"Es posible conseguir algo luego de tres horas de pelea, pero es seguro que se podrá conseguir con apenas tres palabras impregnadas de afecto"
Confucio (551 AC-478 AC) Filósofo chino.
Semana cargada de sentimientos, cumpleaños y sorpresas. Sí, no pasarán desapercibidos en mi memoria estos días cuando toque resumir el año, esto lo tengo claro.
Pues bien, llegó el martes y los planes cambiaron radicalmente. Un potencial cliente que durante este año nos ha realizado varios pedidos para evaluar nuestro producto nos confirma que tras el contraste, test y comparación con la otra empresa candidata han casi decidido elegirnos como proveedor único para su proyecto de los próximos 3 años y que su Consejero Delegado quiere tener una reunión para tratar el plan con nosotros, para terminar de confirmar la elección de proveedor a modo de una especie de reválida (cuán de moda está ahora mismo este proceso, ¿verdad?).
"Bueno, pues no suena mal", comenta mi compañero mientras reorganizamos nuestras agendas y ni cortos ni perezosos, nos marcamos el objetivo de intentar cambiar las citas, reuniones y actividades para poder asistir sin demora a la reunión que proponemos para el mismo jueves y que es aceptada por el cliente.
Y allí que nos vamos el miércoles noche, tras preparar toda la parte técnica con las distintas opciones que tras una larga conferencia nos ha indicado como necesarias el responsable del proyecto asignado en casa de nuestro cliente.
Pues bien, llegó el jueves, y allí nos encontramos, puntuales en su sala de reuniones, escuchando de forma activa todos y cada uno de los puntos principales, así como de las diferentes especificaciones y fases en los que se basaba el citado proyecto. Ni que decir tiene, que a lo largo de la reunión he detectado de una manera muy clara cómo son de importante todas y cada una de las palabras; ya no sólo las que se pueden recibir por parte del cliente sino también de nuestras respuestas, las cuales provocaron una serie de reacciones (a veces positivas, a veces no tanto) mediante las cuales la reunión pasó por distintas fases no del todo equilibradas, en cuanto a las emociones se refiere.
Y me explico: en varias ocasiones se tuvo que actuar (siempre con la palabra, faltaría más) saliendo al quite; unas veces mi compañero, otras veces yo debido a que no era fácil contentar al directivo cuando el guión exigía sinceridad a la vez que no se debía bloquear la idea personal del futuro arraigada que él mismo tenía para con su negocio.
Me quedo con el resultado final/global de la reunión que al final duró 105 minutos: satisfacción del cliente y acuerdo consolidado, resaltando la importancia en todo momento del "poder de las palabras", basadas en una concienzuda preparación y como nunca me cansaré de repetir, resultado de una estupenda combinación de "intelecto y sentimientos".
Para muestra, un botón y me permito sugeriros que dediquéis 4 minutos a ver el siguiente vídeo que evidencia todo lo escrito y si no cae en saco roto podréis usarlo como ejemplo varias veces al día desde el momento que lo veáis.
El vídeo de la semana: LA LEYENDA DEL SAMURAI
Nota: ¡Qué os voy a contar!, cuantas veces hemos sido esclavos de nuestras palabras, pero no menos han sido las que gracias a ellas hemos alcanzado el éxito en nuestras vidas, tanto en el ámbito personal como el laboral. No dejéis de usarla, a poder ser "cara a cara" en esas conversaciones en peligro de extinción, que tantos problemas soluciona y tan necesarias son.