"A pesar de ser un solitario mi conciencia
de pertenecer a la comunidad invisible de aquellos que luchan
por la verdad, la belleza y la justicia me ha impedido sentirme aislado"
Albert Einstein (1879-1955)
Científico alemán nacionalizado estadounidense
El mundo era peligroso y veía enemigos por todas partes. Fue uno de mis mejores colegas en el inicio. Pero el ascenso le hizo ver fantasmas donde yo creo hoy, visto en perspectiva, no los había.
Y decidió aislarse, quedarse solo en el castillo, construir murallas, pero... a la vez empezó a no llegar la información más importante, a llamar mucho la atención, y estaba localizado siempre por lo que no le quedó nada más que ser un blanco perfecto.
Al contrario, dejó de estar en la pomada, quedó fuera de circulación, y no había en aquel ambiente hiper-social que dejar de mezclarse entre y con la gente.
¿Resultado del aislamiento? Pérdida de contacto con las fuentes del poder y sobre todo, capacidad de saber lo que está pasando alrededor y el sentido de la medida. No sabía el por qué de las métricas, quién había elegidos los Kpi, etc...
No estaba más seguro, sino que había perdido el conocimiento necesario para seguir viviendo en el status conseguido con tanto tesón y esfuerzo, que ahora le arrebataba el miedo a que le quitaran eso, el poder alcanzado.
Cuentan que una vez ya pasado el tiempo, en su nueva situación encerrado tan lejos de la calle, apartado del mundanal ruido, se sentía fuera del tablero de juego. Porque el silencio puede que genere tranquilidad, pero tanta es la desconexión que no llega nada real de lo que está ocurriendo, ni bueno ni malo, ni siquiera las conspiraciones que seguramente se estén construyendo contra ti.
Pensó de nuevo en el fuerte. Diseñado en su momento para defenderse no sabía ahora de qué ni de quién. La fortaleza creada para la defensa le había dejado sin acceso a cualquier ayuda, un ecosistema nada flexible, y de nuevo pensó en cómo era un marcador fijo de dónde se encontraba, solo, como si hubiera marcado una diana para cuando sus enemigos decidieran atacar.
Intentó volver y ya era tarde. Además, fueron intentos puntuales que no surtían efecto y siempre volvía a su cárcel en vida. Yo se lo dije claro. Y es que como seres sociales el poder mantenido depende de la sociabilidad y la presencia. Se había quedado al margen, en la periferia, y se trataba de lo contrario; ser el centro de lo importante, de las decisiones.
Descubrí cómo en momentos de incertidumbre aislarse es un deseo al que hay que vencer. Al contrario, en esas circunstancias hay que hacerse más accesible, buscar nuevas alianzas, reforzar las antiguas y aumentar el círculo haciéndolo más y mas grande.
Perder el contacto de la gente implica iniciar la ignición inicial de una inevitable rebelión.
Lo único que el contacto humano no puede facilitar es el pensamiento. Aislarse ayuda a pensar. Y la parte estratégica aflora. Pero las puertas a volver a mezclarse, a vivir en sociedad, a aprender estando en el meollo, siempre deben de estar abiertas. Porque el exilio, la celda, el fuerte, está bien para coger perspectiva y crear, siempre y cuando no se descuide que lo que haces es un asunto de estado y no un asunto particular del que el resto no devolverán, si hay agravio, nada más que complacencia en lugar de golpes, afrentas y un guion para poder eliminar al poderoso venido a menos recluido en sus aposentos.
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