"Quien deja vivo al ofendido,
ha de temer siempre a la venganza"
Francisco de Quevedo (1580-1645)
Escritor español
Juan no dudó en ir a por él hasta el final. Lo viví en directo desde el comienzo, pero ni los consejos de mi primer jefe a Rubén lo disuadieron de ofender sin conocer al ofendido.
Hoy puedo decir que la enseñanza quedó en nosotros como máxima: "nunca engañar u ofender al que no se debe. Te buscará y te encontrará; sin descanso".
Y es que lo normal es que la mayoría acepte la humillación tras ser engañado con resignación, pero Juan no era ni es así.
La mayoría aprende la lección, incluso a veces reconoce que nada es gratis, que la ansiedad de ganar dinero fácil o llegar al poder por un atajo les ha hecho pasar una mala jugada.
"Pero los tipos como "Juan" no son así", me volví a repetir. Esta clase no se queda impasible ante un engaño, aunque hayan sido ellos mismos los que hayan sembrado el campo de minas y posteriormente olvidar, pisar y hacer que exploten. Muchas veces dañándose a sí mismos.
Y esto ocurre por codicia o por ansias de triunfar a costa de otros al parecer ingenuos. Pero lo que parece una víctima inocente no reflexiona sobre su culpa de haber sido avaricioso e ingenuo, sino que inician una cruzada luchando contra gente como Rubén, los cuales no esperan esta persecución.
Pensé sobre Juan, y veía a una persona muy insegura, que además necesitaba resarcirse del engaño, a ser posible en público para limpiar su honra dañada por la ofensa mezquina del adversario.
Sí; estafa, engaño. Todo como motor de arranque de la maquinaria de su inseguridad. Y todo funciona y se sincroniza para, cueste lo que cueste, cazar al malhechor y reparar el daño que éste ha causado en su auto-estima. El precio a pagar en energía y recursos es infinito con tal de superar esa vergüenza que le hizo pasar. Y da por supuesto que no parará hasta que todo quede limpio; y la métrica de la venganza no es y será otra que la suya, porque ninguna otra vale.
Ahora tengo claro que cuanto más inseguro es la víctima más peligro tiene. Hay que dedicar mucho tiempo y recursos a conocer bien a la otra persona; a saber que el ego en la gente insegura o en las personas de frágil carácter no tolera ni la más mínima ofensa, o como se conoce en el argot "no tiene carrete".
Hay que reconocer el terreno y no se debe apostar todo a una y en directo sobre la marcha. Antes de nada, prueba con un chiste a su costa, y observa si se ríe porque será señal de que confía en sí mismo. En cambio, si la reacción es de sentirse atacado estará demostrando su inseguridad. Y por supuesto, en el caso segundo, cuida y no juegues a nada que pueda acabar con algún peligroso mal entendido.
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