“El hombre nunca sabe de lo que es capaz, hasta que lo intenta”.
Charles Dickens.
Novelista inglés (1812-1870)
Esta semana ha sido por casualidad la semana del autoempleo. ¿por qué? Os lo cuento.
Primero, en una reunión en Madrid con un socio con el que comparto talleres para dar servicio de instalación y postventa, resultó este tema como debate durante una parte importante de la post-comida debido a que un hijo del referido socio, así como un cuñado están incluidos en la trampa del autoempleo marginal.
Es una historia bastante repetida en nuestro país, y de momento, con las pocas salidas en la parte del laboro por cuanta ajena, es muy posible que no sea fácil cambiar los números.
Además, el jueves, tocaba almorzar con un amigo, con el que nunca dejas de aprender, y no sólo porque se dedique a eso de la formación, no, sino debido a que de una forma humilde y natural siempre tiene una palabras de apoyo, una historia conocida en la que te puedes apoyar cuando tienes un problema y sobre todo, algo que ayuda muchas veces más que los consejos:
¡¡¡TE ESCUCHA!!!
Pero volviendo al núcleo de la entrada, durante esta última reunión me comentaba que empujar al emprendimiento a las personas no era siempre positivo. No es tan sencillo como promocionar tarifas planas, capitalizaciones de paro, etc... y mágicamente el negocio está creado, y sobre todo, funcionando...
Hay que preparar al futuro emprendedor, si es desde el colegio, mejor. Si no, con planes de formación ambiciosos que vayan virando nuestro navío formando a la sociedad en su conjunto hacia la capacidad de generar empresas. Iniciándolas con un plan de negocio, un buen producto y muchas, muchas energías que seguro que harán mucha falta.
Si todo este campo sin labrar no se prepara, lo que estaremos es llevando a todos estos supuestos emprendedores (forzados por la situación) hacia un suicido cuasiseguro agravando la situación, dicho sea de paso, debido a que la protección que tenían con un mini-salario mensual ha sido engullida de un plumazo. Y esto está ocurriendo debido a que un posible gran negocio acaba falto de posibilidades por no estar convenientemente preparado, en unos casos, o sin mercado, en otros.
Pero, qué le ocurre a ese autoempleado, sí, el que aguanta el embiste, y aunque no crece día tras día, año tras año, se mantiene en la brecha ¿puede ser marginal y estar contento? Claro que sí.
Yo le llamo el caso del vecino del "Mercado$a". Y utilizando a Pepe y a su frutería como comodín (vosotros le podéis cambiar el nombre y el negocio) os cuento su historia.
Pepe desde su tienda, montada en el bajo de su casa, muy bien diseñada en su momento a tal efecto, se levanta cada mañana a las cuatro de la madrugada para ir al mercado central de mayoristas a recoger el genero del día. Luego, tras 6 horas desde la ida, la vuelta y la colocación de la fruta toca levantar el cierre e inaugurar la parte del día en la que toca vender, sí o sí.
Su mujer le ayuda; su hija también, y cuando todo termina (lo de vender), mientras que sus "fieles ayudantes" rematan la limpieza y el orden del negocio, Pepe tiene unas dos horillas más de reparto a domicilio (si lo ofrecen los del Super, yo también) para casi cumplir con la jornada.
No, no le queda cargo de conciencia a la hora de la cena de que se la está comiendo a traición, no. Además, con la nota que le ha dejado en la mesilla de la sala de estar, su hija (ahora en tareas de administración), realiza la lista de la compra del día siguiente y sin mucho retrasarse, a la cama, que mañana toca otra jornada al menos igual.
"19 horas, no está mal"
Eso sí, menos los jueves, cuando echan en la tele Cuéntame, "que esta serie no me la pierdo al lado de mi Conchi ni aunque se esté quemando El Santiago Bernab..." , me contaba una vez mi "Pepe" particular.
Ahora trabaja los Sábados y algunos Domingos por la mañana. Ya sabéis, el servicio, la competencia, la crisis...
Aun así, cuando les preguntas, ¿y por qué lo haces? ¿Eres feliz?
Lo tiene claro, sabe que trabajando por cuenta ajena, al menos él y uno de sus "ayudantes", ingresarían en una mayoría de los casos un neto superior al actual generado por el conjunto familiar (por no hablar de horas dedicadas), pero, dejarían de ser:
LIBRES
Yo no creo que sólo sea por esto, ya que el precio no es baladí. En mi opinión, a la libertad de "ser su propio jefe", o sea tener independencia, ser dueño de su tiempo y decidir todo por el mismo y bajo su responsabilidad, sin tener nadie qué cuestione sus decisiones ni que juzgue sus movimientos hay que sumarle la satisfacción del trabajo bien hecho, recogiendo las resultados de su esfuerzo también llamado autorrealización personal (principal fuerza de motivación). Sin olvidar dos aspectos finales, no por ello menos importantes como la posibilidad que el auto-empleo le da para usar toda su imaginación y creatividad, creando valor para el resto de la sociedad, así como no, unos supuestos beneficios como recompensa económica por el esfuerzo y trabajo, además de una riqueza brindada a la sociedad, o al menos a su barrio...
Para muestra, un botón y me permito sugeriros que dediquéis 5 minutos a ver el siguiente vídeo que evidencia todo lo escrito y si no cae en saco roto podréis usarlo como ejemplo varias veces al día desde el momento que lo veáis.
Nota: Para mí tienen un gran valor estos emprendedores qué se están dejando la piel día tras día. Pero también tiene un gran valor, por no decir más, aquellos que detectan que la supuesta libertad le ha empujado de tal manera a una vida "sin vida" y han dado ese valiente paso de dejar atrás las cadenas generadas por un autoempleo en un principio, con tantos dotes de libertad...
Autoempleo...una gran opción, pero no muy compatible en los tiempos que corren, pues los mercados y la economía están a la baja y lo que te rondare morena. Un abrazo.
ResponderEliminarMe sumo al anterior comentario, en esta epoca es mejoe sumar que dividir, es mejor ser una Nación unida que 17 paises divididos, es mejor mostrar nuestro talento para impulsar al León que hacernos cabeza de ratón aunque ello nos lleve en ocasiones a desesperarnos porque las patas no van por donde creemos que tiene que ir, porque la cabeza dice que vayan por otro sitio.
ResponderEliminar