"Si tenéis un minuto, intentad resumir vuestra pasado, brevemente, y sentiros orgullosos.


Después, enfrentando el maldito folio en blanco, dibujad vuestro futuro, con pasión, con ganas de hacedlo mejor.


Será vuestro mundo, vuestro camino..."

lunes, 6 de enero de 2020

NO FUE UN DÍA DE REYES CUALQUIERA

"El mejor regalo que podemos darle a otra persona es nuestra atención íntegra"

Richard Moss




Como cada año, dejó todo preparado bajo el árbol de Navidad, medido y en su sitio, cada paquete alrededor de la zapatilla del miembro de la familia, dejando la suya vacía, eso sí, esperando que algún paje de SSMM los Reyes Magos de Oriente hiciera durante la noche su importante parte del trabajo que éstos le encomendaban.

Subió las escaleras para descansar, con los nervios de un niño, como siempre desde que recordaba esta noche mágica, pensando qué podría tener de regalo este año en el que, como siempre, se había portado bien...

Había escrito la carta pidiendo un regalo sorpresa que ante todo, le hiciera muy feliz.

No fue una noche más, y la intranquilidad normal que conlleva el  "qué me traerán" le hizo estar muy inquieto e incluso llevarse algún rapapolvo en forma de gruñido por parte de su colaboradora; puede que incluso entre sueños recordara alguna patadilla a la vez de un "estate quieto, vaya nochecita".

Unos gritos le despertaron y automáticamente abrió un ojo, el que no estaba aplastado contra la almohada, viendo que por la ventana ya entraba luz natural, aunque al ser una mañana con niebla, podríamos decir que sólo iluminaba suavemente la habitación. -Las siete y cuarto de la mañana, nuevo record del benjamín.- pensó mientras se incorporaba para bajar y descubrir junto al resto de la familia qué sorpresas les había tocado recibir este año. 

El pequeño estaba tirando de la cama a su hermana mayor, literalmente, retirando sábana y edredón, ya que una vez abierta con cuidado (y algo de miedo) la puerta de salón, había divisado alrededor del árbol paquetes que suponía serían los regalos que los Reyes habían dejado para ellos.

Ya abajo, mientras los niños iban "por toques", de una manera diríamos ordenada, abriendo los diferentes paquetes regalo, él se arrodilló cerca de dónde estaba la zapatilla que marcaba su territorio y aunque no vio ningún paquete como otros años, enseguida le llamó la atención una de las bolas doradas del árbol, distinta al resto, con un brillo especial, destacando sobre las otras.

Y cerrando los ojos, como atraído por la bola, la rodeó con la mano y de repente sintió como si su mente y su cuerpo salieran transportados, a un espacio exterior en el que sobre su cabeza se proyectaban diferentes escenas de personas queridas, del pasado reciente, tan reales que parecía que estaba reviviendo nuevamente esos episodios personales históricos.

Su cara era un poema; la sonrisa se había fijado en el rostro y no tenía viso de cambio alguno. Vio cerca a sus padres, en varias etapas que le habían marcado desde pequeño; a sus abuelos, a sus hermanos, a sus primos y tíos, a sus amigos de la infancia, a sus compañeros de EGB,  a sus colegas de instituto y universidad, a sus amigos de siempre y para siempre, a su novia, a su mujer, a sus hijos, a sus suegros, a sus cuñados, a sus sobrinos, a sus compañeros de trabajo, a sus jefes, a sus socios, a sus amigos del reciente programa de dirección general, en definitiva, a las personas que le habían modelado/regalado con su tiempo y dedicación, desde el inicio y hasta estos días, tal y como era.

Y se dio cuenta que ese era el mejor regalo que podía recibir. Y sí, le había hecho muy feliz.

Porque no tenemos que esperar a que la magia se nos brinde sólo un momento, en una fecha determinada, sino que debemos vivirla todos los días, en cada momento, siendo y estando eternamente agradecidos a cada una de las personas que se acuerdan de nosotros, que nos acompañan en nuestro caminar diario, a veces en la tierra, a veces desde el cielo, pero que sólo con un minuto que nos dediquen provocan, eso tan mágico y bonito, que no es otra cosa que hacer de nosotros las personas más felices en la faz de la tierra.

Abrió los ojos y vio como sus hijos y su esposa seguían disfrutando de los diferentes detalles que, la noche anterior, como paje real había colocado bajo el árbol de Navidad, medido y en su sitio, y sin mediar palabra los abrazó a los tres, quedando en silencio, disfrutando del momento, llorando de felicidad plenamente agradecido...


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