"Arréglese al estado como se conduce a la familia,
con autoridad, competencia y buen ejemplo"
Confucio (551 AC-478 AC)
Filósofo chino
Me dijeron que me sentara durante la comida al lado de Íñigo, que aprendería y no poco durante la misma. Y no me defraudó la propuesta. Fue de lujo.
Me encantó cuando me dijo que dirigir una empresa era como dirigir una orquesta, y el director, al final, acababa moviendo la batuta, mientras los músicos no miraban; eso sí, la obra acababa generando una auténtica conexión entre público y orquesta de un nivel por encima de lo terrenal.
La música no consiste en la interpretación perfecta de una serie de notas musicales. Y al igual que en la empresa, el buen trabajo no se genera con las manos de los operarios ni con la repetición cansina de operaciones de máquinas y herramientas, sino con la cabeza y con el corazón dirigidos desde la dirección y los mandos intermedios que mezclan ideas y planes para llegar a cumplir con los diferentes hitos.
Y ahí entra la misión del buen director, con sus tres funciones fundamentales.
Primero, como concertador, sí que ha de tener ciencia, saber hacer y don de gentes para provocar en el equipo una serie de tareas cargadas de alta productividad, eficiencia, aprovechamiento de recursos y de tiempo, que les permitan alcanzar los hitos programados.
El director tiene que tener un plan claro. Autoridad, mucho liderazgo y ajustar el plan con flexibilidad, sin rigidez, siendo en este punto clave la rapidez y el acierto en la toma de decisiones. Pivotar es necesario, porque todo lo planeado es vapuleado por la realidad nada más tocar tierra. Ya sabéis, el papel todo lo aguanta.
En este punto, el buen líder debe distinguir los desajustes que requieren de su participación de los que su elenco de profesionales pueden resolver por sí mismos. Es decir, debe saber ceder liderazgo y protagonismo sin perder liderazgo por ello; equilibrio que no es fácil, pero necesario para establecer un equipo a su cargo capaz.
Como segunda función, está la del director inspirador. Esta función es la que insufla vida al proyecto. Y para llenar con vida el proyecto, debe conseguir que cada profesional dé lo mejor de sí mismo. No es sencilla, pero sí fundamental esta función, la cual debe generar un modelo de trabajo que sea enriquecedor, creativo, fecundo, que abra océanos de posibilidades ambiciosas y cuente con la creatividad de cada uno de los colaboradores.
Se trata de crear un campo de cultivo donde se multiplica y perpetúa un sano intercambio de pareceres. Sí, la última palabra la tiene el líder, por supuesto, pero todos se sienten partícipes y responsables del desarrollo del proyecto, para lo bueno y para lo malo.
La tercera función que me relató Íñigo fue la de seguimiento y control. Veía al líder como el que controla, el que sigue, el que acompaña. Me aclaró que es el que controla mientras inspira. Atento a cualquier pequeño desajuste, que siempre por cierto se dará, debiendo recomponerse lo antes posible. El líder debe estar pendiente de todo, pero manteniendo la distancia, dejando trabajar. Resumió la idea indicándome que lo ideal sería estar vigilando sin estorbar, siendo capaz de prestarse siempre que se le necesite, pero sin ser invasivo en el trabajo de los suyos.
Me interesé mucho y le pregunté dónde pondría el foco para cimentar un liderazgo auténtico y me respondió rápido, con seguridad, que para él todo buen liderazgo debía estar basado en la confianza. Era la base de cualquier relación.
El liderazgo según Íñigo se basa en el trabajo bien hecho, la ejemplaridad y el servicio.
El trabajo bien hecho entendido como llevar siempre los deberes siempre bien estudiados y resueltos. La propuesta sólida, bien armada y por supuesto, una batería de soluciones a los problemas que llegar, llegarán.
La ejemplaridad, como única garantía de la autenticidad, necesaria para establecer una relación que genere confianza. Decía Einstein que "dar buen ejemplo no es la mejor manera de influir en los demás; es la única". Y esto no va de poder, sino de autoridad. Y la autoridad se gana de abajo a arriba, no se convence, sino que se persuade, y se persuade desde el ejemplo.
Por último, el servicio a los demás. Solo será un gran líder el que se muestre ante los demás como un profesional con capacidad de servicio.
Antes de despedirnos me dio un último consejo; ante todo, sé auténtico. La autenticidad, me dijo, no se puede imitar, ya que la impostura salta a la vista. El liderazgo auténtico, que tiene más de servicio que de poder, es la única vía para que un proyecto se mantenga vivo, no decaiga, no se apague.
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