"Conócete, acéptate, supérate"
San Agustín (354-430)
Obispo y filósofo.
Ya desde antes de su fichaje me habían hablado muy bien de Carla, pero nunca había tenido oportunidad de trabajar en su equipo debido a que siempre había dirigido una unidad de negocio que no tenía mucha interacción con la mía.
Para mí y el resto de directivos del grupo era un referente ya que los resultados conseguidos a través de los años la avalaban. Su equipo la adoraba y se había ganado la total confianza del Consejo por cómo llevaba en volandas su unidad y cómo clientes, tanto pequeños como grandes cuentas, siempre quedaban satisfechos con los negocios que iniciaban con Carla.
Tanto sus conocimientos, su experiencia al máximo nivel, su tesón, así como sus habilidades blandas eran reconocidas por todos, pero en particular me asombraba la manera de controlar las situaciones de estrés y desde mi punto de vista, cómo tenía la impresión de que el tiempo le daba más a ella que a todos nosotros, sus compañeros en las diferentes Direcciones Generales.
Me encanta aprender de mis colegas, ya que es la manera de mejorar más directa basándonos en los resultados de nuestros compañeros, por lo que no perdí la oportunidad de preguntarle el motivo de lo que era capaz de hacer y sobre todo, cómo lo conseguía.
Era una tarde tranquila, y ya en su despacho me comentó que la técnica era centenaria y tenía poco de digital, poco de algoritmos y menos de complejidad solo al alcance de cerebritos.
Se trata, me explicó, de seguir el método Ivy, el cual se llama de esta manera debido a su creador, Ivy Lee. Y se puso a contarme lo que hacía para que sus días, poco a poco, se fueran convirtiendo en jornadas cada vez más productivas. Además, lo usaba tanto para el trabajo como para las tareas a realizar en familia durante las tardes y los fines de semana.
Primero, al final de cada día, no me voy sin anotar las 5 ó 6 tareas que me comprometo a realizar, sí o sí, durante la jornada siguiente. Importante que no sean más de esta cantidad y si es posible, las recorto a cuatro o cinco, aunque no me es siempre posible,
Después, las ordeno priorizando más que la urgencia, la importancia de la misma. Es decir, pienso en cómo aporta valor para mi empresa cada una de las tareas y las coloco en el orden que corresponde. Este es el momento en el que me marcho a casa o cierro el ordenador, ya que a veces, como bien sabes, me toca teletrabajar y estoy en la oficina que tengo en la buhardilla.
Al día siguiente, me doy media hora para leer el correo electrónico, y a continuación, si no hay un incendio de los que no dejan ni rastro del edificio o la fábrica, me concentro única y de manera exclusiva en realizar la primera de las tareas que yo mismo me encomendé.
Aunque no sea políticamente correcta, he desterrado las personas multitareas de la definición de productivos, aunque no se debe confundir multitarea con polivalente, eso sí que es cierto. Lo que si cumplo es la de no pasar a la segunda tarea sin haber completado la primera. Y nunca es nunca.
Una vez termino una tarea, me pongo a tope con la siguiente, siempre repitiendo el proceso. Enfocada en solo una tarea, la siguiente de la lista, la que me comprometí por orden, la que añadía más valor, la más importante tras la anterior.
Hasta que llega el final de mi jornada. Si me queda alguna, será la primera del día siguiente, y de nuevo hago mi lista de 5-6 tareas. Así todos los días. Constante. Y como has dicho, me va bien.
Me pareció simple, por lo que nadie puede decir que se necesita tiempo o conocimientos para iniciarse en el método y probar. Comentaros que está teniendo mucho éxito en mi entorno y por mi parte, estoy contento con mis avances tras usarlo desde el día siguiente que Carla me lo regaló.
Creo que el éxito del método está basado en precisamente su sencillez y también en que el que mejor conoce tus límites eres tú mismo, por lo que marcarse uno mismo los objetivos o las tareas es clave. Obligarse a no comenzar otra tarea sin completar la anterior también es fundamental, a la hora de medir nuestra productividad, ya que el arte de tener todo abierto y no terminar nada crea frustración y es reconocido que no puntúa para bien. Además, necesitamos métodos que eviten el virus en las organizaciones de la procrastinación, ¿no crees?
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