"La única disciplina que dura es la autodisciplina."
Bum Phillips
Esta semana ha sido bastante larga y dura, como la vida misma. Sí, y es que cuando toca días de trabajo en oficina, combinados con algún que otro largo viaje es mucho más costoso en esta época del año (verano, verano) en la que sobre todo, a la vuelta de una jornada agotadora, llegas al hotel y no te encuentras con los típicos "viajantes" de otras épocas del año, no, sino que te topas con parejas, familias y grupos de amigos que están disfrutando de sus seguras merecidas vacaciones.
Pero todos tenemos nuestro tiempo de descanso, y ya nos tocará cuando nos llegue. Además, este sobre esfuerzo a realizar estos meses previos a las vacaciones personales tendrán una merecida recompensa y son una prueba más de lo necesario que es la disciplina para conseguir los resultados, que llegarán, diferidos, pero llegarán...
Ni que decir tiene que estas vivencias me hicieron recordar, la noche del miércoles al jueves, ya en el rato dedicado a repasar la jornada y planear en detalle el horario de lo que el día siguiente debería deparar (ya se encargaría la realidad de cambiarlo todo desde el momento de iniciar la jornada), una de las visitas acaecidas en uno de los talleres posibles a formar en la nueva tecnología que estamos ofreciendo.
Durante la visita comentada, en un inicio destinada a explicar a lo que nos dedicábamos y cómo podía enlazar en el proyecto la empresa de la que el interlocutor era el Director Comercial, hubo algo que me hizo recapacitar.
Cuando, entre otras cosas, le comencé a hablar del plan de negocio por años y empezaba a ver color al proyecto desde el segundo y sobre todo, el tercer ejercicio, el Director Comercial me paró en seco: "espera, chaval, ¿tú me ves a mí? ¿sabes que edad tengo?".- me dijo mirándome fijamente a los ojos. La verdad es que no pude estarme callado y aunque no tenía ni idea de la edad exacta le indiqué que se le veía cerca de la jubilación. Asintiendo me comentó en voz alta que tenía 64 años recién cumplidos, por lo que no era la persona aconsejable para recepcionar un proyecto que comenzaría a recoger algo de frutos en 2-3 años. Con las mismas, se levantó, salió de la oficina y me presentó al dueño del negocio, segunda generación, con una edad aproximada a los cuarenta años como la persona perfecta para escuchar, implementar y si fuera menester, compartir los éxitos del negocio que le contaba, y que aunque le gustaba, no entraba precisamente en sus planes a medio plazo.
Hasta aquí todo perfecto, de no ser porque la actitud de este profesional me hizo compararlo con otros muchos visitados en estos últimos tiempos y que teniendo una vida laboral por delante, un negocio y a veces, por desgracia un negocio venido a menos, siempre intentan encontrar recetas mágicas para cualquier tema que les surja en el camino de su importante, estresante y cargado de esfuerzos agobiante día a día.
Sólo atienden cuestiones que le reporten un beneficio en el ultra-corto plazo, no parándose a planear dónde, cómo y qué se puede plantar para que en el futuro (que seguro llegará) resulten agraciados por unos frutos generados por y gracias a la paciencia y el instinto de buscar y lograr el éxito en lo que creen.
No tienen la paciencia de escuchar, elegir a la persona que mejor encaje con el asunto, y la autodisciplina de luchar por temas bastante complejos y dolorosos de afrontar, que además generarán beneficios (si los generan) en un espacio de tiempo diferido difícil de calcular.
Es de orden citar a personas y empresarios que, desde el otro lado de la cancha expresan siempre interés, al menos estudian todas las propuestas que les parecen razonables y siempre tienen destellos de lo que son dando gracias a inicios basados en la perseverancia, creer en el proyecto y como no, cargados de una pizca de suerte que conecta el qué con el cúando.
Para concluir, esta misma mediodía, salía el tema en la sobremesa familiar, y todos coincidíamos en cuánto difícil es, por ejemplo, la tarea de estudiar. Y la dureza no se corresponde con la tarea, sino con la gran distancia temporal que se vislumbra desde que se ejerce la actividad hasta que llega la hora de recoger los beneficios. Es así, nos gustan las contraprestaciones rápidas, y lo peor, estamos educados en este sentido.
Por todo, cuando la tarea necesita esfuerzo prolongado, disciplina y superar grandes barreras combinado con unas recompensas cargadas de incerticumbre y además muy lejanas en el tiempo, decidimos no intentarlo.
Hasta aquí todo perfecto, de no ser porque la actitud de este profesional me hizo compararlo con otros muchos visitados en estos últimos tiempos y que teniendo una vida laboral por delante, un negocio y a veces, por desgracia un negocio venido a menos, siempre intentan encontrar recetas mágicas para cualquier tema que les surja en el camino de su importante, estresante y cargado de esfuerzos agobiante día a día.
Sólo atienden cuestiones que le reporten un beneficio en el ultra-corto plazo, no parándose a planear dónde, cómo y qué se puede plantar para que en el futuro (que seguro llegará) resulten agraciados por unos frutos generados por y gracias a la paciencia y el instinto de buscar y lograr el éxito en lo que creen.
No tienen la paciencia de escuchar, elegir a la persona que mejor encaje con el asunto, y la autodisciplina de luchar por temas bastante complejos y dolorosos de afrontar, que además generarán beneficios (si los generan) en un espacio de tiempo diferido difícil de calcular.
Es de orden citar a personas y empresarios que, desde el otro lado de la cancha expresan siempre interés, al menos estudian todas las propuestas que les parecen razonables y siempre tienen destellos de lo que son dando gracias a inicios basados en la perseverancia, creer en el proyecto y como no, cargados de una pizca de suerte que conecta el qué con el cúando.
Para concluir, esta misma mediodía, salía el tema en la sobremesa familiar, y todos coincidíamos en cuánto difícil es, por ejemplo, la tarea de estudiar. Y la dureza no se corresponde con la tarea, sino con la gran distancia temporal que se vislumbra desde que se ejerce la actividad hasta que llega la hora de recoger los beneficios. Es así, nos gustan las contraprestaciones rápidas, y lo peor, estamos educados en este sentido.
Por todo, cuando la tarea necesita esfuerzo prolongado, disciplina y superar grandes barreras combinado con unas recompensas cargadas de incerticumbre y además muy lejanas en el tiempo, decidimos no intentarlo.
"Por favor, búscame algo que no cueste mucho esfuerzo
y eso sí,
Para muestra, un botón y me permito sugeriros que dediquéis 5 minutos a ver el siguiente vídeo que evidencia todo lo escrito y si no cae en saco roto podréis usarlo como ejemplo varias veces al día desde el momento que lo veáis.
Nota: siempre tenemos tentaciones para no intentarlo, para perder la paciencia, para parar. Pero hay que vencer las diferentes barreras que la educación, la sociedad y muchas veces nosotros mismos nos imponemos para hacer crecer nuestro pueblo, nuestras vidas...