"Los matrimonios jóvenes no se imaginan lo que deben a la televisión.
Antiguamente había que conversar con el cónyuge"
Isidoro Loi
Escritor chileno
Tuve la suerte de disfrutar de un par de horas mientras cuatro amigos conversaban de algo que hoy, en nuestro tiempo, se está perdiendo; el arte de conversar.
Santi presentó a Teresa, Fernando y Antonio. No hizo falta mucho más, ya que cada uno cogió su rol en la charla y deleitó con su manera de transmitir con sus palabras sabiduría, pero sobre todo se leían en sus comentarios grandes puntadas de humildad, de humus, que significa tierra. Me sentí como si estuviera entre ellos, aprendiendo, bebiendo de sus frases con mucho sentido, pero sobre todo, renovando el sentido de la necesidad de una buena charla, dejando en el debe muchas conversaciones que el frenesí de esta vida me había tentado a eliminar.
Recordé tardes de brasero y boniato, tardes heladas de duros inviernos, de las que "pelaban".
Me transporté a esas salas de espera de ambulatorio, cuando te mandaban a por recetas, con ese jaleo que se creaba por las conversaciones dos a dos, cualesquiera que te tocara como pareja de baile.
Reconocí de nuevo al compañero de bus en ese viaje necesario para pasar aquella semana de agosto con la tía de Valladolid. Aquel compañero de pupitre, daba igual el curso, la asignatura, nunca la conversación perdía cadencia, interés, riqueza en el debate...
La previa requiere conversación, el éxito requiere foco, y éste es trabajo previo. La conversación la tenemos que tener antes, en la preparación. Porque en el momento de la verdad, lo que se debe hacer es actuar. Si dudas y te preguntas en el momento de la verdad, te alejas del triunfo, pierdes el foco. Tenemos que aprender a eliminar el ruido cuando te la juegas en segundos, en el momento de la verdad, repitió Teresa.
Nada que ver con la sociedad con falta de atención de la que hoy formamos parte, la que exige inmediatez en todo lo que se propone, decidiendo siempre empujado, viviendo deprisa sin más, sin pararse a conversar consigo mismo si donde le llevan es donde realmente quiere ir.
Y lo bello, siempre requiere lo contrario a lo inmediato, requiere tiempo. Fijémonos en un árbol, en un buen vino, en un bonito jardín... Tiempo. Esa es la cuestión, dijo Fernando.
A veces, cuando nos falta lo esencial, la imaginación puede ayudarnos a sustituir esa falta. La visión de lo que crearemos e iremos construyendo puede formar parte de lo bonito de esperar, sin necesidad de que nadie nos regale el puzle ya terminado.
También el arte de conversar es la única herramienta que puede generar redes, alianzas. Restamos mucho valor compitiendo, y lo verdaderamente interesante es la sinergia. Se trata de conversar atreviéndose a pedir, a dar, a generar ayuda para a la vez crecer. Antonio no hablaba mucho, pero el silencio era parte de la conversación, y cuando hablaba, calaba en el grupo.
A reseñar que si tenemos algún valor como especie es porque somos un colectivo. Solos somos vulnerables y esto nos lleva de cabeza al tema tecnológico. La tecnología nace para conectarnos y está derivando hacia el aislamiento. Esto debe preocuparnos. Lo digital es adictivo, y si el individuo no madura, el aparato lo puede utilizar. Se cambian los papeles.
Es tiempo de valorar la compañía, el dialogo enriquece la espera, el paseo, la jornada, el evento...
En tiempos de tweets facilones, faltones, populistas, los cuales suelen acabar malamente, necesitamos más que nunca buscar referencias sólidas. Temas que nos motiven, nos enseñen, cimenten nuestros conocimientos y habilidades generando un futuro incierto, pero más estable.
Toca renovar la capacidad para tener conversaciones en los viajes con nuestra familia, con la pareja, con los amigos. Conversaciones de sobremesa. Y no obviar el necesario diálogo interior.
Valorar el tiempo, la formación, el aprendizaje y dejar claro con uno mismo que perder solo es rendirse, tener miedo de intentarlo. Fracasar es no intentarlo. Intentarlo no es perder.
El dialogo interior es importante con tanta interferencia que no nos permite escucharnos ni a nosotros mismos. Es un tema de fortaleza mental y en menor medida, físico. Visualizar el futuro es una herramienta que allana el camino abrupto, cargado de obstáculos. Hay que echar fuera todo lo que desgasta. El peso debe ser mínimo para afrontar el viaje.
Y así pasamos la tarde, hablando de braseros, ambulatorios y viajes en bus. Valorando el tiempo que es lo único que madura las buenas cosas, enderezando el uso de la tecnología, intentando aprender a conversar con los nuestros, y lo que es más raro, aprendiendo a conversar con nosotros mismos.
Al final, caímos en la cuenta que se posterga lo importante, y cuando no tiene remedio, llega el arrepentimiento de la No Conversación. Esa no conversación con mi esposa, esa no conversación con mi padre, esa no conversación con mi hermana. Está claro que esto pasa porque nos creemos inmortales, pero no es así, somos caducos y fugaces.
Santi culminó la charla animándonos a conversar con los relojes parados. Sabio consejo que no conviene desdeñar.