Si se trata a una persona como lo que es, seguirá siendo lo que es; si se trata a un hombre como lo que puede ser, llegará a ser lo que puede ser.
Goethe.
Esta semana debería haber sido tranquila, tocaba adjudicar los nuevos indicadores de los objetivos 2013 y prepararnos para comenzar en Febrero con el proyecto más ambicioso de cambio cultural en la empresa que yo recuerdo desde que trabajo en la misma, y nuestro gerente nos comentaba en la reunión de todos los lunes:
"Señores y señoras, hemos decidido ser Lean y tenemos que poner todo nuestro empeño en serlo, ya que si lo conseguimos seguramente podremos reforzar nuestra presencia en el sector y además, y sobre todo, y con mucha probabilidad crearemos una empresa segura para todos los empleados y con fortalezas ante la competencia nacional e internacional".
Pero llegó el Jueves, sí. Y con el Jueves unos problemas entre dos departamentos durante los días anteriores provocaron acaloradas discusiones y acabaron en una serie de reproches entre varios de nosotros. Además, todos y cada uno de los que estábamos inmersos en tan grandiosa acumulación de disparates, voces y posibles (seguras) faltas de respeto nos acabamos definiendo como auténticos estúpidos.
Cuando la sangre volvió a correr en todo el cuerpo por igual y volvimos a ser nosotros, yo por lo menos, pero el resto de compañeros del enganchón estoy seguro que también, nos dimos cuenta que todo era exagerado y que el problema no era del tamaño que se había interpretado durante la discusión. La solución era mucho más sencilla de lo inicialmente previsto y el enfoque correcto de trabajar juntos para solucionarlo provocó un trabajo conjunto que visto en perspectiva y desde la tranquilidad del fin de semana es digno de elogio.
¿Por qué? Muy simple, no podemos juzgarnos exageradamente de forma negativa ante cualquier mínimo problema, ya que lo que somos no lo miden los errores puntuales sino el recorrido y los datos finales de cada proyecto, año y sobre todo una trayectoria completa de más de 10 años trabajando juntos y con unos resultados positivos ejercicio tras ejercicio.
Al recapacitar ante todo este tema ocurrido me he dado cuenta y estoy completamente seguro que debemos tener expectativas positivas sobre todas las personas que forman parte de nuestras vidas, tanto en el trabajo como en nuestra vida social, que les permitan sacar lo mejor de ellos mismos y desechar las negativas, pues les llevan a la degradación y a la merma personal. Lo que esperamos de toda la gente que tenemos en nuestro entorno (compañeros, jefes, hijos, pareja, amigos, etc...) tiende a cumplirse.
Esto es algo que prometo que me ha ocurrido personalmente en el pasado, sobre todo a la hora de afrontar exámenes en el instituto o en la universidad. A pesar de no llevar de forma perfecta aprendida la lección, las expectativas de las personas que tenía a mi alrededor sobre el resultado de mi prueba me hacía sacar adelante la misma e incluso a veces de una manera sobresaliente.
Pues bien, cuando alguien anticipa un hecho, existen muchas probabilidades de que éste se cumpla. A este fenómeno en Psicología Social se le llama: “Realización automática de las predicciones”, también se le conoce como “El efecto pigmalión o la profecía autocumplida”.
Para muestra, un botón y me permito sugeriros que dediquéis 5 minutos a ver el siguiente vídeo que evidencia todo lo escrito y si no cae en saco roto podréis usarlo como ejemplo varias veces al día desde el momento que lo veáis.
El vídeo de la semana: Efecto Pigmalión en las aulas
Nota: todos nos merecemos que nuestro entorno tenga grandes y positivas expectativas sobre nuestro potencial, por ello debemos tratar de esta forma a nuestra gente y permitir que todos nos mejoremos día a día. Y si no conseguimos esta mejoría al menos provocaremos un ambiente agradable a nuestro alrededor, ¿no?