"El éxito genera complacencia. Alimenta la complacencia y obtendrás el fracaso. Sólo los paranoicos sobreviven".
Andy Grove
Jesús tenía claro que los hábitos eran el principal problema que aferraba a su gente a no moverse del sitio. Dentro de la caja estaban bien, protegidos, sin riesgo, ¿sin riesgo?, preguntamos a la vez los otros tres amigos que estábamos alrededor de la mesa, tranquilos y con todo lo de la semana ya supuestamente controlado.
Y sí, los hábitos nos llevan a hacer "siempre" lo que hacemos "siempre". Nos oponemos a que nos empujen en otra dirección incómoda que no tiene mucho sentido para nosotros. Vamos, que nos sujetamos a un clavo ardiendo, tercamente, aferrándonos a lo que valoramos y tememos perder.
Si lo pensamos bien, lo mismo comportarnos de otra manera sería menos que humano.
El humano forma parte de una estructura jerárquica enfocada en la gestión (fiable y eficiente en el presente), la cual tiende a oponerse al cambio significativo. Y no son otros que las reglas, los planes a corto y los cargos de la estructura de poder lo que genera lo que se conoce como "autocomplacencia". Y no olvidéis que la autocomplacencia colectiva es una de las fuerzas mayores del universo contra el cambio...
En un determinado momento Esteban le dijo a Jesús, en una de sus pocas intervenciones (pero como decimos en el grupo, cuando habla, habla): "Tienes que buscar la solución única que existe a este problema, la cual ya he vivido con éxito en alguna de las organizaciones que he estado, y no es otra que crear una fuerza lo suficientemente poderosa para reducir y contrarrestar esta inclinación tan formidable a oponerse al cambio a gran escala".
Yo no podía estar más de acuerdo. Había estado bastantes veces con gente de la empresa de Jesús; algún directivo, mando intermedio y dos jefes de obra y operarios, debido a un proyecto que habíamos realizado en común y siempre, desde todos los niveles escuchaba los típicos "nunca cambiaremos", "siempre pasa así", "no llega el material, como siempre, pero es mejor no cambiar nada", "al final toca rectificar ya que los planos siempre viene mal", "no entienden el trabajo porque no salen", "mejor que no toquemos nada"...
Y lo tengo claro; ni los grupos tradicionales, ni las primas, ni los planes estratégicos realizados por un pequeño equipo de élite, ni los consultores estratégicos pueden ni siquiera acercarse a la fuerza necesaria para vencer a la oposición al cambio, asentada durante años en muchas de las organizaciones tipo que conocemos, como la de Jesús, que muy interesado en el tema preguntó cómo podía conseguir esa energía para derribar la "autocomplancencia".
La solución a este problema tan general arranca en conseguir desarrollar una auténtica sensación de urgencia entre las masas (de todos los niveles) de tu empresa, amigo Jesús. Pero debemos reconocer urgencia en el sentido de que muchas de las personas de tu organización se levantan todas las mañanas con el deseo oculto en su mente y en su corazón por hacer algo distinto para impulsar a tu empresa hacia una oportunidad distinta e importante, estratégica y que desborde su día a día.
Pero lo normal es encontrar alrededor de nuestras empresas mucha autocomplacencia. Personas satisfechas de sí mismas (haz una encuesta) que no ven razón para cambiar la manera de hacer y que no piensan por qué son ellas las que deben buscar formas de desarrollar una ventaja competitiva. Su máximo deseo es seguir haciendo lo mismo. Verdad que a veces, cuando el guión lo requiere, realizan un pequeño "sprint" para arreglar algún contratiempo, preparar una posible subida de sueldo o salir de algún problema puntual, pero siempre que suponga poco esfuerzo y poco tiempo; lo suficiente para devolver el mar a la calma y continuar en el estado de eficiencia y de equilibrio.
Para terminar, antes de dar por concluida la sesión y partir cada uno para casa y dar inicio al fin de semana, concluimos que si el problema es global, la solución debe ser global. No debemos olvidar que la gente jamás reconoce su autocomplacencia, pero el mundo está lleno de ella, y a veces ni las personas reconocidas como las más competentes la reconocen. Es un problema del sistema donde han crecido y debido a ello, es el mismo sistema en el que operamos el que nos ciega ante la autocomplacencia de las personas, y por ende, la autocomplacencia en la que tenemos inmersas nuestras organizaciones.
Para muestra, un botón y me permito sugeriros que dediquéis 2 minutos a ver el siguiente vídeo que evidencia todo lo escrito y si no cae en saco roto podréis usarlo como ejemplo varias veces al día desde el momento que lo veáis.
El vídeo de la semana: FÁBULA DE LA TORTUGA Y LA LIEBRE
Historias pasadas de "lasemanadeedusanchez": Os dejo, en el siguiente enlace, lo que pasaba por este blog hace 3 años para los que se han incorporado tarde y también para los amigos nostálgicos que les gusta recordar.
Autocomplacencia = lo hacemos tan bien que no podemos mejorar, muy narcisista Eduardo, si todo el mundo pensara asi, estariamos en las cavernas y sin inventar la rueda....
ResponderEliminarEfectivamente Eduardo, por regla general los seres humanos somos más como la "liebre", que cuando cambiamos algo lo hacemos más por obligación que por innovación. Menos mal que entre nosotros todavía hay "tortugas".
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