"Probablemente se ha hecho más daño a la Tierra en el siglo XX
que en toda la historia anterior de la humanidad"
Jacques Yves Cousteau (1910-1997)
Marino e investigador francés
El mercado les había avisado durante un tiempo, varias veces habían estado al borde del precipicio, pero ahora todos lo veían venir.
Era un Consejo de Dirección con numerosos directivos variopintos, diferente background y distintos niveles de desgaste ante vivencias anteriores, varias crisis y alguna que otra larga etapa de crecimiento sostenido.
De sobra sabían que tenían que cumplir con sus compromisos, pero para ello deberían actuar con determinación y arriesgarlo todo.
Durante varias jornadas se fueron proponiendo medidas en cada una de las áreas, pero en el ambiente siempre quedaban dudas de si la magnitud de las mismas y el no definir al detalle lo necesario para actuar pudiera generar un problema mayor que el que verdaderamente hoy tienen, en lugar de solucionar todo lo que se les viene encima.
Y las medidas, las cuales se iban poniendo en marcha poco a poco, comenzaban a desnudar una realidad nueva para los directivos y mandos; la mayoría de las medidas tienen un coste a corto plazo que empieza a dudarse que se pueda asumir por parte del negocio principal.
Los bandos iban separándose y cada vez estaban más claras las posiciones de los dos equipos, los cuales, aun sabiendo que remaban en el mismo barco, día a día iban defendiendo posiciones más alejadas. Se comenzaba a discutir sobre la dicotomía de las medidas necesarias vs. el alto desembolso a corto; esa esa era la cuestión a resolver sin dilación. Y esos costes retratan en cualquier compañía si el gobierno corporativo está dispuesto a pasar por el quirófano aun sin ver de manera tangible que pudieran existir órganos vitales dañados o en peligro de empezar a contaminarse.
En verdad, algo se vislumbraba en el horizonte en cuanto a compromisos de áreas antes muy conservadoras. Disposición a cambiar tarifas, disminuir porfolio, distribuir de manera diferente turnos y promover unos incentivos más razonables a la par de dinámicos según la situación coyuntural de empresa, sector o economía en general.
Todo lo anterior empezaba a escucharse en diferentes departamentos, reuniones, e incluso en los pasillos. Pero las acciones no se tocaban en el nivel de lo que reconocemos como día a día.
Decidir y actuar. Eso es la verdadera estrategia, y no el papel que todo lo aguanta. Pero antes de la toma de decisiones que duelen, todos miran de reojo a sus colegas para conocer hasta donde están dispuestos a arriesgar el resto por el bien común. El que cede mucho es criticado porque posiblemente había guardado un colchón y siempre trabajaba cómodo, sin elevar mucho el listón; mientras que otros no pueden más y llevan varios años con la lengua fuera y ahora no saben de donde sacar para apoyar a la causa.
De todas maneras, tras observar las propuestas en perspectiva, a vista de dron, destaca algo poco habitual, ya que algún directivo se ofrece a apoyar a otro más débil o dañado.
Por otro lado, si miramos hacia atrás, en perspectiva, las reuniones terminan con compromisos que por falta de tiempo, cambio de planes sin previo aviso o presupuesto limitado entre otras cosas, al salir de la sala de reuniones si te he visto no me acuerdo. Los recelos aparecen ante las propuestas de ayuda, sobre todo para los que perdonan pero no olvidan. Y créanme, de este perfil no faltan en todas las organizaciones.
En definitiva, cuando el apoyo cuesta tiempo, dinero, o ambas cosas, las personas, los departamentos y las empresas flaquean y se escapan. Y aquí es donde se hace necesario un plan de incentivos y reglas de juego más claras que motiven a los diferentes actores a realmente impactar en los cambios que su proyecto necesita, ya sea en casa, en el barrio, en la empresa, en la ciudad o incluso en el planeta.
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