso en el planeta.

domingo, 14 de noviembre de 2021

FUTURO, INCERTIDUMBRE Y EL EFECTO CONCORDE

"El futuro está abierto […] 

todos somos responsables de lo que el futuro nos depare. 

Por tanto, nuestro deber no es profetizar el mal, 

sino más bien luchar por un mundo mejor"


Karl Popper (1902-1994) 

Filósofo inglés


Es cierto que suena bien eso del "carpe diem", pero lo que Carla me criticaba siempre era todo lo contrario, mi obsesión por el futuro, el largo plazo.

Sé que a todas luces el pasado nos trajo en brazos, o a golpes hasta aquí, según los casos, pero hoy, ahora, vivimos el presente y con nuestras decisiones, modelamos el futuro.


¿Qué somos hoy? y, ¿qué decisiones nos han traído hasta aquí? 

Decía Woody Allen que le interesaba mucho el futuro porque era donde iba a vivir el resto de su vida. ¡Cuánta razón y sabiduría! Y ahora, dejad el teléfono, portátil o tablet y decidle a vuestros hijos que no se preocupen por nada, que vivan el momento, que son jóvenes y se pasa volando (la vida, me refiero).

Pues lo mismo, si no piensan en el futuro, su futuro, la vida se les puede hacer larga, muy larga...

Arthur C. Clark, el de "2001, Odisea en el espacio" sentenciaba que todos viajamos hacia el futuro a la velocidad de 60 segundos por minuto. Cierto; nos pasamos la vida haciendo este viaje, constante, a ese ritmo. Por ello, la incertidumbre y el cambio vertiginoso que nos ha tocado vivir nos presiona y nos estresa a la hora de abordar lo que nos deparará el futuro. Lo que no acabamos de comprender es que somos los dueños de la mayoría de lo que nos ocurre en el mismo.

Queremos certeza, pero eso significaría que no deberíamos preocuparnos por decidir, todo estaría escrito. Lo bueno de la incertidumbre, injustamente denostada, es que nada es fijo y depende de cómo lo modelemos.

Ahora me dio la razón, un poco, la amiga Carla. Recordaba como una amiga y su socio, separaron en su día los caminos que les habían unido durante 10 años en la misma empresa. Desde ese momento, las crisis, el mercado, el sector, el capital inicial que repartieron, todo era igual para ellos. Las cartas no eran diferentes a la hora de empezar la partida. Hoy, tras decidir diferente, jugar distinto la partida, su amiga tenía un verdadero imperio y el socio, ni estaba ni se le esperaba. 

Parece ser que lo que decidimos también nos lleva hacia la meta, o hacia el precipicio...- me decía entornando los ojos.

Otro compañero entendiendo más a fondo eso del cambio, del futuro comentó que si no sabemos lo que va a pasar, eso significa que lo podemos cambiar. La incertidumbre nos permite elegir. Lo externo es incierto, pero lo que somos solo depende de nosotros.

A veces nos dicen que somos inmovilistas, que no hacemos cosas nuevas, pero tan importante es decidir qué hacer nuevo como qué dejar de hacer, y no es sencillo dejar de hacer algo que decidiste en el pasado y que te ha robado mucho tiempo, y recursos. En el caso de la empresa, mucho dinero.

En esto estábamos cuando Carla nos dijo que eso le sonaba, y se conocía como el efecto Concorde. Todos recordamos este famoso avión. El ultrasónico. Negocio ruinoso donde los hubiere, pero que debido al montante de inversión necesario para su arranque, aun sabiendo que el futuro no sería nunca bueno, los socios seguían y seguían invirtiendo. Cualquier equivocación debería ser todo un aprendizaje, más que una pérdida. Pero nos cuesta mucho bajarnos de ese viaje que nos está arruinando, pero que precisamente las pérdidas que provoca es lo que nos retiene, continuando derrochando esos recursos económicos que por escasos, se agotan.

Se trata de que en nuestra vida personal, y en la cuestión laboral, siempre debemos de tomar decisiones respecto al potencial de futuro del asunto, y nunca en función del pasado. 

¡Ya que llevo tantas hojas de este pestiño de libro!

¡Ahora que sólo te queda un par de años de carrera!

¡Después de tantos años invertidos en el producto "x", la línea "y", la delegación "z"!

Cierra el libro y comienza otro que te guste más, cambia tus estudios por otros que te motiven, te apasionen, sean verdaderamente tu vocación, y en tu empresa, deja de lado la melancolía y el sentimiento retro de culpa que te generan las decisiones de los tiempos pasados y mide/decide con el potencial que el proyecto genera.

Acordándonos de Pinker, acordamos que trabajaríamos por escribir nuestro futuro, sin dejarnos llevar por lo que atrás estábamos dejando (a sesenta segundos por minuto, eso sí) y menos por sensaciones. Lo nuestro serían decisiones vía datos comprobables y sabiendo que no todo iba o iría mejor, salvo problemas puntuales, haciendo una valoración global y midiendo los avances, debíamos estar contentos con lo que somos, pero sobre todo, con lo que potencialmente podríamos ser.

domingo, 7 de noviembre de 2021

LO LÓGICO, LO REPETITIVO, QUE LO HAGAN LAS MÁQUINAS

"Se mide la inteligencia del individuo 

por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar"


Immanuel Kant (1724-1804) 

Filosofo alemán



Sandra es una experta en esto de la Inteligencia Artificial y nos dejó claro que no todo lo que viene es tan terrorífico como lo pintaban en Terminator, o al menos no de momento. Eso sí, tendríamos que tener cuidado de hacia dónde y qué límites tendríamos que disponer las personas que, al final, son las que deciden dónde situar la raya que no se debe traspasar.

Internet fue una auténtica revolución, pero hoy, el auténtico protagonista de la nueva era no es sino la IA, con beneficios en todos los sectores, que ya vamos disfrutando, y con un exponencial crecimiento que supera con creces lo que nuestro intelecto individual es capaz de digerir.

A nuestro alrededor vemos cómo las máquinas realizan tareas que hasta no hace mucho, ayer, lo hacían siempre humanos: parte de la conducción de nuestros vehículos, búsquedas en la red, y por ejemplo, el trabajo que cedemos a nuestras asistentes favoritas Alexa y Siri no dejan de ser tareas que de manera natural trasladamos, a la vez que les donamos nuestros valiosos datos personales, dicho sea de paso.

Y me puedo imaginar que esto no irá a menos, y en nuestra vida cotidiana las máquinas irán dejándonos las tareas que por suerte, son eminentemente humanas.

Repasamos con Sandra que la inteligencia artificial puede ser de cuatro tipos: reactiva, con memoria limitada, con capacidad de aprender y por último, la inteligencia artificial autoconsciente. Esta última, con conciencia de sí misma y capaz de tomar decisiones, verdaderamente a mí me da respeto.

Dicen que se trata de mejorar nuestro cerebro humano mediante un aumento de rendimiento y una liberación de tareas repetitivas, memorísticas y multiplicar por 10 un coeficiente intelectual, elevándolo por encima de mil, pero, ¿Cuál sería el uso que esta humanidad, con una historia de crecimiento entre guerras y conflictos, y sobre todo, siendo la especie que con mayor ahínco amenaza su propio hogar, el planeta que lo acoge?

En un mundo conectado y creciendo exponencialmente el control de nuestros datos, el principal objetivo debería ser que lo humano esté siempre por encima del data, la IA, la realidad aumentada y el famoso Cloud.

Y en un mundo todavía de humanos, debemos asegurar que la ética en general, y la ética digital en particular nos proteja, haciendo que la tecnología permanezca fuera del alcance del lado "oscuro". Le llamó la tecnología buena (Sandra, me refiero). Factores como la privacidad, la autonomía, la delegación, la diversidad, la democracia práctica y la visión de lo bueno debería ser parte de la programación de una inteligencia artificial con el humanismo por bandera. Y esta parte, sin normativa, políticas oficiales que aseguren un buen diseño y marcos normativos internacionales derivaría en un caos con tendencia al mal. Los malos ganarían.

La inteligencia artificial genera mucho bueno, pero debe ser confiable, con riesgos acotados y centrarse en el ser humano, para mejorarlo como especie, incidiendo en la sostenibilidad, seguridad, inclusión y fiabilidad de la tecnología en sí misma.

Me fui pensando en qué debería aportar la gente, el Capital Humano, ese capital que marca la diferencia en tantas y tantas empresas. Nada de lo que hacen bien las máquinas me valdría para lo que sería necesario buscar en las personas de la organización, eso lo tenía claro. ¿Entonces? 

Mi cabeza aterrizaba en la búsqueda de características eminentemente humanas. Esa era la clave, buscar personas que hicieran excelentemente lo que de verdad hacemos mejor; y todo recaía en la inteligencia emocional, en lugar de la artificial. Debemos buscar y hacer crecer en nuestras organizaciones la habilidad de comprender, usar y gestionar nuestras propias emociones. Atrapar y resistir el envite del estrés, comunicar de manera efectiva, empatizar con socios, compañeros, proveedores, clientes y competidores, abrazar los grandes retos que la vida nos depara y sobreponerse al conflicto. 

Y todo esto, por cierto, las máquinas no lo tienen ni lo tendrán dentro de sus tareas. La inteligencia emocional construye relaciones duraderas, el éxito en la vida y en el trabajo, así como la consecución de las metas personales y de carrera que nos marcamos. La calculadora no hace de nosotros una mejor persona o un mejor profesional, sino que es una herramienta más que nos libera de tiempo para pensar, decidir, delegar y actuar.

Sentir, intuir, decidir tomando decisiones éticas y actuar en consecuencia es y será parte de la humanidad, y nunca habrá Terminator que nos quite este privilegio, avance lo que avance la IA. 

El resto, digitalízalo, automatízalo, robotízalo. Lo repetitivo, lo lógico, que lo hagan las máquinas.