"Servid cien veces, negaos una,
y nadie se acordará más que de vuestra negativa"
Plinio el Joven (62-113)
Escritor romano
Hace años a Asun no le daba la vida. Fue creciendo en su empresa y al final llegó a Responsable de Operaciones, siendo el departamento con más personas y procesos que gestionar. Pero el reconocimiento le proporcionaba más responsabilidad, más gente a su cargo, y más trabajo según cómo ella fue montando su propio ecosistema de gestión (así la llamaba ella). Tenía en mente que la vida ideal debía de perseguir la perfección, tanto en lo personal como en lo laboral. Y no sabía decir que "no". Todo era una prioridad. No se daba cuenta que el contestar a algo sí, pasaba por decir a otras cosas que no. Y este estilo de dirección, y de vida, la llevó al límite.
Pasaba su tiempo en temas importantes y urgentes; y también, en temas no importantes y urgentes. ¿Dónde estaba el tiempo para lo importante y no urgente?
Perdió a su pareja, se distanció de familia y amigos por falta de tiempo, y para colmo, de manera paradójica si en alguna ocasión no llegaba a dar soporte a algo o a alguien solo quedaban reproches y malestar; lo cierto y verdad, acompañados de auto-reproches y auto-malestar.
Tenía pánico a decir no. Ese era el resumen. Y todo giraba en intentar contentar al resto del mundo, mientras ella se iba aislando, hundiendo, desgastándose, desapareciendo...
Pero tuvo la suerte de conocer a Alejandro. Y decidió hacer las paces con su fragilidad y su debilidad como ser humano. Aprendió y reconoció que ni era perfecta ni todo o todos estaban por delante de diríamos lo que era ella misma. Foco y Prioridad; fue capaz de reconocer y aprender qué decidir, afrontar, hacer, dejar, eliminar. Y no sentirse mal por lo que no cabe, sin necesidad de plantear una tesis abierta para que todos lo entiendan, lo valoren, lo critiquen, lo validen.
Y Alejandro enseñó a Asun a decir "no" sin necesidad de justificarse ni dar explicaciones. Y empezó a curarse de sus heridas. Vivía en la disponibilidad constante y obsesionada con la productividad, por lo que establecer límites saludables le generó de inicio algo tan vital como eso, salud. Y con ello empezó a avanzar en su propósito, y a escribir su propia historia, llevándole sus acciones hacia donde había puesto su meta dentro del plan.
Parece simple, pero fue un desafío descomunal
Constató que no era necesario siempre lo de la justificación. Incluso a veces era una trampa. Hacía público lo privado, generando juicios constantes sobre sus decisiones. Le enseñó a entender que explicar algo cuando no podía/debía hacerlo era cómo si no estuviera legitimada a decidir por su tiempo, su propia vida. Y cuando daba una explicación abría la puerta para negociar, se exponía al debate; y con esto se ponía un cartel que permitía a su entorno decidir qué hacer con su ser, su tiempo, su guion de vida.
En cambio, cuando aprendió a responder con un no directo fue como cerrar la puerta al debate con un buen candado. No tuvo que ser descortés, y aprendió a no caer en la trampa de parecer una persona con falta de empatía. Simplemente era cuestión de auto-respetarse, definir sus límites, y empezar a parecer (por que lo era) una profesional clara en su comunicación, alguien a la que no había que cuestionar sus decisiones, y que no tenía ninguna necesidad de defenderse constantemente. Su tesón, su conocimiento tanto del sector como de su área y su profesionalidad le permitían decidir, planear, organizar, delegar y decidir cuando generaba soporte y cuando daba distancia, devolvía feedback y ejercía o no seguimiento.
Sí, en su anterior etapa, ella misma se veía como ruda, grosera, antipática, como con falta de empatía, seca. Pero tener siempre que defender su decisión, y la energía que tenía que consumir para hacerlo o explicar por qué esto, por qué aquello una y otra vez le iba deteriorando, tanto en lo profesional, como en lo personal.
Por lo que se forzó a decir un "no" amable, pero firme y directo. FIRMEZA y respeto; y sobre todo, auto-respeto.
El no con una explicación elaborada podría incluso crear falsas expectativas a la otra parte.
Como siempre, no fue un antes y un después. No es automático, ni mágico. Primero lo entendió, y luego inició un largo camino. Aprendió a respetarse; y a respetar al resto. Caminó en el camino de la autoconfianza, siendo honesta consigo misma, y con los demás. Y empezó a mejorar, y mucho, las relaciones con el resto del personal de su departamento, con sus colegas de dirección, y sobre todo con su jefe. Puso límites claros y honestos.
Y le fue muy bien. Las etapas fueron enriquecedoras. Tuvo que ser consciente de lo que quería. Y cuando le preguntaron en qué etapas consiguió llegar a la meta, lo contaba como sigue:
"Primero reconocí que no tenía que justificar cada decisión. Algunas sí, pero no todas, o mejor dicho, no la mayoría.
Después acepté que el malestar inicial de la otra parte ante la sorpresa de negarle una ayuda (antes siempre concedida) o no hacer una tarea formaba parte de llegar a una meta superior de productividad, y a la vez formaba parte del crecimiento de ambas partes; la receptora y la emisora. Y empecé a verlo normal. Incluso a veces, la otra parte tenía que dejar algo no importante de su parcela para ayudar a conseguir un tema supuestamente importante de la mía.
Observé cómo las interacciones iban cada vez más completándose y enriqueciéndose con dosis de respeto. Mutuo, consciente, asimilando el juego de sumas y restas; y también el de la sinergia y la multiplicación.
Y comprendí que un no claro era más respetuoso que un sí que no acaba de decidirse, que requería explicaciones, dejando de darle vueltas sin seguridad a un asunto mientras lo importante, por no ser urgente, lo dejaba sin hacer mientras destruía el futuro a través de un desgaste provocado por un estrés y ruido incesante que no hacía cada día más que empeorar."
Decir no, sin culpa. Así consiguió Asun crecer, llegar a lo que hoy es, como directiva, como madre, como esposa, como amiga. Y le dio gracias a su gran "no", al "no" del que todos deberíamos acostumbrarnos a gestionar:
El no que ahorra tiempo.
El no que mejora tu estado de salud.
El no que libera la energía que antes iba directa al cubo de la basura de la justificación.
El no que elimina/minimiza el estrés por complacer al prójimo, aun enterrándonos a nosotros.
El no que genera claridad de comunicación.
El no que nos lleva al auto-respeto.
El no que nos conduce a lo auténtico.
El no al resto que es un sí a ti mismo, a tu tiempo, a tu salud.