"El vínculo más básico que tenemos en común es que todos vivimos en este pequeño planeta. Todos respiramos el mismo aire, todos valoramos el futuro de nuestros hijos y todos somos mortales"
John Fitzgerald Kennedy (1917-1963)
Político estadounidense
Hacía meses que no pasaba tiempo con este directivo de una empresa de las que en el pasado he conocido y esta misma semana he podido compartir unos refrescos con él y uno de los nuevos colaboradores que se han incorporado al equipo de operaciones, ya que están creciendo desde el año pasado y tienen una serie de nuevos contratos que les permiten ver el horizonte con una cierta tranquilidad y alegría.
Pero lo que me ha llamado la atención es que, independientemente que les va bien, se puede decir que las guerras internas, aún con las buenas circunstancias que les rodean, continúan...
Y es que el "yo calculador", contrario al ansiado "yo central", según explica en unos de sus libros el maestro Zander, siempre intenta sobresalir y ganarle la partida a los humanos que intentan ser, digamos, generadores.
No lo dudes, en materia de crecimiento, tanto en cuestiones empresariales como en nuestra vida fuera de la oficina o la planta de fabricación, sobra cualquier ápice de sobresalir del resto, y falta mucha, mucha solidaridad.
Y eso es lo que significa la naturaleza del "yo central", una forma global de describir la naturaleza del mundo y del ser humano en sus vertientes más creativas, prolíficas y generadoras.
Pensemos por un momento en nuestro entorno: vecinos, amigos, conocidos, compañeros. Imaginemos si todos, digo todos, incluyéndonos nosotros mismos, nos centráramos en la creación, reproducción y generación de cosas/temas que sumen, sin restar ni bloquear cualquier atisbo de que el resto nos... ¿mejore?
A mi colega, desde aquí (ya se lo dije el otro día), le reitero que deje de luchar contra los suyos; son parte de su empresa y su energía le hace mal a su proyecto, y por ende, a sí mismo y a su propio departamento. Es difícil verlo, pero cuando trabajas para restar a los de al lado, te minimizas y dejas de crecer no alcanzando tus metas.
Esta muy claro que si nos dieran oportunidad de comenzar un nuevo viaje, desde nuestra infancia, nos gustaría que nos enseñaran el mundo como un lugar en el que no existe la escasez, sino la oportunidad de vivir en el universo de la abundancia. Abundancia mediante el buen reparto a conseguir gracias a la suma de buena gente, con sus actos guiados por su "yo central".
Si nos dejaran elegir y educar según el criterio del "yo central", entiendo que nos decantaríamos por un entorno de campo abierto, sin límites ni reglas absurdas, igualitario y recíproco, en lugar de uno jerarquizado, con ataduras y evidentes normas que limitan la innovación, el ganar-ganar y en la que los ganadores siempre lo hacen dejando víctimas perdedoras en su camino. No haríamos continuamente clasificaciones mediante nuestra forma de medir por comparación; en su lugar, usaríamos la valoración simplemente con nosotros mismos, cada cual con su yo interior, con su yo central...
Para terminar, entiendo que estamos a tiempo. Debemos dar mucho y pedir menos (ya vendrá sólo, si nos lo hemos merecido), dejar la idea atrás de los defectos y la escasez, tan asumidas desde pequeños, ya que si lo pensamos bien, siempre hay chuches para todos tras romper la piñata, salvo cuando el egoísmo impera, daña y destruye...
Se trata de modelar una actitud de suficiencia y plenitud, sin la búsqueda de productividades parciales que nos favorecen, pero tenlo claro, sólo en el corto plazo.
Queda interiorizar este nuevo concepto de vida sin límites, intentando dejar poco a poco, nuestro "yo calculador", que nos mina, a favor de ese "yo central", que nos hará crecer, junto a los nuestros, tan libre, tan rico, tan compasivo y lleno de vida.
Os dejo una historia rescatada del libro "El arte de lo posible", de Benjamin Zander, que nos muestra el "yo central" de Ilse, amiga de Guerda Weissman Kline durante el infierno de Auschwitz.
"Guerda recuerda que cuando Ilse tenía 6 años y estaba en el campo de concentración encontró una sola mora silvestre, y que la guardó durante todo el día en su bolsillo, asegurándose de que estaba a buen recaudo. Aquella noche, con los ojos brillantes de felicidad, la puso sobre una hoja y se la ofreció a su amiga Guerda. Imaginad un mundo, escribe Guerda, en el cual tu única posesión es una mora silvestre, y se la das a tu amiga."
Historias pasadas de "lasemanadeedusanchez": Os dejo, en el siguiente enlace, lo que pasaba por este blog hace 3 años para los que se han incorporado tarde y también para los amigos nostálgicos que les gusta recordar.
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