¿Dices que nada se crea?,
no te importe, con el barro de la tierra,
haz una copa para que beba tu hermano.
Antonio Machado (1875-1939)
Poeta y prosista español.
Me comentaba Elisa que el error estaba en pensar que su tarea era directamente criar plantas, desarrollarlas y generar flores, entre otras cosas.
"Ni es mi misión ni mi principal trabajo".- sentenció.
Las plantas crecen solas, se desarrollan solas y se crían solas. Y dan flores solas. Y aquellos árboles, dan frutos solos. Me señaló unos manzanos que se disponían a ambos lados del camino de entrada a la finca.
Mucho me había hablado de sus orígenes, y cómo su negocio había ido creciendo con mucho esfuerzo, estudio y dedicación. Todo empezó a funcionar, a ir bien, cuando ella misma se dio cuenta que su trabajo no era otro que crear las condiciones idóneas para que las plantas crecieran.
Estudió y creó condiciones para que hubiera un suelo óptimo, fértil.
Desarrolló un sistema de calidad en cuanto al tipo de agua, la cantidad que cada clase y especie necesitaba, los sistemas de distribución, el mejor momento...
Cuidó la luz, la cual provee la energía necesaria para que sus plantas realicen la fotosíntesis y produzcan la materia orgánica para su crecimiento y desarrollo. Estudió los programadores de clima, invirtió en cuanto pudo y controló con pantallas de sombreo, pantallas de oscurecimiento y con luces de asimilación los tiempos e intensidades que interesaban a sus caprichos (así llamaba a sus plantas, por cierto).
Y aprendió a retirar las malas hierbas cuando no convenía, a podar lo sobrante y a reparar o eliminar lo que aunque en el pasado había resultado productivo ahora estaba lastrando la vitalidad del conjunto.
Pero se dio cuenta, en una etapa de su vida, cuando su negocio empezó a ir bien, que nada de esto ocurría si las plantas no hacían lo que verdaderamente querían en una primera instancia.
"Y esta es la clave, la auténtica verdad, dondequiera que encontremos un líder de éxito".- me dijo mirándome fijamente a los ojos.
Esta última frase me sorprendió de inicio. La verdad, no me esperaba el cambio de tercio, pero en breve me centré y entendí que toda la conversación versaba sobre lo que a ambos nos apasionaba. Cambié el invernadero por la empresa, y las plantas por las personas que la formaban. Elisa era un ejemplo para toda la familia y siempre había sido nuestra referencia para inspirar nuestros retos y objetivos. Era sabiduría en estado puro.
Y mientras se quitó el mandil y los guantes, y se lavaba las manos en el fregadero que tenía justo a la salida de su bonito invernadero me repitió varias veces lo siguiente:
"Crear las condiciones es la parte verdaderamente dura".
Me invitó a un café y no hablamos de liderazgo, ni de management, ni de empresa o del negocio. La verdad, pensé, la clase maestra ya me la había dado mientras conversamos en el terreno y había comprobado directamente cómo ella disfrutaba mimando y creando el ambiente que sus caprichos necesitaban.
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