"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

domingo, 2 de febrero de 2025

EL PODER DEL SILENCIO. HABLAR MENOS, HABLAR MEJOR.

"A menudo me he tenido que comer mis palabras 

y he descubierto que eran una dieta equilibrada"


Winston Churchill (1874-1965) 

Político británico


Mucho había escuchado sobre Jesús, y todo bueno. Y es que su conocimiento en la materia y lo relacionado con su profesión a nivel técnico era de nota. Sus hechos y lo que había conseguido en puestos diferentes, trabajando como mano de obra directa, marcaban un camino cargado de hitos positivos.

Sin embargo, cuando tuve la oportunidad de conocerlo al compartir en la empresa un par de proyectos, tras escuchar lo que proponía y todo lo que al hablar desnudaba acerca de sus pensamientos, hizo que lo que era leyenda pasara a una realidad decepcionante.

Cuanto más hablaba se alejaba de ese supuesto héroe aterrizando en el mundano rol de villano.

Y es que hablar demasiado no ayuda casi nunca. Dicen que la lengua humana es como una bestia salvaje, difícil de domesticar, y menos de controlar. Pero en lugar de alegrías, suele causar daños al dueño que la cobija cuando se desata. Por todo, aprender a controlar el arte de la palabra puede ser un factor que haga a su propietario triunfar, procurando que la misma no se malgaste en balde, sino sea usada en su justa medida.


Al contrario, dominar el silencio o decir menos de lo necesario le hace a la persona incluso mejor de lo que es. Controlando lo que se revela con las palabras justas se deja de transparentar al cien por cien objetivos o intenciones. Y decir menos aumenta el misterio y la profundidad de la persona que lo domina.

Si dices poco puede que se cree una apariencia de conocimientos. Y solo por estadística, la probabilidad de decir tonterías decrece, incluso de desvelar lo que no toca.

Aunque también hay gente que cambia su palabra de forma continua y no pasa nada, lo normal es tener unos principios y mantener lo que se dice. Por todo, si se habla demasiado, es muy posible que se sea esclavo de sus palabras. La lección está clara: una vez las palabras están dichas, no se pueden retirar. Y si te desdices, no quedas precisamente como una persona confiable.

Relativo a este tema, recuerdo un amigo que siempre me aconsejaba mantener el control y ser muy cauteloso con el uso del sarcasmo, porque aun siendo verdad que el mismo genera una gran satisfacción momentánea, normalmente después a la larga se paga con creces el daño punzante que deja en la otra parte.

Recordando a Jesús, también cometía un error cuando tocaba trabajar en equipo. Nunca dejaba hablar a sus subordinados antes que él mostrara sus intenciones. Y conocer las intenciones de tu equipo, enriquecer de ideas el proyecto y abrir las posibilidades antes de decidir solo es posible si el personal no siente la necesidad de pensar lo más cerca posible del "jefe". Y recuerdo cómo tras Jesús sentenciar al inicio, el resto convertían la reunión en un cuadro monocolor.


Me pregunté si en algún caso sería bueno no permanecer callado. Y creo firmemente que sí. Por ejemplo, pensé en casos que el silencio pueda levantar sospechas de que no se quiere informar, o incluso ante alguna pregunta directa puede aparentar inseguridad o desconocimiento. Por lo tanto, ser cauto, aprender a no hablar demasiado, sí cuando toca, pero no quedar mudo en momentos que hay que salir al escenario. Porque a veces hablar de más, y aparecer como débil o menos inteligente a propósito puede ayudar a atestar un golpe adelante estratégico mientras el opuesto entiende que tiene enfrente una especie de bufón (recordando entonces que el bufón aparece como el tonto/payaso siendo incluso más listo que el propio rey).

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