"El talento, en buena medida, es una cuestión de insistencia"
Francisco Umbral (1935-2007)
Escritor español
Me llamó Ramón y me dijo que le habían gustado mucho las últimas entradas sobre liderazgo, y como tenía que pasar a ver a un cliente por la zona, aunque ya sería muy tarde, me preguntó si podía pasarse y nos tomábamos un refresco, como antiguamente. Seguro que quería complementar sobre el tema y aderezarlo con experiencias que siempre me enriquecían.
Ramón es un compañero de la carrera y aunque al final cambió su residencia a Madrid, siempre aprovechaba cuando cruzaba La Mancha para hacerme una visita de seguimiento.
No entendía el talento per se, sin esfuerzo, y recordaba cuánto le gustaba lo que habíamos estudiado, pero también cuándo apareció el malo de su papá; fue el momento que le obligaba a estudiar (ese era el momento en el que el superhéroe pasaba a villano). Ahora entiende la ganancia en el largo plazo del esfuerzo obligado por tantos y tantos padres a lo largo de la historia.
Y es que como nos dijo, de inicio tenemos potencial, capacidades, pero desarrollar el talento es conseguir alcanzar el éxito. Y por supuesto, el talento es aprender, pasar a la acción, porque la acción es talentosa y está ligada al resultado; y no hay talento, resultados, sin esfuerzo.
Le preguntamos por los divos, o sea, los que llevan ego para dar y regalar en las empresas. Y no dudó en introducir este tema indicándonos que en cualquier organización o empresa siempre hay personas que por sí, son un grupo. Para él, lo complicado es transformar el grupo en equipo. Eso es lo que verdaderamente importa. Y nos dio una clave; hay que facilitar que las personas interactúen aprendiendo, y a esto lo llamó conseguir inteligencia adiestrada.
Nos dejó pensativos, y le volví a referir sobre lo que pensaba de los profesionales cargados de ego, a lo que me indicó con un gesto de la mano, dibujando con el dedo círculos mientras tomaba un trago, que ahora iba a eso. Recordó lo de la inteligencia adiestrada, y explicaba que una vez alcanzada la misma, se consigue enriquecer el verdadero capital humano y emocional en la empresa. ¡Pero cuidado! sin divos. Porque si aparece el sobresaliente, el departamento, la unidad de negocio o la empresa en el medio/largo plazo irá mal.
Y volvimos al tema del talento. ¿Natural? Por supuesto que existen las capacidades innatas. Pero no olviden, sin esfuerzo, el potencial no alcanza el acto y sin esfuerzo no hay equipo, ni entrenador, ni una "familia" que acompañe...
Para Ramón no era difícil detectar el talento. Para él, lo especial se ve a través de la intuición, y ésta es la mayor sabiduría del ser humano. Los genes se descubren en cómo se mira, cómo se habla, cómo se dirige, cómo se decide y cómo se actúa. Por cierto, nos alertó, lo que también se descubre es la impostura; y al impostor.
Continuamos adentrándonos en un tema peliagudo; el ego y cómo gestionar a las personas con ese problema en un mundo tan necesitado de trabajo en equipo y el alcance de metas comunes por encima de los individualismos. Se trata de desterrar primas donas y conseguir convertir grupos en verdaderos equipos.
Nada tiene que ver el artista invitado, el contratado para la charla, al responsable o mando intermedio titular de un departamento o unidad de negocio. El que viene para un rato, puede opinar, puede enseñar, puede decir cómo se cambia, pero viene, cuenta y se va.
Ahora, el que tiene la responsabilidad como titular del tema, no puede llevar en la mochila nada de ego; si el sobresaliente intenta quedar por encima del resto, todo se destruye.
"¿Y qué podemos hacer?".- pregunté. Y Ramón contestó:
"¿Qué hago yo en cuanto lo detecto? Primero, hablar con él; y si quiere ser una estrella, invitarle a salir, a brillar en otro sitio, porque el verdadero éxito es crear un verdadero equipo. Y para eso, las capacidades individuales deben de ponerse al servicio de, debe de estar con y para el equipo, generar sintonía, sin resistencias. Le propongo elegir entre dos caminos: o se rompe el estado de confort en el que vive, o se integra.
Y si no se integra, hay un problema, porque no se conseguirá generar un gran equipo."
¿Y si el del ego es el director? Pues esto sería lo que llamo un liderazgo negativo. El líder no debería ser talentoso, sino un crack en encontrar soluciones a los problemas. El liderazgo con ego es negativo; puede ser explotador, puede ser impostor, vanagloriándose de lo mal que todos lo hacen, puede producir un efecto psicológico latente, como una espiral que hace sentir mal al equipo. Nunca pasa de grupo. Nunca proyecta un equipo.
Ramón continuó ilustrándonos sobre lo que él veía como las principales cualidades del liderazgo: humanidad, claridad y valor para actuar. Y en el equilibrio entre las mismas veía fluir el buen liderazgo.
Aprendimos cómo en la empresa sobran los mandos intermedios y directivos con ego. El trabajo de dirigir bien está basado en la ejemplaridad. El ejemplo, pensé. Dando ejemplo. Y exigencia, desde el respeto, dando feedback y a la vez colaborando. Porque se trabaja con lo que el equipo nos ofrece. Todo debe estar relacionado. Debe sentirse la marca, sentir la empresa, entender y morir por el propósito o lo que decía Ramón: "debe estar todo bien afinado".
Era un enamorado de la música. Como en las grandes orquestas, resaltó cómo los equipos notan que no vale cualquier cosa; siempre esperan la perfección. Es la exigencia pura. Nos avisó que en todo momento, y aquí la mente me llevó a la entropía, los departamentos tienden a desafinarse; son altamente sensibles. Y para no perder el equilibrio, se debe trabajar y mandar con pasión. Si te ven con pasión y escuchan cosas coherentes, el resto del equipo desatará y trabajará de la misma manera.
Y aparecieron las dudas sobre las capacidades. Alguien preguntó: "¿Y si la gente no llega?; ¿aparecerá la frustración?". El tema es sacar lo mejor de cada profesional, bien dirigido, generando una empresa formada por personas no sobresalientes generando una compañía sobresaliente.
Nos despedimos, hasta la siguiente. Me mandó luego unas entradas para una ópera en el Teatro Real; era para esta Navidad. Un maestro del equilibrio, pensé, y sabía que mi mujer estaría encantada de volver a disfrutar de un fin de semana en Madrid, los cuatro, con buena música y buena compañía, y sobre todo, sabía que con este gesto la relación seguiría afinada y siempre Ana le perdonaría las horas a las que me hizo volver a casa mi queridísimo amigo Ramón.
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