"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

domingo, 14 de abril de 2024

SOBRE LA QUEJA IMPRODUCTIVA

"El pesimista se queja del viento; 

el optimista espera que cambie; 

el realista ajusta las velas"


William George Ward (1812-1882) 

Escritor y teólogo inglés



Fran lo estaba pasando mal últimamente. Todos tenemos un quejica en nuestra vida, pero Luis era uno de los que más le estaba costando en su larga experiencia laboral. En este caso era un caso atípico, ya que además era el hermano del propietario y su actitud sorprendía más si cabe.


Normalmente el quejica siempre se queja, y además asume que el mundo le debe soluciones, a él y solo a él. Y es muy desconfiado.

Y ni que decir tiene que las quejas, las productivas, no son nada negativas. Incitan a una acción reparadora, ya que ha habido una ineficiencia o un incumplimiento, y empuja al cambio y a la mejora.

El peligro es cuando la queja pasa de constructiva a hábito, y el hábito se convierte en victimismo.

Volvía a casa pensando. Esto ocurre porque además de siempre quejarse nunca pasa a la acción. Solo da vueltas, se queja sin actuar, o lo que es peor, espera que alguien, el otro, o la magia provoque alguna solución milagrosa. Y esto se está empezando a contagiar. Las excusas. La actitud cómoda. Y todo se convierte en una forma de vida. Una vez que decides ser víctima decides no adoptar responsabilidad de hacer, de reparar, de cambiar. 

Y la queja improductiva pasó a ser una medicina muy dañina.

Tenía que hacerlo cambiar, o cambiarlo. Se trataba de pasar a la acción. Pensar qué se puede hacer. Qué acciones correctivas planificar. Cómo acercarse a las personas de confianza para que nos acompañen en el proceso de cambio, en el proceso de mejora. Cómo comunicar nuestra situación, nuestra meta, nuestras acciones y nuestros avances.

Su intención era llevarse a otra galaxia el victimismo, el sufrimiento, la queja improductiva. Y sabía que pasar a la acción cuesta. Porque el quejica piensa que todo sucede de fuera hacia dentro, y que nada ocurre por lo que decide, hace, dice...

Y además nada puede hacer o nada pueden hacer por cambiar su situación. Y si le ponen remedio a su queja, lo desestima; necesita seguir quejándose.

Al contrario, pensó Fran, se trata de mirar de dentro hacia afuera. Ser introspectivos, conocernos mejor, y al final, asumir la responsabilidad de lo que es nuestra propia vida.

Nuestros comportamientos y nuestras creencias nos limitan. Si algo no nos gusta, cambiemos las acciones, digamos en voz alta lo que no va bien, pidamos disculpas si algo lo hemos provocado nosotros, pero reparemos o hagamos que reparen lo que no va bien. Salir de la zona del victimismo y trabajar la queja productiva es bueno, contribuye a la mejora personal, laboral y la libertad que se tiene; y de esta manera se generarán relaciones, negocios y ámbitos sociales más respetuosos, responsables y satisfactorios para nuestro día a día.

Quejarse no es malo si busca mejorar su productividad o la de su empresa. Se trata de saber plantearla para que sea bien recibida. Ser asertivo ayuda, y no poco. La queja sana, centrada en hechos, basada en aumentar la productividad y plantearla siempre con actitud profesional, es buena y necesaria.

Y para quejarse bien, hay que hacedlo cuanto toca. Intentar hacedlo por escrito, de manera objetiva y comprensible. Si es en persona, mantener el autocontrol, las maneras, sin atacar a terceros, sino enfocado en cambiar lo que no está bien. Describir todo lo negativo que provoca la situación, el daño que se ocasiona a las personas involucradas y por ende, a la empresa. Y sobre todo, proponer soluciones, sin exigir y procurando empatizar.

El reto es proponerse no vivir instalados en la queja, y practicar la gratitud. Porque el problema no es la queja, sino el quejarse sin hacer nada respecto al malestar que sentimos.



Llegó a casa, agotado, pensando en el quejica, e intentó escribir antídotos ante las actitudes a las que le tocaba enfrentarse todos los días: generosidad, libertad para marchar y esperanza ante el cambio.

Ante el egoísmo del quejica profesional, la generosidad. Nadie es el centro del mundo, y liderar consiste en lograr un desempeño productivo y solidario que una al equipo para el logro de los objetivos de la organización. 

Nadie está obligado a quedarse en un puesto, o incluso en una organización, y menos si se queda estorbando. Está claro que habrá defectos, ineficiencias, pero aun siendo intolerantes con la corrección de errores y problemas, trabajar no es estar de vacaciones.

Ante el quejica, buena gestión y mejor liderazgo, y hacerle ver que si no hay acción hacia el cambio no tendrá equipo y el resto de profesionales le dejarán solo con su queja constante. Y por supuesto no olvidar que es corregible, y que trabajando, escuchando, e intentando incorporarlo al proyecto se puede trabajar en su formación, acompañándolo en la adquisición de competencias blandas, tan necesarias en el mundo actual. 

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